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El rey de la ficción literaria, según Ford

El primer aniversario de la muerte de James Salter, el más grande escritor de escritores de la última era, permite revivir el encuentro entre ambos en Nueva York

El rey de la ficción literaria, según Ford

¿Por qué la ficción? El lector espera, como ha escrito Richard Ford, que en ella la escritura resulte más memorable y que al virtuosismo de las frases se una la fuerza de la imaginación para mayor gloria del placer. La ficción es uno de los alimentos espirituales de la humanidad. Nos refugiamos en su cuerpo para evadirnos por un instante del cerco a que nos somete la cotidianidad. Incluso la cotidianidad paseada por el tamiz de la ficción resulta soportable en cuanto la dejamos de padecer y nos es ajena. Ford, flamante Premio Princesa de Asturias de las Letras, escribía de las propiedades terapéuticas de la ficción literaria a propósito de James Salter, la persona que a su juicio manejaba el inglés americano con mayor soltura que cualquier autor de nuestros días.

Salter y Ford, además de admirarse mutuamente, eran amigos. El primero sabía que el segundo era uno de los grandes catalizadores de la gran literatura que nace en Hemingway, prosigue por los ríos más caudalosos, y desemboca en varios mares. El segundo conocía del primero, como también dejó escrito en Flores en las grietas, el libro en el que condensa autobiografía y literatura, que era el gran maestro de ese discurso de la vida y de sus pérdidas, de "cuando el tiempo ha convertido nuestro presente en polvo del pasado y sólo deja atrás silencio y melancolía: lo sonoro y lo táctil, pero también la pausa, el habla reprimida, la mirada apesadumbrada, la inspiración profunda, el contexto humano casi silencioso que lleva en su seno lo que es correcto y lo que no es, pero sólo por un instante". Escritor exquisito, héroe de la literatura en tiempos de antihéroes, dueño de una prosa deslumbrante, hay pocos autores que reclamen fidelidad del modo que lo hace Salter. Por eso se le consideró siempre un escritor de escritores. "Nadie con su capacidad para convertir en frases tanta información e imaginación verbal con tanta belleza y exhuberancia", escribió de él Ford. Nadie como él con el talento, la paciencia y la observación de los detalles para glorificar la ficción literaria.

Pero ¿hasta dónde alcanza la ficción? Nick Paumgarten, escritor habitual del "New Yorker" , contó cómo un día de verano de 1975 Barbara Rosenthal, que vivía con su marido, compositor de bandas sonoras, y sus dos hijas en una granja en New City, al otro lado del Hudson, recibió de su vecino y amigo Salter un ejemplar recién impreso de "Años luz". Mientras regresaba a su casa por el puente George Washington su hija empezó a leerle en voz alta pasajes de la novela. La música le sonaba, era familiar. Nedra Berland, la protagonista, hacía las mismas cosas que ella. Como ella, se quitaba los anillos para trabajar en la cocina, las descripciones físicas coincidían, al igual que la casa en el Hudson, las hijas, las mascotas y hasta la cesta de guijarros de la bañera. Todo casaba. El marido, Viri, el arquitecto judío, era también el suyo. Se dio cuenta más tarde, por la noche, prosiguiendo la lectura. Los Rosenthal eran los Berland de la ficción. La historia, como sabrán quienes la hayan leído, trata de la disolución de un matrimonio lastrado por las infidelidades, la disipación de la vida familiar y de la propia existencia, así como el efecto del paso del tiempo en la pareja. Salter, doblemente inspirado por la vida, escribió "Años luz" cuando su matrimonio se desmoronaba.

El pasado domingo se cumplió un año de la muerte de James Salter. Richard Ford y su admirado Salter, mucho menos aclamado que él por el gran público que compra novelas, mantuvieron en 2013 un encuentro en Nueva York. Salter tenía entonces 87 años y Ford no había cumplido aún los 70. En la conversación mantenida en el escenario de 92nd Street hubo un tercer invitado: Frank Bascombe, que volvía a la actualidad con 67. La última vez que se había dejado ver Estados_Unidos despertaba de la turbulenta elección entre Bush y Gore. Volvió empujado por el huracán Sandy, incluso por la propia inercia de la vejez, que no llega poco a poco, escribió Salter, sino que irrumpe como una avalancha. "Una mañana no hay nada nuevo, a la semana siguiente todo ha cambiado". Es uno de esos momentos en que la realidad supera sa la ficción .

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