La Provincia - Diario de Las Palmas

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Halloween impone su reinado

La decadencia de Los Finaos

La tradición canaria de honrar a los difuntos parece tener los días contados. La fanfarria de Halloween, con sus fiestas de disfraces y sus cuentos de miedo, está ganando la batalla. Tal vez no la guerra.

Al anochecer del 1 de noviembre se recomendaba no salir de las casas. Era tiempo de difuntos, y había que honrarlos contando cuentos y comiendo castañas, nueces y dulces. Antes de que dieran las doce había que encender lamparitas en vasos de aceite para dar luz a las ánimas, una por cada muerto de la familia, y otra extra, por aquel finado extraviado al que tal vez nadie rezaría. Si no se respetaba esta costumbre, podían ocurrir sucesos extraordinarios, de esos que nadie querría vivir. Así lo aseguraban con total vehemencia y aplomo los más viejos del lugar, los celosos guardianes de la tradición. En el patio de las casas se juntaba la familia y la abuela empezaba con su retahíla de historias, hablando de todos los finaos o finados que merecían esa noche unas palabras de recuerdo.

El culto a la muerte, a las almas en pena que debían esperar en el purgatorio hasta quedar puras y entonces encontrar la gloria, han sido temas recurrentes en la tradición canaria, tanto a través de la gran influencia religiosa, transmitida desde hace siglos por aquellos primeros monjes franciscanos que arribaron a estas costas, como por toda esa transmisión oral en la que el más allá, la comunicación con los ausentes toma forma y despunta con manifestaciones culturales, con cuentos y también con supersticiones que se repiten o mejor se repetían de abuelos a nietos.

Por las ventanas se colaba el soniquete de una música austera, un grupo de hombres, acompañados de guitarras, panderos y espadas entonaban canciones religiosas o piezas dedicadas a un muerto reciente. Los Ranchos de Ánimas recorrían las calles deteniéndose en la puerta de aquellos vecinos que los invitaban a entrar. Había que darles de comer y entregarles algunas que otras monedas, con las que podrían celebrar misas destinadas a salvar almas perdidas.

Ranchos de Ánimas

Estos Ranchos surgieron dentro de las cofradías creadas en las iglesias y conventos. Al principio salían en el mes de noviembre y continuaban hasta el mes de febrero. A partir del día de Santa Lucía, el 13 de diciembre, los ranchos cantaban a la Navidad, continuando sus actuaciones hasta la fiesta de la Candelaria, el 2 de febrero.

En la actualidad, existen en Canarias 12 Ranchos, todos en la provincia de Las Palmas. Para el historiador y cronista de Teror, José Luis Yánez, "el más auténtico, el que se conserva como siempre fue, es sin duda el de Arbejales en Gran Canaria". Yáñez considera que este grupo, formado por hombres mayores, han dedicado "su tiempo a mantener constantes la esencia de su fe en lo que hacían, y en la razón profunda por la cual cantaban a las ánimas. Una reliquia cultural que ha llegado a nuestros días gracias a la fe, al recogimiento y la entrega de muchas generaciones que desde las alturas de Arbejales siguen manteniéndose firmes en su papel de custodios de este vestigio, ligando nuestro presente con lo más profundo y valioso de nuestro pasado.".

También en Fuerteventura se sienten especialmente orgullosos del Racho de Tiscamanita, aunque esta agrupación, en la que también participan mujeres, hace años que decidió cambiar la fecha de salida y lo hace en la víspera del día de la Inmaculada, el 8 de diciembre.

Cajones de uso general

En Teguise el culto a los finados, a las ánimas, siempre tuvo un especial significado, no sólo en la Villa sino en los pueblos cercanos. La creencia en el más allá, el temor a los muertos, el miedo al infierno hizo que surgiera un ambiente de superstición, en el que también se produjeron actos calificados como de brujería que motivaron la intervención de la Inquisición, y que terminaron con el final de los Ranchos de Ánimas, que pasarían a celebrarse en Navidad como Ranchos de Pascua, así lo recoge el historiador Francisco Hernández Delgado. Las celebraciones en recuerdo de los difuntos siempre han sido muy importantes en las islas, el hecho en sí de velar a los muertos o proceder a los enterramientos acapara historias tan increíbles que parecen de ficción pero que sucedieron.

En Lanzarote los doloridos por la muerte de un familiar tenían la costumbre de sentarse sobre una estera en un rincón para recibir las visitas del duelo. Hasta finales del siglo XIX se solía celebrar la muerte de un niño, comiendo, bebiendo y bailando. Eran seres puros, sin pecado.

