La Provincia - Diario de Las Palmas

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Castro no tiene quien le suceda

Los cubanos enfrentan con apatía la renovación al frente de un país envejecido y castigado por la emigración juvenil

Raúl Castro. EFE

Como le ocurrió al coronel de la novela de García Márquez, que no tenía quien le escribiera, parece que Raúl Castro no tiene quien le suceda en la presidencia del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba. Si hace unos meses hablábamos aquí de cómo se miente en la mayor de las Antillas, resulta que, una vez más, la noticia del relevo en la Jefatura del Estado cubano anunciada por el propio Raúl hace más de un año para febrero 2018, ahora se retrasa hasta el 19 de abril. La causa de esta demora, según la Asamblea Nacional, no es otra que los destrozos producidos por el huracán Irma hace unos meses, y que requiere una dedicación especial por parte del Gobierno para paliar los 13.000 millones de dólares en daños. Si era el vicepresidente, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, Santa Clara, 1960, el llamado a suceder a Raúl, y la causa del retraso son las pérdidas provocadas por un huracán, mal va la cosa si el jefe no ve al candidato con capacidad suficiente para resolver ese contratiempo climatológico, pues hay que pensar, en consecuencia, cómo lo verá entonces para llevar en sus manos todos los asuntos de Estado.

En una economía siempre en la cuerda floja, a pesar de la condonación de 1.500 millones de dólares por España dentro del programa de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), y de la mejora del turismo, que pasó de 2 millones de visitantes hace tres años a 4 millones setecientos mil este año, el reto no es fácil y la desaparición de los Castro de la cúpula del poder es un cambio demasiado llamativo que estremece al sistema con tantas transformaciones inmediatas como necesitan, entre las que destaca la unificación monetaria, que llevan estudiando desde 2013. Ahora funcionan el peso cubano y el peso convertible. Un peso convertible, o CUC, cuesta 25 pesos cubanos. La gente cobra en pesos cubanos, pero tiene que comprar la mayoría de las cosas en peso convertible. Raúl Castro ya indicó hace mucho la necesidad de dejar una sola moneda, y lo repitió, una vez más, hace unos días en el último Pleno del Parlamento de 2017: "No puede dilatarse por más tiempo esta situación". Si parece que el presidente no encuentra quien le suceda, tampoco parece saber cómo llevar el país a la moneda única de una vez y sin que se hunda.

El paso del huracán Irma por Cuba a primeros de septiembre de 2017 no afectó de modo especial a los 16.000 socios de un centro de La Habana. "Apenas rompieron unos cristales del despacho del presidente Longinos Valdés, que ahora está en España". Según declara la actual vicepresidenta, la española Ana María Suárez Ferrería. "Por suerte, aquí sólo fue la inundación," aclara Roberto Fernández, tesorero del Centro, nacido en La Habana en 1936. "A los 10 años me llevaron a España, para regresar en 1946, donde me quedé definitivamente".

Se nota un cierto optimismo en esta directiva, una especie de mundo aparte ajeno a la Cuba de a pie. "Nosotros no sabemos nada de la sucesión de Raúl, dicen que puede ser Díaz-Canel. Son comentarios de la calle," asegura Adela Sierra. Dicen que dijo el poeta Federico García Lorca que "el casado a la semana de la boda abandona la cama por la mesa". En Cuba la cama sigue, se supone, pero los placeres de la mesa se han perdido.

"Mi papá puso una cafetería cerca del hospital Hermanos Ameijeiras, el restaurante El Escorial, de comida tradicional española, con servicio de comida a domicilio", afirma Ana María Sierra, La Habana, 1958, segunda hija de Ismael Sierra, doctora nutricionista. "Cuando llegó la Revolución en 1959 le cerraron el restaurante. Él siguió trabajando en lo que el Estado le ofreció hasta la jubilación".

La doctora Ana María Sierra trabaja en la Unidad Municipal de Higiene y Epidemiología, en el departamento de salud ambiental escolar, del trabajo e higiene de los alimentos del barrio de Centro Habana. Es una privilegiada con un salario de 1.600 pesos cubanos (63 euros al mes). "Los centros de elaboración hacen los menús para los niños, profesores y ancianos de los comedores comunitarios. Los manipuladores tienen que hacer un chequeo anual". Le digo que he visto a unos escolares merendar mazorcas de maíz hervido en la calle y que luego llegaron a una pequeña pizzería. La profesora preguntó quién quería pizza, todos respondieron afirmativamente. Pero el barrio llevaba todo el día sin gas y no habían podido cocinarlas. A la pulcritud ejemplar de los uniformes se une la dificultad de una alimentación sabrosa.

