Hace más de 2.500 años los babilonios estimaron que el año tenía 360 días y definieron el grado como la medida angular que giraban las estrellas alrededor de la Polar en un día. De este modo en un año los astros completaban un ciclo entero de 360 grados volviendo a la posición de partida o, lo que es igual, cuatro ángulos rectos de 90 grados cada uno. Astrónomos posteriores afinaron la duración del año a 365 días y un cuarto, pero aquella primera división del ángulo recto en 90 grados sobrevivió por ser 90 un número muy agraciado para las operaciones aritméticas y geométricas debido a su gran cantidad de divisores (2, 3, 5, 6, 9, 10, 15, 30 y 45).
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