En un intento de evitar o por lo menos no sucumbir ante la vorágine de Halloween, en determinados colegios como el Maestro Félix Santana de Telde o el Nieves Toledo de Arrecife se han propuesto recuperar la noche de Finados. En la escuela de Telde, como confirma la profesora Rocío Orta, se invitó a personas mayores para que contaran a los alumnos en qué consistían estos festejos, y en el de Lanzarote se permitió que fueran los padres los que escenificaran algún cuento de miedo relacionado con la Isla.
En este caso, luchar contra el fenómeno americano resulta una tarea de coloso. Los menores, en sus clases de inglés, reciben todo tipo de información sobre lo que representa Halloween, en cambio en ninguna asignatura se hace referencia a la noche de difuntos en Canarias.
Cristina Escobar es la madre de Mercedes y de Violeta. Ataviada para la ocasión, fue la encargada de subirse al escenario del Nieves Toledo y contar un cuento. Una historia que le ocurrió a ella, y que transcurre en la casa de su abuela Concepción en Teguise y que termina en Famara. Todo sucede una de esas noches de neblina permanente. Su tía, cansada de tanta queja por parte de sus traviesos sobrinos, decidió asustar a los chinijos con la ayuda de ese viento atronador que se cuela por las rendijas de Teguise. Si no se callaban, todos podían salir volando por las ventanas y acabar en la playa de Famara convertidos en tristes callaos, o peor, en trozos de piche. Después de esto, seguro que todos los alumnos de 8 a 12 años que escucharon el cuento acabaron encantados. De miedo.