"Les gustan mucho las mazorcas. A veces se hacen a la parrilla. Las palomitas de maíz también les gustan mucho", afirma la doctora Sierra. ¿Y el pescado? "Hay, en carnicerías especiales, tiburón... Hay picadillo, hamburguesas? Las costumbres son distintas aquí que en España. En España hay derroche de proteínas. Cuando fui allá yo lo vi. Los pinchitos llevan grasa, que cuando llega la comida ya no tengo hambre. Chorizo, jamón, tortilla, queso. Todo tan rico, el arroz con leche, los mariscos, está todo buenísimo". "Yo veo", le digo, "que la gente tiene bastantes problemas a la hora de comer". "¡Ya! ¡Ya! Apague la grabadora. Yo no quiero hablar de eso".

En muchas calles hay bares que fabrican en exclusiva perritos calientes, perros, como les llaman allá. Julio, el encargado de uno, dice que la carne de la salchicha es de Chile, los hacen con un poco de mostaza y es el desayuno o la comida de mucha gente. Un perro y una lata de refresco gaseado cuestan 20 pesos cubanos (0,80 euros). "Se venden unos 1.000 perros diarios. Algún día habrá que hablar del milagro cubano. Cómo un sistema popular sobrevive en silencio con un perrito caliente, tan americano, pero tan útil".

Yaimé González es profesora de Gimnasia para escolares en un colegio de un barrio de cierto nivel económico. Se levanta a las cinco para entrar a las siete y sale a las 17.00. "El almuerzo (comida del mediodía), que facilita la escuela, es incomible, y cada profesor e incluso la mayoría de los niños llevan la comida de casa".

Como contrasentido, algunas páginas de la prensa oficial ofrecen "siete consejos para una alimentación saludable. El tres: CCF: calidad, cantidad, frecuencia. Cuatro: plato colorido. Incluye la mayor cantidad de colores en tu alimentación. Los pigmentos son ricos en fitonutrientes", como las frutas y verduras (una manzana cuesta 0,50 euros). "Seis: no sacralices la ingesta de carne, disminuye tu consumo de grasa y aumenta el de vitaminas, minerales y fibra".

"A mí me crió un español que se llamaba José Fernández. Eran tres hermanos, con Jesús y Juan, que tenían el restaurante Mr. Pepe's. Mi papá se murió cuando yo tenía 4 años, y José Fernández se casó con mi mamá, que se llamaba Antonia López Seller". Así empieza la vida de Roberto López, Cárdenas, Cuba, 1 de octubre de 1927. Roberto López vive en una pequeña casa de unos 20 metros cuadrados. Una cocina eléctrica sobre una meseta, un retrete tras una cortina y una habitación de 7 metros con cama, paredes llenas de fotos de familia: su mujer, su hija, de 62 años. La casa, enclavada en un edificio de amplios rellanos, está al lado de la plaza de la Catedral de La Habana. "Llevo más de 61 años en esta casa. Mira la foto de Areces, el Rey Juan Carlos, una placa del Sporting. A los 18 años ya era cocinero. Trabajé en el bar Payret, frente al Capitolio. En 1948 entré en el Club de Cantineros. Luego pasé de cantinero a coctelero. Vivo con este perrito, El Niño, que no come más que pollo. Estuve 6 meses en Nueva York, donde trabajé en una tienda de varios. Allí comí mucho bistec de búfalo. Volví a Cuba, a la rotonda de Cojímar, donde inventé un cóctel llamado Horizonte. Conocía más de cien cócteles. Vivo solo en esta casa. Tengo una pensión de 242 pesos (9 euros). Yo lo hago todo, lavo, coso, cocino, gracias al Todopoderoso".

Daniel Rivero fue mecánico naval. Está jubilado de la Marina mercante. Tiene 64 y años y una pensión de 14 euros al mes. "Yo tengo que resolver particular de soldador, electricista, plomero. Antes de la Revolución el Gobierno traía casajo (carne de res) de Montevideo. Una libra (453 gr) de bistec de res valía 12 centavos, ahora vale 240 pesos cubanos (5,30 euros). Un litro de leche valía 20 centavos. Ahora sólo hay en los hoteles y vale 1,9 euros". Daniel Rivero llevaba cítricos y traía piezas de recambio. "Íbamos a España, China, Japón. Era en los años 80. Pero hubo una plaga de planta marabú y acabó con las cosechas. La flota la quitaron en los 90. La mercante y la pesquera. Si hubiera comida, al cubano no le importa a quién pongan cuando marche ­Raúl."

