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medicina y salud

Hepatitis B y C, un enemigo tenaz

Con mayor prevalencia entre los varones, ambas son producidas por virus con enorme capacidad para mantenerse en el tiempo y generar procesos inflamatorios

La hepatitis es una inflamación hepática que, en determinados casos, puede provocar una pérdida de funciones del hígado. Hay hepatitis víricas, pero no solo los virus pueden ser la causa de esta enfermedad, de la que informa en eel doctor Manuel Rodríguez.

¿En qué consiste?

El término "hepatitis" traduce la existencia de un proceso inflamatorio hepático, que puede ser agudo o crónico y originado por diversas causas. Las hepatitis víricas, producidas por los virus A, B, C, D y E son las más frecuentes, pero no las únicas. Diversos fármacos, a través de un mecanismo alérgico, productos de herboristería o tóxicos como el alcohol, la amanita phalloides o el paracetamol a dosis excesivas pueden ocasionar hepatitis. Además, las células hepáticas pueden ser diana de una respuesta inmunológica alterada, dirigida de forma errónea frente al propio organismo, dando lugar a una hepatitis autoinmune.

La inflamación producida en la fase aguda ocasiona una destrucción de células hepáticas, que en caso de ser importante puede provocar una pérdida de las funciones del hígado, poniendo en riesgo la vida del paciente. La insuficiencia hepática aguda, aunque infrecuente, puede ser motivo de trasplante hepático.

Lo que hace de las hepatitis un problema sanitario importante es la posibilidad de evolución a formas crónicas y esto ocurre especialmente en las hepatitis B y C. En las hepatitis crónicas el proceso inflamatorio se mantiene en el tiempo, ocasionando la aparición de fenómenos cicatriciales con el desarrollo de fibrosis hepática. Si la inflamación persiste, la fibrosis progresa hasta alcanzar el estadio de cirrosis, en el que la arquitectura hepática está alterada lo que puede ocasionar la aparición de complicaciones.

¿Síntomas principales?

La hepatitis crónica B o C es una enfermedad silente, que no produce síntomas y cuando aparecen es ya como consecuencia del desarrollo de complicaciones de la cirrosis. En los países desarrollados, menos de la mitad de los pacientes con infección crónica por estos virus están diagnosticados, pese a que el diagnóstico se puede realizar mediante un análisis de sangre sencillo y barato. En EE UU se ha puesto en marcha un programa de cribado en población para el diagnóstico de la hepatitis crónica C, dirigido al grupo de población con mayor prevalencia de la enfermedad, los nacidos entre 1945 y 1965.

Causas

Ambas son producidas por virus y por tanto son enfermedades transmisibles. El virus B se transmite por vía parenteral o por exposición a través de piel o mucosas a sangre u otros fluidos infectados, siendo actualmente la vía de transmisión más importante la sexual. El virus C se transmite fundamentalmente por vía percutánea, aunque también es posible la transmisión sexual; las transfusiones de sangre infectada, antes del descubrimiento del virus en 1989, y el intercambio de agujas y jeringuillas entre consumidores de drogas intravenosas han constituido dos mecanismos importantes en la difusión de este virus y es por ello que las personas nacidas entre 1945 y 1965 tienen mayor prevalencia de la enfermedad.

Prevalencia

Tanto la hepatitis B como la C son más prevalentes en varones que en mujeres, probablemente como consecuencia de una mayor frecuencia de conductas de riesgo en aquellos.

Incidencia y edad

Entre las personas nacidas en España, la prevalencia de la hepatitis B aumenta con la edad, siendo excepcional en menores de 30 años. Sin embargo, en inmigrantes procedentes de países donde la infección es endémica y en los que no se han implantado programas de vacunación, es relativamente frecuente entre los jóvenes. En cuanto a la hepatitis C, el grupo de edad con mayor prevalencia es el comprendido entre los 40 y 65 años de edad.

Presencia actual

La incidencia de nuevos casos de hepatitis aguda B y C ha descendido durante los últimos años. En el caso de la hepatitis B como consecuencia de la vacunación y en la hepatitis C por la exclusión de los donantes de sangre infectados y por el descenso en el consumo de drogas por vía intravenosa. A pesar del descenso de nuevas infecciones, la prevalencia de las hepatitis crónicas B y C se mantiene casi estable. Entre el 1 y el 2% de la población española padece una infección crónica por el virus B y el 1% por el virus C.

En la hepatitis B, la prevalencia se mantiene debido a la inmigración; actualmente, la mitad de los nuevos casos de hepatitis crónica B ocurren en inmigrantes procedentes de zonas donde no se ha introducido la vacunación. La prevalencia de la hepatitis crónica C se mantiene como consecuencia de la gran difusión que tuvo este virus en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado.

