Paty Gualinga es una defensora de los Derechos de la Naturaleza reconocida en todo el mundo. Fue responsable de Relaciones Internacionales durante el último Gobierno de Sarayaku y ha sido conferenciante, ponente e invitada en numerosos lugares. Está considerada una de las diez mujeres más influyentes del planeta en la defensa del medio ambiente y, junto con el resto de las mujeres de Sarayaku, las hijas del jaguar, vivió momentos difíciles durante el pasado conflicto con las petroleras y la violencia, la amenaza, la invasión, las armas y los explosivos se convirtieron en algo habitual, pero la lucha y la resistencia también. Hasta la entrada de agentes secretos.

"Un día, en el momento más álgido del conflicto de Sarayaku, en 2003", cuenta, "cuando estábamos militarizados llego un francés a solidarizarse con una arroba de arroz. Se identificó como periodista de la AFP, hacía preguntas". Sin embargo, con el paso de los días, "nos dimos cuenta de que su comportamiento era extraño. Tenía información privilegiada, acceso al Ejército y no se comportaba como periodista. Había algo raro en él y desconfiábamos. Aún así, le dejamos para ver a dónde quería llegar. A veces sentíamos que manipulaba algún hecho para ver nuestra reacción".

Y todo parecía normal en esta aldea de kichwas irreductibles hasta que "un día nos dijo que la CONAIE y sus dirigentes estaban negociando". "Me enojé muchísimo y llamé directo. Vi que palideció, y todo era mentira, al final le confrontamos le dijimos que no era periodista y que sus credenciales eran falsas, que a quién servía, que no éramos tontos y que si lo que quería ver era si alguien estaba detrás de nosotros para que siguiéramos resistiendo frente a todo, que no había nadie, que éramos un pueblo de que siempre ha luchado y que no permitiríamos el ingreso de la empresa, que les dijera eso". No regresó más. Con el tiempo, supieron que se trataba de "un agente de la inteligencia francesa" y que estaba allí porque "la empresa de Sísmica CGG es francesa". También recuerda "los campamentos de paz y vida", las guardias de las mujeres por el territorio vigilando que no entraran militares o petroleros. Una vez, "en sus recorridos por los territorios un grupo de mujeres Sarayaku", explica, "divisó helicópteros que aterrizaban en las playas". "Ellas iban en canoa y se apresuraron hasta capturarles". Eran trabajadores de la empresa petrolera. "Luego los trajeron al pueblo y les recordaron que no deben ingresar en territorio de Sarayaku. Despues de hacer un acta, los entregaron a la Defensoría del Pueblo".

En una ocasión, el Ejército apresó a un grupo de hombres de Sarayaku mientras, en otro lugar, otro grupo desarmaba a algunos militares. "El Ejército estaba en apuros", dice, "no querían que se hiciera público que habían sido desarmados y decidió hacer un canje, nuestros compañeros por los fusile. Así lo hicimos". Las mujeres fueron a entregar las armas y a recoger a sus compañeros liberados. "Los habían torturado y encarcelado", asegura. Esos y otros hechos, hicieron que Sarayaku "declare institución no grata al Ejército yle prohíba la entrada a su territorio".

Hoy, Patricia Gualinga sigue sus actividades y forma parte del grupo de las Mujeres Amazónicas. No piensa desfallecer. "Entre octubre y noviembre se han suscitado varios acontecimientos. De los 22 bloques petroleros que pretendían licitar solo han licitado 2, el 85y 86, que afectan territorios de las Nacionalidades Sápara, Shiwiar y Kichwa de la frontera. Según el ministro de Hidrocarburos es zona donde no existen pueblos indígenas". Y advierte que "las Mujeres Amazónicas estamos alerta para apoyar, ya que de las 3 nacionalidades hay lideresas que pertenecen al grupo. Nuestra posición como mujeres es de lucha, resistencia y propuestas. Vamos a apoyarnos mutuamente como siempre lo hemos hecho".