Dalia Fernández tiene 50 años, aspecto depauperado y depresivo, no trabaja. "Ando buscando. Los salarios son muy pobres. Quisiera vender mi casita para irme a cualquier parte. No tengo mamá, ni papá, ni esposo. Quisiera encontrar a alguien que me guíe y crear un futuro como merece cualquier ser humano. ¡Me voy a volver loca! Aquí no hay más que pollo. No conocemos el pescado. A los niños hasta los 7 años les dan una bolsita de leche en polvo a la semana. Luego una bolsita de yogur de soya (soja). Mi hijo de 23 años quiere formar un grupo y virarse contra el Gobierno, y me lo van a matar. ¡Me voy a volver loca!".

En Cuba también se puede disfrutar de los placeres de la mesa, pero a precio prohibitivo para salarios de 20 o 30 euros. Carlos Cristóbal, La Habana, 1953, trabajó en España, Brasil, Italia, EE UU, siempre dentro del gremio de la hostelería. Ríe sin cesar y tiene don de gentes. Hace ahora 7 años abrió el Paladar San Cristóbal, que se hizo famoso por comer en él Barack Obama, la cantante Beyoncé, el expresidente Correa de Ecuador, o la presidenta Bachelet de Chile, entre otros personajes. "Obama llegó de improviso, teníamos una reserva para varios americanos y parece que al final él se embulló también. Con Trump hay menos movimiento. Los americanos llegan en paquetes turísticos. Aquí trabajan 16 personas. Esto era mi casa, y convertí el patio y las habitaciones en restaurante. Mi familia vive arriba. Las paredes son marquetería original de Italia. Un amigo me ayudó a decorarlo y ahora soy yo el que va poniendo cosas. Pongo fotos, entre las que está la de usted con su libro Todo fue en La Habana. Aquí vienen también asturianos, pero vienen camuflayaos, porque no lo ­dicen".

"No hay papas en ninguna parte, ¿usted dónde las consigue?". "Compro en las regiones paperas por sacos, Batabanó, Güines, Cienfuegos. Todo escasea, pero todo se consigue. Hay incluso un Festival de la papa. El cubano tiene un carisma, y a pesar de todo lo que sufre es muy alegre, pero si no fuera por el bloqueo, Cuba sería el país más rico del mundo".

Los camareros son cuentapropistas, es decir, autónomos. Cada uno cobra 5 pesos convertibles (4,5 euros) al día y paga el 13 por ciento al Estado. En los negocios privados hay un proceso rotatorio de camareros. Del año pasado no queda ninguno. Algunos se fueron de Cuba.

Todos se van

La escritora cubana Wendy Guerra saltó a la fama literaria con su novela Todos se van, premio Bruguera 2006, donde hablaba de la marcha de jóvenes de la isla. Esa afirmación sigue más vigente que nunca. Ha nacido un nuevo costumbrismo que consiste en mostrar indiferencia ante el interlocutor si el asunto que tratan no está relacionado con la salida de Cuba hacia otros países. Tanto tiempo escuchando la monotonía de los medios de comunicación ha vacunado a la población contra la palabrería de siempre. Y lo único que causa alerta es la emigración. Observando este socialismo disfrazado de idilio entre Gobierno y pueblo, donde todo se presenta como un valioso regalo envuelto en un exitoso Festival de Cine Latinoamericano, celebraciones del primer aniversario de la muerte de Fidel Castro (nunca dicen la muerte, sino su partida hacia la eternidad) o 'el novio de todas las niñas', noticias triunfalistas, declaraciones de estudiantes en TV que parecen salidas de un guión de teatro, y un paripé caribeño con los países afines: Nicaragua, que pasó del socialismo sandinista del recién premiado con el 'Cervantes' Sergio Ramírez a una apropiación paulatina de todas las empresas nacionales, o Venezuela, ejemplo de desplome económico y democrático; todo eso solapa, o lo intenta, la realidad de la calle.

Tras las últimas elecciones del pasado 26 de noviembre para elegir a los delegados municipales a la Asamblea Nacional del Poder Popular, Amaya Álvarez, una joven universitaria, bien documentada, con ideas claras y visión de futuro, opina: "La gente no se cuestiona las elecciones. Hay grandes niveles de apatía, cada uno piensa en sus problemas y la política la ve como algo en lo que no está involucrado. Hay una especie de manto que lo cubre todo y los jóvenes se cansan de tanto oír de sus mártires, de tanto palabreado donde se prostituye la historia. Queremos otra clase de revolución. Todo el mundo piensa que la solución está en emigrar. Yo nunca quise irme de Cuba. Hay que participar más. Y más allá de lo que te dejen o no, hay que saber con qué niveles de inercia contamos. El pueblo cubano ha perdido la valentía y la rebeldía porque no hay interés. Todo se reduce a poner un negocito familiar o emigrar. Yo sufro a diario con la distancia, porque las familias se están quedando solas. Tienes que acudir a un continuo flujo de cambio de amistades. Hay una población envejecida. Y debido a las bajas pensiones muchos ancianos tienen que atender baños públicos o hacer de custodios, no pueden estar tranquilos en sus casas. Vas en una guagua y no ves más que a gente mayor. Porque los jóvenes tienen 10 pesos para coger una máquina (taxi nacional). Y se pasan horas en una cola para recoger la chequera de la pensión. La mayoría de su familia está fuera de Cuba".

