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Entrevista | Zafira Castaño

"Es importante enseñar a las nuevas generaciones a no tener miedo a formarse fuera"

"Los investigadores estamos muy ilusionados, porque la investigación contra el cáncer está avanzando", destaca la bioquímica, investigadora española en Harvard

Castaño, en la Escuela de Medicina de Harvard. LP/DLP

Zafira Castaño Corsino (Langreo, 1980) es doctora en Bioquímica por la Universidad de Navarra y desde hace ocho años reside en Boston (Estados Unidos), donde es profesora e investigadora en la Escuela de Medicina de Harvard. Además, a través de una fundación de la que es cofundadora, desarrolla una intensa labor para ayudar en su carrera profesional a los jóvenes talentos investigadores españoles. Castaño, especializada en los mecanismos de progresión del cáncer de mama, es autora y/o co-autora de 11 publicaciones científicas en revistas de alto índice de impacto como Cancer Discovery.

En su última investigación, publicada en Nature , han identificado una proteína procedente de células del sistema inmune y que podía ser clave para desarrollar nuevos medicamentos que frenasen la metástasis. ¿Cómo funciona ese mecanismo biológico?

En los últimos años hemos encontrado en modelos preclínicos, en experimentos con ratones, que ciertos tumores primarios inducían una respuesta inmune que, sorprendentemente, evitaba el crecimiento de las metástasis en los pulmones. Cuando utilizamos las últimas tecnologías en genómica e inmunología para estudiar qué características tenían esos pulmones en los que las metástasis no crecían, encontramos que había una alta inflamación, y que las propias células del sistema inmune expresaban una citokina (la interleukina 1B, IL-1B) que era responsable de, en primer lugar, bloquear la diferenciación y el crecimiento de las metástasis, y, además, de retroalimentar la inflamación, de forma local, atrayendo más células del sistema inmune que inhibían a esas metástasis.

¿Y qué relevancia tiene ese hallazgo?

En mi opinión, es un gran descubrimiento y abre nuevas vías para el desarrollo de nuevas inmunoterapias para evitar el crecimiento de metástasis, que son las responsables de la muerte de los pacientes.

¿Qué hemos de esperar de la inmunoterapia?

En el campo de la inmunoterapia, en la pasada década ha habido unos grandes esfuerzos y resultados esperanzadores, especialmente en melanoma y carcinoma no microcítico de pulmón. De hecho, la primera inmunoterapia aprobada se remonta a 1992, cuando otra citokina, la interleukina 2 (IL2) se aprueba para el tratamiento del cáncer. Sin embargo, se han encontrado muchos efectos secundarios, debido a la administración sistémica en pacientes. El hecho de que, de una forma local, hayamos podido inducir una respuesta inflamatoria que se retroalimenta y que inhibe el crecimiento de las metástasis es esperanzador. De hecho, desde hace unos meses, he empezado a colaborar con ingenieros biomédicos del centro Bioforge, de la Universidad de Valladolid, en concreto con Arturo Ibáñez, para diseñar gracias a sus biomateriales basados en elastinas, polímeros conjugados con la IL-1B que nos permita dirigirlos específicamente a las metástasis y liberar de forma local y controlada la citokina.

¿Cuáles son los aspectos de la lucha contra el cáncer en los que usted está centrada?

En la última década me he especializado en inmuno-oncología, específicamente en el ambiente tumoral y en cómo el sistema inmune es decisivo para acelerar o inhibir las metástasis. Me parece apasionante descubrir cómo las células tumorales utilizan nuestro propio cuerpo para convertir lo hostil en permisivo. En el futuro próximo estoy muy interesada en dirigir mi carrera hacia la industria farmacéutica, para trabajar con equipos en descubrir y crear nuevos fármacos que puedan curar a los pacientes que, a día de hoy, no responden a las terapias existentes.

¿En general, en qué punto se encuentra la investigación científica contra el cáncer?

