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Lo que jamás cantó La Voz

El enigma del viaje de 1947 a La Habana para conocer a Lucky Luciano, como invitado y tapadera de un cónclave mafioso, nunca dejó de perseguir a Sinatra

Frank Sinatra, en 1954. LP/DLP

El repertorio melódico de La Voz es indiscutiblemente bueno, sin embargo Francis Albert Sinatra jamás interpretó de manera creíble una canción que podría haberse titulado La maleta con dos millones de dólares.

El 11 de febrero de 1947 -el sábado pasado se cumplieron de ello 70 años-, Frank Sinatra vestido con un elegante atuendo de sport, desembarcó en el aeropuerto de La Habana acompañado de los hermanos Joe y Rocco Fischetti, mafiosos de Chicago, amigos de la infancia del cantante y vecinos de Hoboken. El primero de ellos le había animado para que conociese personalmente a Salvatore Lucania, alias Lucky Luciano, al que todo italoamericano de los suburbios profesaba admiración. Luciano vivía un largo exilio dorado en la capital de Cuba y tenía entre manos la idea de convocar a los principales padrinos del hampa para ser nombrado él mismo capo di tutti cappi.

El cantante portaba en la mano una vistosa maleta de cuero sospechosamente forrada por dentro de billetes. Un fotógrafo cubano plasmó la instantánea que primero vio la luz en el Havana Post, y luego dio la vuelta a América sembrando la polémica. Otro artículo posterior del columnista de sociedad Robert Ruark, que se publicó en varios periódicos estadounidenses acerca de una orgía en el Hotel Nacional a la que habrían asistido el propio Sinatra acompañado de Luciano y del hermano de Al Capone, Ralph Capone, confirmaba que el segundo de ellos vivía en Cuba y no en Italia. Allí es donde se había retirado inicialmente gracias, según las autoridades que se lo permitieron, a los servicios prestados a Estados Unidos durante el desembarco de las tropas en Sicilia en 1943. Pero, volviendo al hilo principal, Sinatra negó que hubiese participado en la bacanal. Dijo que se trataba de una malévola mentira y que él no confraternizaba con matones y delincuentes. Daba igual, los dados ya estaban rodando.

La isla era por entonces un destino apetecido para la diversión. La fama de sus casinos, el alcohol, la prostitución y los cabarets hacían de La Habana un lugar soñado. Ofrecía lo mejor para una clientela privilegiada, de americanos en su mayor medida. Cuba, a su vez, se beneficiaba de una situación única a 200 kilómetros de las costas de Florida. Bajo el gobierno semidictatorial y corrupto de Fulgencio Batista, se convirtió, además, en el refugio de hampones perseguidos por el FBI y la justicia americana, que abrieron night clubs y garitos dedicados al juego, mientras explotaban el negocio de los parquímetros.

Además de la admiración de cualquier latinoamericano suburbial por los chicos sabios del crimen que habían prosperado en la vida, Sinatra sentía un afecto especial por Luciano. Sus antepasados italianos eran de Lercada Friddi, el mismo pueblo de Sicilia donde había nacido este. Siempre negó la amistad con él pero los testimonios de los empleados del Hotel Nacional donde se alojaba dejaron constancia de los encuentros que mantenían, las fiestas en las habitaciones y hasta del grupo de prostitutas que acompañaron a los hermanos Fischetti en el avión que los llevó a la isla.

Joe Fischetti era toda una personalidad en los círculos del crimen. Cuñado de Al Capone, había heredado la parte del león de su fortuna y se movía en la mafia como un delfín en el agua. Frank Sinatra, su invitado por temporadas en Miami, había alcanzado notoriedad en el mundo de la canción y estaba de moda. Le hacía ilusión Cuba y, con el pretexto de conocer a Luciano voló a La Habana seguramente sin ser consciente de que lo hacía como invitado especial a una reunión de peces gordos de la mafia. El encuentro se celebró en la azoteal del Hotel Nacional y asistieron entre otros grandes capos Meyer Lansky, Vito Genovese, Tony Accardo, Albert Anastasia, Frank Costello, Mike Miranda y Augie Pisano.

Sinatra no participó en la cumbre, simplemente era la coartada: el protagonista de un supuesto homenaje que le quería rendir la gran familia italoamericana y que en el caso de tener que justificar la masiva presencia de padrinos la Mafia presentaría como excusa. Lo pasearon de un lugar a otro, se dejó ver por el Sloppy Joe's Bar. Y cuando alguien empezó a preguntarse por el contenido de la maleta, él respondió que se trataba de material de pintura por si Cuba le inspiraba. El rumor revoloteó sobre lo que de verdad contenía la valija: dos millones de dólares contantes y sonantes para Luciano. En el futuro, Sinatra pagaría como recadero los favores que le hacían los mafiosos. Además de ser su entertainer y la tapadera de algunas reuniones. Pero en esa primera ocasión, ante la insistencia, recalcó: "Haría falta al menos diez maletas así para transportar el dinero de Luciano". El enigma del viaje a Cuba no dejaría de perseguirle.

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