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Genealogía Antonio de Béthencourt, fallecido el 30 de marzo, se sentía orgulloso de su línea familiar con los guanartemes, según Díaz de Quintana

El último 'príncipe' de los guanartemes

Antonio de Béthencourt Massieu, como sus antepasados por rigurosa varonía, podrían llevar la legítima representación de la estirpe de los semidanes grancanarios

Antonio de Béthencourt, en uno de sus lugares de trabajo. M. D. D . Q.

Si la antigua casta prehispánica de los semidanes grancanarios hubiese tenido continuidad, y la estirpe dinástica iría recayendo en cabeza de la línea primogénita, el recientemente fallecido, Antonio de Béthencourt Massieu, fue entonces el último 'príncipe' de su generación. Sus antepasados, por rigurosa varonía, llevaban la legítima representación de la estirpe de los guanartemes. Su amor y entusiasmo por el postrero régulo isleño, y su ilusión de que sus restos pudieran reposar definitivamente en la tierra que le vio nacer, eran los compromisos inherentes a la sangre y el deber, como portavoz de aquel legado histórico, que quería cumplimentar.

Desentrañado la madeja genealógica de la estirpe que reinó en la Isla de Tamarán, de todos los hijos que debió procrear Tenesor Semidán en la gentileza, a la llamada por el bautismo Margarita Fernández Guanarteme la historia la ha reputado como la legitima heredera universal de la dinastía grancanaria, que nada tiene que ver esta ilustre fémina con la Arminda y Masequera de las crónicas insulares, sus primas.

Consta que la princesa galdense celebró matrimonio en el año 1499 con el joven poblador extremeño, Miguel de Trejo Carvajal, de "nariz afilada y de baja estatura", que procedía de una ilustre casa solariega de Plasencia. Miguel es el que consigue del Regimiento de la Isla que a su esposa se le reintegre la data de Guayedra, el predio solicitado en calidad de señorío por el propio Guanarteme a su padrino Fernando el Católico, "porque aquellas tierras eran dominios de mis antepasados". De la coyunda entre el capitán castellano y la isleña real nacieron seis hijos, de los que van a sobresalir en la sociedad de la época, Bernardino y María. De ésta última dama las almibaradas crónicas románticas la hacen nacida en Castilla, pero su indiscutible cuna fue en la ciudad de Gáldar en 1503. De la joven proceden los "ilustres Aguilares que tenían el privilegio de asiento en el primer banco de la iglesia de Santiago".

La sucesión

Bernardino, el punapal (el heredero), es el escribano mayor de las villas del Norte y hombre reputado en la comarca por su extensa heredad en las montañas de Tamadaba. Pero tiene la desgracia de verse implicado en el crimen del alcalde Hernando de Pineda, en Arucas, donde luego se puso la famosa cruz, y la familia tiene que ausentarse de la corte galdense. Aquella muerte violenta fue en venganza del asesinato en 1555 de Miguel, el mayor de los hijo de Bernardino y la princesa. En un barquichuelo salen los deudos del Guanarteme de manera apresurada por la costa de Sardina rumbo a la capital. Van a residir a una casa frontera de la ermita de San Antonio Abad, en Vegueta. Se dice que doña Margarita no pudo soportar aquella tragedia y murió de pena, siendo sus restos sepultados en el convento dominico de San Pedro Mártir, a cuyo monacato había ido a pulgar la culpabilidad de sus allegados y a ganar indulgencias.

Hereda la representación familiar el nieto mayor de la noble galdense, que responde por la filiación de Alonso de Carvajal Guanarteme y cuyo natalicio se fecha en 1542. Andando el tiempo la familia puede retornar al Norte, en donde tiene el grueso de su heredad en las productivas huertas de la Vega plantadas de cañas, pero ante la incomodidad de volver a Gáldar por los recientes sucesos, los representantes del antiguo reino abren residencia en la Villa de Guía, desde donde administran los cañaverales de la hacienda del patrimonio familiar y en donde comienzan a levantar sus informes de nobleza para acreditar la ilustre ascendencia que les va a eximir de pagar el diezmo al comunal de la Isla. De los dos matrimonios que celebra el jefe de la familia, nacieron dieciséis hijos. Seis con Emerenciana Jáimez, que aportó en dote el cortijo de Agazar, y el resto con María Calvo de Quintana, quien por su vinculación con la iglesia de Santiago de Gáldar y sus fiestas patronales de San Miguel, los deudos del Guanarteme tienen interés de seguir vinculados a la antigua corte, porque, además, no quieren abandonar la sepultura eclesiástica distinguida que les corresponden por su naturaleza "y que está cerca de la peana de Ntra. sra. de la Concepción de aquel templo matriz". La reconciliación llegó al fin con la tierra de sus ancestros De esta larga descendencia recoge el testigo el nuevo punapal, otro Bernardino de Carvajal Guanarteme, que viene al mundo en 1560. Se destaca defendiendo sus tierras, Fallece viudo de su prima Damiana de Aguilar en 1644 con la que alcanzó cinco hijos, heredando la representación del trono de Andamana, Diego Santiago de Carvajal Guanarteme. El nuevo sucesor tiene que establecerse en la villa de Agüimes porque el obispo, Francisco Sánchez de Villanueva, lo distingue con el cargo de escribano público de aquel señorío episcopal, que el galdense desempeñará de 1637 a 1651. Por sus excelentes dotes personales también ejerce la alcaldía del mismo término y, a falta de titular propietario, se encarga de la lonja de la escribanía de la ciudad de Telde. En Agüimes celebra en 1619 sus desposorio con Sebastina Gutiérrez de Avila.