En la última década ha habido grandes avances en el campo de la inmuno-oncología, y muchos esfuerzos en reeducar el sistema inmune para atacar a las células tumorales, aunque es una idea muy antigua, que se remonta a los primeros descubrimientos de Sir Coley en 1893, cuando inyectaba bacterias a pacientes con cáncer y después de una gran reacción sistémica acompañada por altas fiebres, veía que los tumores desaparecían. Hasta ahora ha habido muchos esfuerzos e inversiones de dinero en el desarrollo de fármacos que ataquen las células tumorales en base a sus mutaciones genéticas o expresión aberrante de proteínas. Pero la triste realidad es que las células tumorales son muy heterogéneas, y aquellas células que no expresan las mutaciones contra las que el fármaco iba dirigido, acaban rehabitando el tumor y creando las metástasis. Por ese motivo, en la última década está cambiando la aproximación para desarrollar nuevas terapias, utilizando el sistema inmune para atacar a las células tumorales y metástasis.

¿Cuánto tardaremos en poder decir que el cáncer ya no es una enfermedad incurable?

Es difícil estimar una fecha. Los investigadores estamos muy ilusionados, porque la investigación contra el cáncer está avanzando. Sin embargo, no tan rápido como a nosotros nos gustaría o como los pacientes necesitan. Existen grandes esfuerzos en la comunidad, y las buenas noticias es que la inversión para el diseño de nuevos fármacos, al menos aquí en Estados Unidos, sigue creciendo cada año.

Usted investiga y enseña en la Escuela de Medicina de Harvard, ¿cuáles son las claves de la excelencia educativa e investigadora de esta institución? ¿Es sólo la abundancia de financiación, de recursos?

La excelencia en Harvard se basa en la diversidad. Da igual si una persona es de Turquía, Rusia, Ecuador, China o España. Harvard atrae a un diverso pool de científicos con mucho talento de todo el mundo, y los atrae en base a su currículum, descubrimientos e ideas. En Harvard he visto desde profesores que tienen un bajo presupuesto y poco espacio para llevar a cabo su investigación, a profesores que son superstars viajan en Porsche y aparecen en la revista Forbes. Ambos tienen en común que, al estar en Harvard, serán capaces de atraer científicos con talento de todo el mundo, porque Harvard ha trabajado durante muchos años en alinear su nombre con la excelencia. Ambos, el profesor con menos y con más recurso, triunfarán, gracias a la posibilidad de colaborar y trabajar con equipos brillantes y científicos de todo el mundo existentes en la comunidad.

¿Qué tienen las instituciones españolas que aprender del sistema universitario y de investigación en EE UU?

He tenido la fortuna de formarme en diferentes instituciones españolas, y mi formación ha sido muy bien reconocida en EE UU, al igual que la de miles de españoles que, como yo, están en centros de prestigio internacionales, así que debemos de estar muy orgullosos de nuestra formación. Lo que sí que he descubierto en EE UU es que los españoles no sabemos vendernos o poner en valor lo que hemos conseguido. Y nuestra habilidad en comunicación no es tan potente como la de los americanos. Si habría algo que mejorar, en mi opinión, es la comunicación oral, algo clave a nivel científico. Tenemos que mejorar en saber poner en valor todo lo que somos y lo que hemos conseguido.

Usted creó una fundación para mantener los vínculos con los investigadores españoles y ayudarlos a progresar en sus carreras. ¿Qué resultados están obteniendo?

En 2015 fundamos este proyecto que nos mantiene ilusionados cada año gracias a las dimensiones que está alcanzando, ya no sólo en España sino en otros países Europeos. La Fundación IMFAHE nació por la necesidad de crear autopistas seguras del conocimiento entre los españoles que estaban en el extranjero con su país de origen. De esa forma, evitábamos la fuga de cerebros, porque podíamos atraerlos intelectualmente a su país de origen.

¿Cómo va su colaboración con las universidades españolas?

