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Ciencia

Los astros y los años bisiestos, un triunfo de la investigación

La Astronomía y la Matemática han sido fundamentales para disponer de un calendario exacto y eficiente, después de que los egipcios fueran los primeros en descubrir el año, según el griego Herodoto

Los astros y los años bisiestos, un triunfo de la investigación

Si examinamos la historia de los últimos seis mil años que nos ha llevado hasta este mes de febrero de 2020, mes de 29 días por ser 2020 divisible por cuatro y no acabar en doble cero, tendremos que acordar que llegar a disponer de un calendario tan exacto y eficiente no ha sido tarea sencilla y que la Ciencia, fundamentalmente la Astronomía y la Matemática, ha jugado en ello un papel relevante. Hoy sabemos que un "año trópico", que coincide con nuestro año civil, es igual a unos 365,2422 días solares medios y la parte decimal es la que nos obliga a tener años bisiestos. Para llegar a este resultado han hecho falta muchas observaciones, muchas teorías, conjeturas y sus consecuentes refutaciones, mucho estudio de datos y muchas conclusiones nuevas y luego fallidas. En definitiva, mucha Ciencia.

Dice Herodoto (484-425 a.C), y dice bien, que "los egipcios fueron los primeros de todos los hombres que descubrieron el año, y decían que esto lo hallaron a partir de los astros" (Historias II: 4). Sin embargo, cuando el historiador griego escribía esto el calendario egipcio no estaba aún muy afinado. Habían comenzado muy probablemente por promediar los intervalos entre las inundaciones del Nilo, al ser esta crecida el principal acontecimiento de la vida egipcia. Solo después se dieron cuenta que los 365 días de este año no eran lo bastante exactos para medir correctamente el paso del tiempo y no podían planificar (sobre todo para esto es para lo que sirven los calendarios) ni las labores del campo, ni las fiestas religiosas. La religión ha sido el gran motor de las reformas y mejoras del calendario. Los sacerdotes y/o la experiencia les enseñó que las estrellas surgían regular y exactamente por el Este justo antes que el Sol (orto helíaco). Por tanto, las estrellas nos proporcionan medios más fáciles y precisos para determinar la época del año que la crecida del Nilo y podían constituir la base del calendario. La observación astronómica es fácil en Egipto, un país con grandes llanuras y un cielo limpio de nubes. No podrían observar la salida y la puesta del sol si hubieran estado Menfis y Heliópolis entre barrancos y con tiempo brumoso. No era el caso.

Eligieron como comienzo del año el amanecer helíaco de Sirio del 4241 a.C. (fechado el 19 de julio según el calendario juliano). Este día es el que se ha empleado para intentar determinar el inicio del calendario y de ahí los seis mil años que antes se apuntaron como antigüedad del mismo. La verdad es que la fecha parece demasiado lejana como para ser verdadera y es para muchos autores inadmisible. En todo caso, los sacerdotes fijaron la duración del año en 365,25 días acercándose mucho más a la duración real del año trópico.

Con todo ese saber de los egipcios, Julio César (100-44 a.C.), que fue Sumo Pontífice y por tanto encargado del calendario, aconsejado por el astrónomo griego Sosígenes, lo copió para Roma. Fijó el año verdadero en 365 días y un cuarto, con lo que el año civil ordinario constaba de 365 días y cada cuatro años se intercalaba un día más. Ordenó que Januarius, Martius, Maius, Quinctilis, September, November, December (estos nombres venían de la reforma de Numa Pompilius del año 700 a.C.), debían tener treinta y un días y el resto de los meses treinta, excepto Februarius (era un mes considerado "desafortunado"), que tendría normalmente veintinueve, aunque treinta en los años de 366 días, siendo este día adicional añadido el sexto día antes de las calendas de marzo (un segundo día "sexto", de ahí bisiesto). Hubiera sido más razonable fijar siete meses de 30 días y cinco de treinta y uno añadiendo un día más al último mes del año. No lo hizo. El año en que se implantó el calendario juliano tuvo una duración de 445 días y se le llamó "el año de la confusión". Además, Augusto, que quería tener su mes en el calendario decidió que agosto (cogió el sextilis porque seis era su número de la suerte) tuviera treinta y uno por lo que se quitó un día a febrero, que quedó con 28 ó 29, y se pasó a agosto, además de ajustar la duración de los meses posteriores. Por todo esto tenemos un calendario tan "raro" en la duración de los meses.

Fue muy bien al principio pero la diferencia entre el año juliano de 365,25 días y el año trópico de 365,2422 se iba acumulando y se volvió a distanciar el calendario astronómico del civil, tanto que ya en el siglo XIII se produjo una petición de Roger Bacon al papa Clemente IV, Foulques, para que lo modificase, cuestión que tuvo que esperar hasta el siglo XVI cuando Gregorio XIII, Buoncompagni, asustado de no estar cumpliendo con lo ordenado en Nicea ( "la Pascua se celebrará en el primer domingo después de la luna llena de primavera", y ¡no sabían cuando empezaba la primavera!), lo que era motivo de excomunión, reunió una comisión dirigida por el jesuita alemán Cristóbal Clavio, en la que participaron matemáticos españoles de la Universidad de Salamanca, que ordenó que los años acabados en doble cero (como el 1600), no tendrían día intercalar, es decir no serían años bisiestos. Con esto acortaban sustancialmente la distancia entre el año trópico y el año medio civil. Además decretaron que el día después del 4 de octubre de 1582 se convirtiera en 15 de octubre para compensar el error acumulado (se eligió octubre porque era el mes con menos días de santos y otros días eclesiásticos especiales).

Todo lo allí previsto se aplicó de inmediato en la Europa católica. Pero no donde mandaban las religiones reformadas, por ejemplo en Inglaterra en la que no se aplicó hasta el 1752. Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582 y se enterró el 15 del mismo mes, (¿cuántos días estuvieron velándola?). Sabemos, por ejemplo, que Cervantes y Shakespeare murieron en la misma fecha, pero el 23 de abril de 1616 se celebró en España diez días antes que el 23 de abril de 1616 en Inglaterra. Es decir, William Shakespeare sobrevivió diez días a nuestro novelista. Para comparar correctamente la cronología de dos sucesos, Scaligero (1484-1558), propuso en 1582, un calendario que comenzara el lunes 24 de enero del año 4183 antes de Cristo según el calendario juliano (24 de noviembre en el gregoriano) de tal forma que cada suceso se pudiera datar de forma absoluta.El día juliano correspondiente al 29 de febrero de 2020 es el día 2.458.908.5 (empieza a las 12 a.m.).

Con estas reformas tenemos un calendario que debe durar varios milenios hasta que sea preciso retocarlo ya que el error es de aproximadamente 26 segundos al año y hay que esperar 3300 años para que haya que retrasarlo un día. Hay en vigor muchos más calendarios como el musulmán que fija con la luna el mes de Ramadán, el chino cuyo Año Nuevo se celebró el pasado 25 de enero dando comienzo al Año de la Rata, el hebreo, el hindú?En todo caso, Internet se encarga ahora de ajustar nuestros relojes, y ni la hora, ni la fecha, preocupan ya al ciudadano.

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