El primogénito no alcanza de su matrimonio larga descendencia que perpetué el apellido. Solo logra la supervivencia una hija, María de Carvajal Guanarteme, en quien va a recaer el peso del compromiso hereditario. A partir de ahora la línea legatoria del Guanarteme irá cambiando de linajes por ser transmitido por hembras. María celebra nupcias con Matías de Espino Pelóz, también escribano público de la villa de Agüimes, y posteriormente de la ciudad de Las Palmas. A la muerte de todos sus primos sin descendencia, María es la que se arroga la única representación del legendario monarca, Y para que no quede dudas, su marido Matías levanta información para acreditar la nobleza de su mujer ante el escribano Francisco de Ortega en 1680, imponiendo la obligación a sus sucesores que la descendencia siguiera usando el apellido Guanarteme. De este enlace nacieron nueve hijos, heredando la representación el sexto, Simón Narciso de Espino Carvajal Guanateme. El nuevo punapal es capitán de milicias, escribano de cámara de la real audiencia y alcalde de la ciudad de Telde. De su enlace con su prima hermana, Alejandra de Espino Peraza de Ayala, nacen cuatro muchachas. Una vez más el matriarcado transmitirá el legado familiar a la sucesión. La mayor responde por la filiación de Sebastiana Manuela de Espino Carvajal Guanarteme. La acaudalada doncella es pretendida por la importante dote que aporta al casorio, por el terrateniente Alonso de Mújica-Lezcano y Moreo del Castillo, otro de los propietarios de extensos latifundios por la Isla, sobresaliendo entre sus heredades los famosos cortijos de Mirón en Arucas, el Dragonal, los Mondragones y Fagalairaga. El consorte es regidor perpetuo, castellano del castillo de La Luz y síndico personero de Gran Canaria. Las disposiciones sociales del antiguo régimen obligan al desposado a levantar nueva información de nobleza de aquella representación y lo acredita ante el escribano publico, Pablo de la Cruz Machado en 1745.

Los nuevos apellidos

El sucesor, Antonio de Mújica-Lezcano Carvajal Guanarteme, que sucede en todos los cargos de su padre, matrimonió con Isabel Benítez de Quintana y Grimón. Su hijo Cristóbal, continua la familia. Es teniente capitán del regimiento provincial de Telde, en cuya iglesia de San Juan celebra sus nupcias con Antonia de Aguilar Zapata. Del enlace procedieron cinco hijos, que fueron extinguiéndose sin descendencia. Solo supervive la teldense Amara de Jesús de Mújica-Lezcano Carvajal Guanarteme, que asume la representación, el patrimonio y los demás derechos de la casa. Doña Amara celebra su matrimonio en 1816 con José Luis de Béthencourt Perdomo, comandante graduado de las milicias provinciales y regidor de Lanzarote. La representación entra por tanto en la saga de los descendientes del histórico barón normando, Jean de Béthencourt. Los cónyuges serán los tatarabuelos de nuestro Antonio de Bethencourt Massieu, porque de aquellas nupcias entre la teldense y el conejero fue el primogénito, Andrés de Bethencourt Mujica, otro capitán de milicias, provinciales y padre de José Joaquín de Bethencourt Ginori, Licenciado en Derecho, quien por su profesión de abogado se establece en Sevilla y allí casó con Rosario Domínguez Caro, de encumbrada familia andaluza condecorada con el título de barones de Gracia Real. En Sevilla nació Juan de Bethencourt Domínguez en 1877, padre del historiador desaparecido.

La relación de estos isleños en tierras hispalenses iba a quedar fuera del ámbito insular, pues las metas que tenía el genealogista Francisco Fernández de Bethencourt, deudo cercano de sus parientes sevillanos, era que en la capital de España, en donde el ilustre papelista lanzaroteño brillaba en la más alta esfera social de la corte, el heredero del Guanarteme quedara establecido en la metrópoli codeándose con los Grandes de España. El sevillano Bethencourt ya era caballero de Calatrava y comendador de la orden de Villaviciosa de Portugal, puertas de entrada para pertenecer a la conspicua nobleza española.

El regreso

El viaje de Alfonso XIII a las Islas Canarias en 1906 va a cambiar el rumbo del padre de don Antonio. Su pariente, el nombrado genealogista Fernández de Bethencourt, tiene el encargo del soberano de proponer a la Corona la relación de los gentilhombres de cámara con ejercicio que el monarca ha de nombrar con motivo de la regia visita. El emisario para cumplir con el encargo se traslada al Archipiélago acompañado de Juan, su ahijado y sobrino, que también es beneficiado por el rey con la llave de gentilhombre de Su Majestad. Juan de Béthencourt Domínguez, de 30 años de edad, en su visita a la Isla queda entusiasmado de una bella canaria, Dolores Massieu de la Rocha, que cifraba las 21 primavera y era hermana de don Felipe, el que luego será marqués consorte de Arucas. La boda del heredero del Guanarteme con la agraciada isleña se formaliza con gran regocijo en la vecina parroquia matriz de San Agustín en 1907. Del aquel consorcio nació la numerosa prole de nueve hijos.

El penúltimo de tan larga saga es nuestro Antonio Luis Gonzaga Ignacio de Loyola Juan José Joaquín Rafael Francisco Rufino de Béthencourt y Massieu, que viene al mundo en la casa solariega de los Massieu de la calle Castillo el 16 de noviembre de 1919. Don Antonio fue el ultimo de la ilustre descendencia en cerrar definitivamente una de las paginas históricas más aromadas de rancios linajes, coronas y dinastías de nuestras Islas. A él le ha de gustar este recuerdo.

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