¿Cómo se presenta el relevo de Raúl Castro? "La gente ni se lo plantea. El debate en la calle es nulo en cualquier círculo en que estés. La gente va a votar porque te llaman insistentemente a la puerta para que vayas. Pero sólo una minoría piensa que hace un ejercicio ciudadano. Hay mucha desconfianza. Y una extraña esperanza: cuando llegue Obama al poder, cuando venga aquí, cuando se muera fulanito, cuando suceda esto o aquello. Buscamos una motivación que venga de fuera, pero somos nosotros los que tenemos que creernos las cosas".

Elaine Vilar Madruga, La Habana, 1989. Es uno de los valores literarios más destacados de la nueva generación de escritores de Cuba. Poseedora de una treintena de premios en diversas categorías creativas, su libro Fragmentos de la Tierra Rota figura entre los 30 más destacados en español publicados en 2017, según el portal Literatura Fantástica. Acaba de regresar de Toronto, Canadá, donde estuvo tres meses promocionando su literatura. "Tengo una disciplina de trabajo muy fuerte. Los ojos de la sucesión de Raúl están puestos en Díaz-Canel, que traerá nuevas ideas, que irá incorporando poco a poco. Como dijo Juan Pablo II aquí: "Cuba debe abrirse al mundo y el mundo debe abrirse a Cuba". Entra en la dinámica del tiempo contemporáneo. "Cada vez se están acercando más artistas, intelectuales, personas del pensamiento. Hay una población envejecida. Un 20 por ciento de varones jóvenes universitarios se ha ido. Es un tema a debatir para ver el modo de revertir estas coordenadas. Hay que tener las puertas abiertas para ir y volver. Es el ritmo normal que se lleva en otros lugares del mundo. Además, nosotros somos una isla ubicada en un lugar muy interesante porque estamos a medio camino entre América Latina y América del Norte. Yo tengo la esperanza de que esta pirámide invertida, que surgió en los 80 y que seguimos arrastrando, tiene que caer para que los ángulos ­sean iguales. Con los nuevos negocios la cara de La Habana ha cambiado, hay más luces. Hay un cambio en La Habana de hace 10 años. Eso es bueno, que haya una evolución. Está en planes ir a España. Tengo muchos amigos allá. Gente que considero mis hermanos. No tengo hermanos biológicos, pero muchos espirituales".

Hay unos 500.000 trabajadores por cuenta propia en Cuba. Julio Feliú es un estilista, de 27 años, cuentapropista de la peluquería-barbería La Juve. Tiene una casa alquilada por 500 dólares al mes, en el barrio del Vedado, y da servicio de 12.00 a 23.00 horas. Es una nueva generación de emprendedores que marca una diferencia con el trabajador por cuenta del Estado.

Tras el triunfo de la Revolución en enero de 1959, Fidel Castro entró en La Habana e instaló el cuartel general en la planta 22.ª del hotel Habana Hilton, hoy Habana Libre, en la suite Castellana. Un espacio amplio con dos habitaciones que ocupaban Fidel Castro y Celia Sánchez, su colaboradora directa, y el resto de los 33 revolucionarios que llegaron en la primera columna y que se instalaban donde podían dentro de esa estancia con varios cuartos. Allí se firmó la primera ley de Reforma Agraria en 1961 y se dio la primera rueda de prensa. Se mantuvo aquella suite como Jefatura del Estado desde el 8 de enero de 1959 hasta el 18 de marzo del mismo año. Aunque Fidel siguió usando aquel refugio unos meses más como lugar de reposo y aislamiento. En las paredes se siguen conservando cuadros de René Portocarrero, uno de los grandes artistas de Cuba del siglo XX. La porosidad del sistema traspasa incluso las paredes de los grandes hoteles. Y esta suite es considerada como lugar de culto, donde no se pueden hacer fotos, la llave está en poder de la jefa de personal y hay que ir acompañado por un miembro de seguridad y una guía llamada Sirinay.

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