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El despojado pazo de Meirás

La biógrafa de Pardo Bazán asegura que la mujer de Franco, Carmen Polo, ya se comportaba como la dueña del pazo meses antes de que se le donase

Emilia Pardo Bazán, en una imagen de la época.

"Junio de 1938. Un coche negro avanza por el camino que lleva al pazo de Meirás. Dos de sus ocupantes son militares de uniforme: un cabo y un capitán. Detrás va la Señora (Carmen Polo, esposa de Franco), que pronto será la dueña y ha querido hacer una visita privada a su nueva posesión lejos del protocolo. Junto a ella, un clérigo con las manos cruzadas...".

Con este aire de suspense novelístico arranca la última biografía de la escritora Emilia Pardo Bazán ( La luz en la batalla, Editorial Lumen, 680 páginas) publicada por la investigadora Eva Acosta, que la crítica nacional ha saludado como la obra definitiva sobre una de las figuras más importantes del XIX y principios del XX español.

Acosta decidió comenzar su exhaustivo estudio sobre Pardo Bazán -al que dedicó diez años de investigación- con un revelador capítulo sobre el Pazo de Meirás sin sospechar que la publicación de la obra coincidiría con una gran polémica mediática y política sobre la titularidad de la histórica propiedad.

"Hace años -continúa el texto sobre la irrupción de la mujer de Franco al pazo en 1938- Carmen Polo había leído en una revista que la Pardo Bazán tenía su estudio en la torre de levante del pazo de Meirás, la más alta, desde cuyas ventanas admiraba el paisaje de las Mariñas. Allá se dirige ahora con su escolta mientras establece en ojeadas certeras el inventario de cuanto encuentra a su paso. (...) La Señora (Carmen Polo) abre uno por uno los cajones: más papeles. Manuscritos, apuntes, todos atados con cinta azul. Apenas ojeados los títulos los deja otra vez en su sitio. Cartas, muchas cartas, remitidas algunas por gente que la Señora no conoce, otras por nombres como Benito Pérez Galdós, Marcelino Menéndez Pelayo, José Lázaro Galdiano, Francisco Giner de los Ríos, Vicente Blasco Ibáñez, Leopoldo Alas... Paquetes de hojas tituladas Diario, Diario de viaje... Sin alterar el rostro comienza a leer; seleccionar una frase aquí, otra allá, con la misma atención calculadora que antes dirigió a los muebles. (...) De pronto restalla como un latigazo la voz seca de la Señora, que se ha levantado, un poco pálida y, poniéndose los guantes, camina ya hacia la puerta:

-García, quema los papeles que hay en los cajones. Todos".

Eva Acosta recrea en este revelador pasaje el 'auto de fe' ejecutado por la mujer de Francos con la memoria de Emilia Pardo Bazán, con el que fue destruida de paso buena parte de la intrahistoria del siglo XIX y parte del XX de nuestro país, celosamente guardada en el pazo coruñés.

La investigación de Acosta se basa fundamentalmente en una conversación desvelada en 1988 -tres años antes de su muerte- por Ricardo Gullón (gran especialista en Galdós, académico y premio Príncipe de Asturias), que habría sido informado de lo sucedido en el pazo en 1938 por el mismísimo capitán que acompañaba a Carmen Polo durante la quema de los documentos.

"No sé si alguien logrará alguna vez documentar la destrucción de este emblemático archivo. Lo que sí es cierto es que Ricardo Gullón lo dejó por escrito en 1988, con lo cual, palabra de Dios. Él lo expresaba exactamente con la frase 'auto de fe'. Es estremecedor", afirma Eva Acosta. "La publicación de la biografía coincidió con todo el lío de la propiedad del pazo, qué casualidad. Me parecía una escena significativa del destino final de la familia de Emilia Pardo Bazán", añade la historiadora.

Eva Acosta investigó también en la Academia Galega. "Allí falta justo la franja digamos de documentación personal, todo el epistolario. Hay documentos sobre administración del pazo y cosas de ese estilo, incluso documentos de Cavalcanti y cartas familiares de José Quiroga, el marido, pero justamente lo que debería ser el gran archivo de Emilia Pardo Bazán está ausente", señala.