Riesgos

Las prácticas sexuales no seguras, especialmente entre varones, y el consumo de drogas por vía intravenosa constituyen conductas de riesgo tanto para la hepatitis B como para la C.

Síntomas

Desgraciadamente, cuando aparecen síntomas de la enfermedad suele se indicativo de un estadio avanzado de la misma. Los pacientes que pertenezcan a grupos de riesgo deberían realizarse una prueba sanguínea para conocer si tienen o no la enfermedad. La alteración de las pruebas de función hepática, especialmente las transaminasas, obliga también a descartar la existencia de hepatitis crónica B y C.

Atención primaria

Todos los pacientes con hepatitis crónica B o C deben ser evaluados por un especialista. Es necesario confirmar la presencia de infección activa, determinar el estadio de la enfermedad hepática, establecer la necesidad de tratamiento y elegir entre las distintas opciones del mismo.

Tratamientos

La infección crónica por virus B rara vez se cura; el objetivo del tratamiento es mantener el virus inactivo para evitar que la enfermedad hepática progrese y aparezcan complicaciones. Se dispone de fármacos capaces de conseguirlo: interferón y los antivirales orales tenofovir y entecavir, gracias a los cuáles se ha conseguido reducir el número de pacientes con complicaciones de la enfermedad que precisan un trasplante hepático.

La infección por el virus C puede curarse con fármacos antivirales, pero esto no necesariamente implica la curación de la enfermedad hepática que aquella ha producido. Para conseguir ambas es necesario erradicar el virus antes de que se alcancen estadios avanzados de enfermedad.

Evolución de las terapias

El tratamiento de la hepatitis B no ha cambiado sustancialmente en los últimos 7 años. Por el contrario, en la hepatitis C se ha producido una auténtica revolución terapéutica; en poco tiempo se ha pasado de tratamientos con interferón y ribavirina, con tasas de curación en torno al 50%, a tratamientos con nuevos antivirales orales, con los que ésta se consigue en más del 90% de los casos. Además, la combinación de estos antivirales permite prescindir del interferón y tratar a pacientes que hasta ahora no podían ser tratados debido a los efectos adversos de este fármaco.

Avances

Frente al virus B se dispone de una vacuna segura y eficaz, mientras que no existe, ni se espera en el futuro próximo, una vacuna frente al virus C. Tampoco se esperan avances importantes en el tratamiento de la hepatitis crónica B. En cuanto a la hepatitis C, en los próximos meses se producirá la comercialización de nuevas combinaciones de antivirales orales, seguros y altamente eficaces, pero costosos. En el futuro próximo, el reto estará en conseguir que estos nuevos tratamientos lleguen al mayor número posible de pacientes. Si esto se logra, no sería descabellado pensar que la infección podría erradicarse en un plazo de 20-30 años.

Algunas dudas

¿Cómo se puede evitar la transmisión de los virus B y C en el ámbito familiar?

La mejor forma de evitar la transmisión del virus B es procediendo a la vacunación de los contacto familiares. La transmisión intrafamiliar del virus C, incluso entre la pareja, es extremadamente difícil y la única precaución que debe tomarse es evitar compartir objetos que puedan contaminarse con sangre (tijeras, cepillo de dientes, maquinillas de afeitar?)

¿Es posible la transmisión de estos virus desde la madre embarazada al feto o al recién nacido?

Si, es posible, especialmente cuando los niveles de virus circulante en la madre son muy elevados. La transmisión del virus B se previene con la inmunización activa y pasiva del recién nacido y de ahí la importancia de testar a todas las embarazadas. Por el contrario, no existen formas de prevenir la transmisión del virus C.

¿Existen productos de la medicina alternativa útiles para el tratamiento de la hepatitis B o C?.

No, ninguno ha demostrado ser eficaz. Además, alguno puede incluso producir daño hepático.

¿Debe evitarse algún tipo de alimento?

No. Es recomendable una alimentación sana y variada. El alcohol acelera la progresión de la enfermedad hepática, por lo que debe evitarse.

¿Por qué si tengo una hepatitis crónica B no recibo tratamiento?

No existen fármacos que curen la infección por virus B. Por otra parte, no todos los pacientes con infección por el virus tienen enfermedad hepática y el tratamiento solo está indicado en aquellos en los que la infección está activa y causa daño hepático.

¿Puedo tomar medicamentos para otros procesos?

Si, si son necesarios. En pacientes con cirrosis deben evitarse los antiinflamatorios.

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