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Cordial por pura genética

Resulta tan normal y cercano que no parece un aclamado cantante de ópera, por lo menos como cuenta la fama de divos superlativos que llevan sobre sus cabezas la mayor parte de estos artistas. Tal vez en el caso de Celso Albelo esa cordialidad, esa naturalidad le viene por pura genética. El hijo de Celso el taxista y de Adela, dos laguneros de San Benito, no podía ser de otra manera. Y él está tan orgulloso de su procedencia que no deja de hablar de su barrio, de esa zona de La Laguna marcada por los polígonos y por la estación de guaguas.

Cuando les dijo a sus padres que quería prepararse para ser tenor tampoco pusieron mala cara. Es verdad que tal vez hubieran preferido que acabara su carrera de Historia del Arte, y así tener posibilidades de dar clases en la Universidad, un trabajo en apariencia más seguro. Pero Celso y Adela sabían que su hijo tenía algo especial. Si los emocionaba cuando lo oían cantar en la tuna, y después en aquellos memorables conciertos del Orfeón La Paz, en el concurso de Rondallas del Carnaval. Cuando sintieron en su piel y en corazón lo que podía hacer en la música clásica entonces se rindieron a la evidencia.

Una de las situaciones más entrañables y emotivas que ha vivido Celso Albelo fue cuando delante de él, sentados entre el público, estaban ellos: unos padres nerviosos y orgullosos. "Ya sabes cómo son los canarios, siempre tratando de parecer tranquilos, de no llamar la atención, pero con esa cara que lo decía todo. Por esos momentos también vale la pena cantar".

Celso y Adela han estado de visita en Madrid, para ver a su hijo. Y el famoso tenor se acuerda que una vez pasando por la Plaza Mayor él le dijo a su madre, "alguna vez tendré una casa aquí". Su madre le respondió "ojalá mi niño". Y así fue, porque el cantante lagunero tiene un apartamento en esta zona de la capital.

Desde que Celso Albelo se ha convertido en un artista de fama, despertando la admiración de un gran número de fans, también ha logrado que sus padres amen la música clásica como unos fieles seguidores del género. Por eso Albelo no entiende que este género se vea como un mundo sólo apto para determinadas élites, "mis padres se emocionan con la ópera como lo puede hacer cualquier entendido del género". Él no se cansa de repetir que esto es sólo cuestión de piel y curiosidad.

Estos días de duro ajetreo, de haber estado en Nueva York, Moscú, Berlín, Madrid, con las diferencias de clima, con las inclemencias habituales que aparecen en los viajes largos, a Celso Albelo además de querer triunfar nuevamente en el Teatro Real, seguramente lo que le apetece es regresar a casa. Ponerse pantalones cortos, cholas y de la mano de su hijo salir a pasear, por la avenida de palmeras que hay en el Puertito de Güímar.

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