El texto sobre el expolio llevado a cabo en el pazo en junio de 1938 da a entender que Carmen Polo se comportó como dueña del pazo meses antes de que le fuera donado, en diciembre de ese mismo año.

"Hay un acuerdo previo a la parafernalia de la entrega -afirma Eva Acosta-. Había interés de la élite local por congraciarse con el dictador, dado que Coruña tuvo un gran énfasis republicano. A lo mejor para evitarse represalias posteriores.

Meses antes de que aquello estuviera oficialmente entregado a Franco, Carmen Polo estuvo en Meirás con su hermana y su niña. Aparte, el pazo había tenido otro posible fin, porque Blanca, la hija mayor de doña Emilia, pretendía dejárselo a los jesuitas. Posiblemente ya había una idea del círculo de Franco de que querían quedarse con el pazo".

La biógrafa de Pardo Bazán opina que los Franco perdieron la oportunidad de congraciarse con A Coruña devolviendo el pazo de Meirás, que es usado últimamente como escaparate de exclusivas a la prensa rosa.

"Habida cuenta de las circunstancias en las que la familia Franco adquirió el pazo de Meirás, quedaría muy elegante por su parte tener un rasgo olímpico de decir, ahora soy yo quien da el paso y lo cedo airosamente a la ciudad de A Coruña", mantiene Acosta.

Esas circunstancias distan mucho de ser una "generosa donación del pueblo", según la versión oficial. Existe abundante documentación que demuestra que las donaciones para regalarle el pazo a Franco no fueron voluntarias, sino resultado de la presión de falangistas y autoridades franquistas en 1938 en el contexto de represión de la guerra civil (más información en la página 17 del diario de hoy).

"El expolio no se limitó al dinero de la población. Terrenos, casas, e importante patrimonio artístico fueron usurpados por parte de la familia Franco, que se lucró y se sigue lucrando de esas propiedades", afirma el investigador Carlos Babío, exconcejal de Sada y nieto de expoliados, que ultima un libro sobre el pazo con el historiador Manuel Pérez Lorenzo.

Un ejemplo son las esculturas del Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana guardadas durante años por los Franco en la Casa Cornide de la Ciudad Vieja coruñesa, que el Ayuntamiento de Santiago de Compostela les reclama ahora.

Uno de los episodios más oscuros sobre el patrimonio artístico acumulado en Meirás tiene relación con el incendio del pazo en 1978, en el que según la familia Franco se destruyeron importantes obras de arte y valiosas antigüedades.

El 7 de abril de ese año, dos meses después del incendio, Carmen Franco, hija del dictador, fue retenida por la policía en Barajas cuando estaba a punto de tomar un vuelo a Suiza. Llevaba en el bolso dos kilos de oro y diamantes en monedas, broches y joyas.

Poco después del incidente en el aeropuerto, también en 1978, el County Museum de Los Angeles vendió a un comprador desconocido una versión de La marquesa de Santa Cruz, el cuadro de Francisco de Goya que Franco escogió para regalar a Hitler en la entrevista de Hendaya.

La obra retrata a la marquesa tumbada sobre un canapé con una lira que lleva grabada una esvástica, aunque cuando Goya pintó ese cuadro en 1805, había usado la cruz gamada como emblema mitológico mucho antes de que los nazis lo convirtieran en símbolo del fascismo en Europa.

El cuadro fue llevado a Hendaya, pero nunca llegó a manos de Hitler. Y la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica sostiene que estaría entre los bienes que los Franco pudieron sacar de España tras el misterioso incendio en Meirás.

"Toda la documentación sobre aquel siniestro está clasificada", relata el investigador Carlos Babío, que recuerda que en los días previos al incendio los vecinos observaron un movimiento poco habitual de camiones de carga, algunos militares.

"Explicaban que era para trasladar madera de una tala, pero todos iban tapados con lonas y salían y entraban del pazo escoltados por soldados y guardias civiles", asegura el investigador Carlos Babío.

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