La Provincia - Diario de Las Palmas

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memorias de salvador garcía carrillo Comenzó como celador en la Clínica del Pino y acabó siendo directivo del Insalud, gerente de hospitales y fundador de UGT.

"¿Sabes lo que es ser muy, muy pobre? Pues eso éramos nosotros"

Todo lo que emprende lo defiende con pasión. Cuando hubo que plantarle cara al franquismo, ahí estaba él; cuando fundó, junto a compañeros de su cuerda política, la UGT, ahí estaba él, tenaz y honesto.

Salvador García Carrillo forma parte de la vida política de las Islas, del socialismo clandestino y, especialmente, de aquel grupo de jóvenes de izquierda que en 1969 fundaron la Unión General de Trabajadores. Vivió tan intensamente los últimos años del franquismo, la transición y la llegada de "los míos" al gobierno, que es capaz de citar nombre y dos apellidos de la ristra de compañeros que compartieron bando.

Es casi imposible hablar con Salvador y no hacerlo de política, de la de hoy y la de ayer, porque separar su condición de jiribilla socialista de la actualidad es complicado. "Salvador -le digo-, cuéntame cosas de tu vida: cuéntame qué le pasó a aquel niño que, viviendo en La Aldea, un día decidió huir de allí porque no quería pasar hambre..." Y Salva empieza pero regala un titular que habla solo: "Vamos a ver; ¿tú sabes lo que es ser muy, muy pobre? Pues eso éramos nosotros",

Cuando era celador del Pino comenzó una actividad sindical con la UGT en el hospital, que acabó llamando la atención del clan de la tortilla, léase Felipe González, Alfonso Guerra y otros. Con este grupo tenía una relación tan estrecha que la leyenda dice que "tenía hilo directo con ellos". Cada vez que en El Pino se decidía convocar una huelga, Salvador paraba la asamblea y se marchaba un rato. "Está consultando con Madrid...", recuerda algún asambleario que lo vio en su salsa.

El dúo Travieso/García Carillo se repartió los papeles en público. Salvador era el osado, el lenguaraz, el que con su lenguaje llano y cercano, decía "lo que había que decir"; y en cambio, Travieso, con fama de hombre duro, era una persona tímida con menos dotes para la oratoria: "A mí me daban las claves de lo que había que decir y yo me subía al estrado y le hablaba a los compañeros como yo sé, clarito. Natural. Anastasio era un pensador, muy inteligente y comprometido".

Salvador superó el acceso a la Universidad para mayores de 25 años porque en los sesenta, setenta y ochenta, sus conocimientos eran los de la vida. E insiste: "Cuando me llamaban para nombrarme algo yo decía, ¡pero, coño, pero si yo no sé nada de eso...!"

Listo como el hambre, en 1987 fundó una empresa de consulting y formación de empresas (INCAEM): "Seré sincero; nunca pensé que llegaría a tener lo que tengo. Pero me lo he trabajado".

Sus hijos y su mujer, Eva Rosa Quintana, están orgullosos de él. Cuándo se mira al espejo también él lo está.

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