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El tiempo de Olivia Manning

La gran fortuna, primera de una trilogía, recrea con maestría y amenidad un periodo histórico de la guerra en los Balcanes

El tiempo de Olivia Manning

En cierto sentido, los amigos de Olivia Manning (1908-1980) tenían razón sobre el valor de la posteridad. Siete años después de su muerte, la BBC emitió Fortunes of War, una fiel adaptación de las siete partes de las trilogías de los Balcanes y de Levante. Protagonizada por Emma Thompson y Kenneth Branagh y situada en no pocos paisajes, la serie tuvo el presupuesto más alto en la historia de la televisión pública. El New York Times, tras la transmisión del espectáculo en Estados Unidos, definió a Manning como la única novelista inglesa capaz de pintar un lienzo amplio, compasivo e ingenioso de hombres y mujeres en la guerra solo comparable a escritores de la talla de Anthony Powell y Evelyn Waugh. Anthony Burgess, uno de sus declarados admiradores, describió el personaje de Guy Pringle de La gran fortuna como una especie de civilización en sí mismo. No todos los coetáneos de la autora mostraron, sin embargo, el mismo entusiasmo.

Íntimas como Stevie Smith e Ivy Compton-Burnett no siempre la apoyaron. La última fue especialmente ácida al escribir que las novelas en aquel momento eran únicamente libros de viaje disfrazados y que Manning había escrito uno sobre Bulgaria. No era Bulgaria sino Rumanía el país que centra la primera parte de la trilogía balcánica, pero Compton-Burnett demostró con su comentario la crueldad que destilan algunas de sus novelas famosas sobre la familia y el poder. Y resultaba, también, un juicio muy injusto.

La trama de La gran fortuna, que ve la luz gracias al buen instinto editorial de Libros del Asteroide y una impecable traducción de Eduardo Jordá, mantiene, como sucede con las novelas de Graham Greene, el indesmayable suspense de una historia de aventuras realzada por la reaparición de hechos olvidados y obliga al lector a refugiarse unas veces en la historia y otras en la memoria subjetiva. Sus nombres y lugares abandonados por desuso retornan a la vida. El trasfondo histórico es cambiante: Carol, Madame Lupescu, la Guardia de Hierro, Antonescu. ¿Quiénes eran?, se preguntarán los lectores. La gran fortuna es un libro magistralmente orquestado. La forma en que el mundo emerge a la superficie a lo largo de sus páginas no es proustianamente contemplativa ni metafórica, se produce simplemente por el meticuloso engranaje de los recuerdos y la acción. Bajo las capas recreativas de la literatura sobresale el trabajo de un testigo único y vívido de la humanidad en guerra.

Para quienes no estén familiarizados con Manning ahí van unos datos biográficos; nació en Portsmouth, Inglaterra, y pasó gran parte de su infancia en Irlanda del Norte. Su padre era un marinero sin posibles que se esforzó para convertirse en comandante naval, y su madre tenía un próspero pasado angloirlandés. Se formó como pintora en la Escuela de Arte de su ciudad natal, luego se mudó a Londres y comenzó a escribir. Publicó la primera novela con su propio nombre en 1938; cuando era adolescente había firmado bajo pseudónimo en varios periódicos. Al año siguiente se casó con Reginald Smith, y la pareja se mudó a Rumanía, donde este trabajaba para el British Council. Al igual que Harriet, la heroína de las trilogías, vivió con su esposo su primera experiencia en los Balcanes. Cuando los alemanes invadieron, ambos fueron evacuados a Grecia y luego a Oriente Próximo, donde su esposo finalmente se encargó de la Estación de Radiodifusión Palestina. Arraigadas en la experiencia personal, las dos trilogías, que serían posteriormente llevadas a la televisión, no se detienen nunca del todo: parten de Bucarest, sus protagonistas ponen rumbo al sur escapando de los soldados del III Reich que avanzan, estacionan en Atenas, acampan en El Cairo y, tienen escalas en Beirut y Damasco para finalmente terminar en Jerusalén. Créanme, el mundo de Olivia Manning engancha.

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