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Frío y resfriado

La razón de que haya más gripe al final del otoño y en invierno puede estar en la adaptación del virus al frío, que le proporciona una especie de coraza

Frío y resfriado

En el larguísimo discurso de toma de posesión, creo que en el año 1983, Juan Luis Rodríguez-Vigil, el consejero de Sanidad que utilizó con más decisión y, en mi opinión, acierto su poder político y capacidad de influencia, dijo, entre otras cosas memorables, que la ciencia no había podido todavía explicar por qué al enfriarse los pies se producen resfriados. Señalaba una de las muchas áreas de ignorancia, que ya en esos años empezaba a ser objeto de reflexión con el nacimiento de lo que se denomina medicina basada en la evidencia. Treinta años más tarde, a pesar de las ingentes inversiones en salud, aún es mucho más lo que desconocemos que lo que conocemos. Se puede decir que el 13% de las intervenciones sanitarias son claramente beneficiosas y el 22% posiblemente lo sean; de casi un 50% ignoramos su efectividad, el 6% posiblemente no sean beneficiosas y el 2% son definitivamente dañinas. Así están las cosas. Advierto de que hablo de intervenciones, por ejemplo, tratar la hipertensión o retirar la vesícula si tiene malas digestiones, no de actos médicos.

Respecto al frío y el resfriado, la palabra recoge el origen, hoy sabemos algo más. El virus que lo produce con más frecuente se denomina rhinovirus, nuevamente en la palabra está la explicación: penetra y coloniza la nariz, un órgano entre cuyas funciones se cuenta la de calentar el aire y merced al moco y a la turbulencia que producen los cornetes, atrapar las partículas que lo contaminan. ¿Por qué rhinovirus logra colonizar y reproducirse mejor en temperaturas frías?

Ya en la década de los sesenta del siglo pasado se pudo demostrar que rhinovirus crece mejor en un laboratorio que está a una temperatura por debajo de la corporal. Sin embargo, en todos estos años los esfuerzos por encontrar en su estructura los mecanismos que le dan esta ventaja han sido infructuosos. Quizás es que se centraban en el binomio agente-medio y faltaba el huésped en la ecuación. Es lo que hicieron recientemente en el laboratorio del Dr. Iwasaki en Tokio. Cultivaron virus en células de la nariz de ratones. Su primer fracaso lo resolvió la biología. Y es que rhinovirus no infecta la mucosa nasal de ratones, pero cuando se cultivan en medio adecuado, la promiscuidad viral produce tal número de mutaciones que finalmente dan con el modelo genético que lo hace infectivo. Así son los virus.

Una vez seleccionados rhinovirus que infectan mucosa de ratón, comprobaron que a temperatura corporal, 37º, apenas se replica. Se debe a que la célula infectada advierte al sistema para que prepare sus defensas: otras células alertadas segregan partículas antivirales y ahí se acaba todo. Basta modificar genéticamente las células mucosas de la nariz de manera que no emiten esas señales para que el virus se propague a voluntad. Eso demuestra que, efectivamente, el sistema responde a un estímulo producido por la célula infectada. Estímulo que no se produce si la temperatura es de 33º como pudieron comprobar. La conclusión es que rhinovirus encontró su nicho evolutivo en la nariz fría del ser humano.

Otros virus parece que se aprovechan las temperaturas frías, como el de la gripe. Pero no es ésta la explicación porque este virus infecta el aparato respiratorio en su parte más interna, un lugar donde la temperatura del aire ya se equilibró con la corporal. Su estrategia es diferente: confunden las señales que emiten las células para preparar la defensa. Se preguntarán por qué hay más gripe al final del otoño y en invierno. La razón puede estar en la adaptación del virus al frío: crea una coraza que en verano se trasforma en un gel. Esa coraza le da dos ventajas: vive y se propaga mejor en el ambiente y como las vías altas están frías no disuelven su coraza hasta llegar al lugar donde realmente puede crecer y multiplicarse.

Surge inmediatamente una pregunta, que colea desde que la medicina basa su estrategia en ayudar al organi smo a restablecer el desequilibrio, los preceptos hipocráticos: qué papel tiene la fiebre. En el caso del resfriado común, quizá sea un buen mecanismo de defensa para frenar la propagación de rhinovirus. Y es posible que si la temperatura es elevada en el tracto respiratorio alto el de la gripe tenga más dificultades para penetrar, capturado por las defensas nasales y traqueales. Pero no sabemos qué temperatura es la mejor para qué microbios; posiblemente muy alta, más de 39º sea poco beneficiosa y somete a todo el organismo a un estrés que lo debilita. Así que no está claro cuándo y cuánto tenemos que luchar contra la fiebre.

Quizás estas reflexiones no contesten de manera satisfactoria a la pregunta que se hacía Rodríguez-Vigil. Uno puede enfriarse los pies sin que la temperatura del aire sea tan baja como para facilitar la colonización por rhinovirus, por ejemplo mojándose, que creo es a lo que se refería el entonces consejero. Para eso no tengo explicación plausible.

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