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Meditar para hacer ejercicio

Meditar para hacer ejercicio

Mientras miraba a una persona inteligente, voluntariosa y culta, me preguntaba por qué diablos, a pesar del aparente interés, no conseguía controlar su sobrepeso, por qué a ciertas personas les cuesta tanto moverse aunque se lo propongan. Es tentador acudir a predisposiciones genéticas. Todos conocemos familias muy deportistas y otras demasiado aficionadas al sillón. Pero eso no explica casi nada, además está muy influido por la educación. La personalidad podría ser otro factor difícil de delimitar. Lo que en la mayoría de los estudios influye más es el gusto, la satisfacción que se obtiene con el ejercicio. Pero por qué unos lo pasan bien y además se sienten mejor y otros apenas disfrutan. Eso puede tener que ver con qué ejercicio se hace, con quién y dónde se hace. Circunstancias importantes que pueden convertirlo en odioso o divertido. Circunstancias que no siempre son fáciles de elegir.

Lo que sí probablemente se pueda modificar es cómo se hace, la actitud que se tiene. Y ahí aparece algo que en esta segunda década del siglo XXI está de moda, como ya lo estuvo durante diferentes periodos. Es lo que se denomina conciencia plena, un préstamo tomado de las religiones orientales. Consiste en estar atento a lo que pasa en el momento. No es exactamente el "carpe diem" de Virgilio, donde recomendaba no dejar para el otro día las tareas de hoy. Con la conciencia plena se propone un esfuerzo consciente de "estar en lo que se celebra", con todos los sentidos alerta. Hay estudios que demuestran que las personas que están alerta mientras comen, centradas en la degustación de la comida y las sensaciones que obtienen, logran controlar mejor el peso que las que lo comen distraídamente.

Hacer ejercicio con conciencia plena, concentrado en las sensaciones del cuerpo en movimiento y las impresiones que se reciben de lo que ocurre alrededor, provoca en general más satisfacción que cuando se hace absorto en los pensamientos o distraído en conversaciones con los compañeros. Y los que encuentran más satisfacción en el ejercicio lo practican más. Quizá hacer las cosas concentrándose en ellas sea una de las fórmulas para superar los obstáculos que tiene que vencer la voluntad cuando uno se propone hacer algo contra la propia naturaleza. Porque no hay duda de que por "sabiduría corporal" la tendencia es al reposo y a atiborrarse de comida cuando está disponible.

Las consecuencias de la meditación inquietan a un buen número de neurocientíficos en los EE UU, lugar donde desde hace mucho existen grupos entusiastas de esta práctica. Según yo lo entiendo, en la cultura occidental la meditación se centra en pensar en Dios, los pecados y la salvación. No es esta modalidad la que investigan los neurocientíficos. La meditación al estilo oriental, que se basa en la conciencia plena, consiste en trasformarse en un espectador de las sensaciones primarias. Es un esfuerzo grande porque la atención pronto nos lleva a re­correr los tortuosos caminos de nuestra mente, de manera que desaparecen de nuestra conciencia las sensaciones del cuerpo y del entorno. Quizá debido a ese esfuerzo y quién sabe si porque durante él el cerebro tiene ocasión de repararse, como dicen que ocurre durante el sueño, parece que las personas que meditan tienen más materia gris. Así por lo menos lo demuestra un estudio que tomó imágenes del cerebro de varios cientos de personas, de las cuales la mitad eran meditadores, no se decía ni la técnica ni el tiempo. El resultado es que el volumen de materia gris en ciertas áreas importantes era mayor y que la atrofia progresiva que todos sufrimos con la edad era más lenta y menos notable en los meditadores, ¿quiere decir que tienen mejor cabeza? Por las imágenes estructurales no podemos concluir tal cosa. Baste recordar que el primer TAC que se hizo fue el de su diseñador, un ingeniero entonces en plena creatividad que recibiría el premio Nobel. Tenía atrofia cerebral. Tampoco podemos saber si los meditadores tienen el cerebro así porque meditan o meditan porque tienen ese cerebro.

Hace años leí una entrevista con un director de orquesta que había superado una larga postración producida por una astenia crónica. Aunque la ciencia médica no sabe lo que es, ni si quiera si es una verdadera entidad patológica, quien sufre el cuadro clínico sí lo sabe. Él contaba que se había curado cuando empezó a concentrarse en lo que hacía: si partía cebollas, ponía en ello toda su atención y conciencia. Parece un ejemplo anecdótico de los posibles beneficios de la conciencia plena. Con ironía decía David Crosby que si no estás con la que amas, ama a la que está contigo. En fin, estar en lo que se está puede ser una técnica para hacer aquello que no apetece. Como parece ser que ocurre con el ejercicio.

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