Entonces, los fallecidos eran trasladados a los cementerios sobre los camellos. Y los que no tenían dinero para alquilar a uno de estos animales eran llevados a hombros por la comitiva, según lo recoge también el cronista Francisco Hernández Delgado.

En Haría, cuando se acercaba el fallecimiento de algún vecino se procedía de inmediato a encender el horno del pan, de esta forma se podía alimentar a los que se encargaban de llevar el cuerpo hasta el lejano cementerio.

En muchos pueblos de las Islas, como Teno, La Orotava o Güímar tenían un cajón de madera para uso general que servía para trasladar al difunto hasta la iglesia o el cementerio. Después una vez acabado con este servicio volvía a unas dependencias esperando a un nuevo fallecido. En la actualidad aún se conservan como reliquias algunos de esos viejos ataúdes sin excesivos ornamentos.

Relacionado con el culto a la muerte también existe en Fuerteventura la costumbre de instalar cruces en medio de caminos o sobre aquellos lugares en los que se ha producido un suceso terrible. En el Llano de Fimbapaire, en La Oliva, puede verse una gran cruz de madera en mitad de la nada. La imagen resulta especialmente llamativa. El historiador Pedro Carreño desvela que este símbolo tiene que ver con la extraña maldición que acabó con la vida de un joven de 20 años: "Cuentan que durante una disputa entre vecinos, el uno maldijo al otro pidiéndole a Dios que antes que el sol volviera a ponerse le quitara lo que más quería. Y así ocurrió, pues ese mismo día, cuando la tarde empezaba a caer, su único hijo, de repente, cayó muerto en aquel lugar". En su recuerdo, el padre ordenó levantar esa enorme y solitaria cruz.

En la noche de ánimas lo normal era sentarse en torno a una mesa y contar historias como éstas, cuentos sobrecogedores que dejaban al que escuchaba con la piel erizada.

La fuerza de Halloween

Los amantes de las tradiciones canarias y de la cultura popular sienten auténtico pavor y también pena ante la avalancha de celebraciones y modas que están acabando por instalarse de forma permanente, desplazando a otras propias. En el fondo, todos saben que lo que viene no hay quien lo pare.

José Luis Yánez dice que no hay quien frene a la fuerza de una publicidad global que invita a la diversión, a la fiesta, "aunque en muchos centros escolares, se está tratando de aportar información sobre lo que supone los finaos. Nosotros hemos asado 25 kilos de castañas en el colegio de Miraflores, por lo menos que los chicos sepan que eso forma parte de nuestra cultura".

Además, el Ayuntamiento Teror con el apoyo del Cabildo de Gran Canaria ha apostado por recuperar la tradición de celebrar los Finaos en la Finca de Osorio, después de que hace unos años dejara de realizarse. Ambas instituciones se han unido para que este evento, que se celebró en la noche de ayer, 31 de octubre, vuelva a atraer en el día de los difuntos a todos los que han querido disfrutar de esta vieja tradición.

Al margen de actos como estos, la realidad es que durante estos días, se ha podido ver cómo grandes y pequeños se visten de forma tétrica como moribundos, brujos o vampiros y corren despavoridos a disfrutar de Halloween.

Lo que empezó siendo una costumbre americana que llegaba a través de series de televisión y películas con ese "truco o trato", que nadie entendía, se ha convertido en una cita festiva que ya se practica en toda la geografía insular y nacional. Ver niños tocando en las puertas de los vecinos, disfrazados para la ocasión, y esperando que les den golosinas o frutos secos se está convirtiendo en la nueva costumbre.

Las llamadas fiestas de Halloween proceden de una vieja costumbre celta, que fue popularizada en Estados Unidos por los irlandeses en la segunda mitad del siglo XIX y que comenzó a celebrarse en forma masiva en 1921, cuando se realizó el primer desfile de Halloween en Minnesota, con el paso de los años y el apoyo de Hollywood, ya se ha extendido al resto del planeta.

Nadie puede negar el encanto de un simpático ET vestido como un fantasma y que trata de salir detrás de otro niño al que habían disfrazado de Yoda, o como extiende su dedo para intentar curar al hermano mayor del protagonista, que se había puesto en la cabeza un cuchillo de juguete manchado de sangre falsa.

Las películas, los escaparates y hasta las clases de inglés, en las que se incluye dentro del temario lo que supone la celebración del Halloween, están llevando al éxito extraordinario de esta festividad.

Pocos pueden reprimirse ante la fascinación que despierta aparecer como un zombi y sobre todo asustar al que mira.

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