El proyecto nació como piloto en colaboración con cinco universidades españolas, y en él lo que hacíamos era conectar investigadores en el MIT, Harvard, Princeton, Google, etcétera con estudiantes españoles, para que recibiesen asesoramiento sobre su carrera profesional durante un año. En la Universidad hemos sentido un vacío en la transición de nuestra carrera hacia el salto laboral, y ese vacío era el que queríamos rellenar, gracias a este esfuerzo conjunto con la Universidad y los profesionales que estábamos en el extranjero, expuestos a todas las nuevas tendencias. No queríamos que los alumnos cometiesen los mismos errores que nosotros cometimos a base de prueba y error. Para ello, los alumnos trabajaban con sus mentores españoles en el extranjero, y durante un año se marcaban objetivos laborales a corto-medio y largo plazo, además de la preparación de su propia marca profesional, o de trabajar sus habilidades como trabajo en equipo, comunicación oral, resolución de problemas, pensamiento crítico o escritura en inglés.

¿Qué resultados obtienen?

El programa piloto en el área de biomedicina fue todo un éxito y el siguiente año incrementamos el número de universidades interesadas hasta 12, que además nos pedían más especialidades, así que creamos redes de biomédicos, ingenieros o economistas/emprendedores trabajando en 5 continentes y los conectamos con las 12 universidades españolas. A día de hoy, el número de universidades ha crecido y además de ayudar a miles de estudiantes españoles, hemos creado becas de excelencia (42 hasta ahora y el 50 % de ellos acogidos en la Universidad de Harvard o el MIT), capital semilla a proyectos que favorecen las colaboraciones multidisciplinares a nivel mundial entre losmiembros de la plataforma.

¿Qué repercusión ha tenido el trabajo de la fundación?

España se ha convertido en una referencia mundial en este tipo de proyectos educativos y científicos, y la prestigiosa revista Nature Biotechnology o la revista de la Comisión Europea se hacía eco de los esfuerzos de la Fundación IMFAHE con universidades españolas. Creemos que es importante que la sociedad española pueda ver que los españoles que estamos fuera podemos ser instrumentos para atraer financiación a nuestro país de origen, a través de colaboraciones con otros equipos, atraer nuevas tendencias e innovación en tiempo real, y también nuevas formas de trabajo. Es importante enseñar a las siguientes generaciones a que no tengan miedo a salir al extranjero y formarse fuera, para conocer nuevas formas de trabajo, crear nuevas redes de contactos, y en el futuro volver si lo desean, o seguir ayudando y aportando a su sociedad, como lo hacemos nosotros desde el extranjero. Con este tipo de proyectos hablaríamos de movilidad de cerebros, en vez de fuga de cerebros.

Usted es de los investigadores que probablemente no volverá a España. Se habla mucho del retorno del talento. Pero, como usted está haciendo, ¿se debería mejorar la relación con los investigadores españoles en el extranjero?

Sí que es necesario que haya más colaboración con los científicos en el extranjero, pero muchas veces no se sabe por dónde empezar. En la Fundación IMFAHE llevamos desde hace años invirtiendo grandes esfuerzos en esa dirección. La plataforma de talento internacional está sustentada sobre cientos de científicos y profesionales españoles en el extranjero que están deseando ayudar, colaborar y aportar con lo que tienen. Son todo un ejemplo de talento solidario.

Lleva nueve años en Estados Unidos. ¿Cómo está el país de Trump?

Vivo en Boston, una burbuja demócrata, en la que apenas se ha sentido la llegada de la presidencia Trump. A su llegada ha habido mucha incertidumbre y como consecuencia un poco de inestabilidad, pero tengo la suerte de vivir en una región con un gran crecimiento económico, así que no puedo opinar a nivel global sobre EE UU. Es un país muy grande y muy diverso, y si Trump ha sido elegido presidente, es porque lo que ocurre en Boston o Massachusetts, no es un reflejo de lo que pasa en el resto del país.

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