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La espuma de las horas

La precoz rebelión de Israel

Israel Yehoshua Singer, el hermano mayor del Nobel Isaac Bashevis, combate los dogmas de la tribu en sus memorias judías de infancia

La precoz rebelión de Israel

El encierro parece que ha devuelto el interés por películas, series de televisión y libros sobre las costumbres ortodoxas del judaísmo. El estado de ánimo, digamos, abre paso a una curiosidad que no se agota. Estos días ve la luz, con el significado que adquiere la expresión, De un mundo que ya no está, una novela autobiográfica de Israel Yehoshua Singer, hermano mayor del Nobel Isaac Bashevis Singer y su reconocido maestro. Se trata de una memoria prodigiosamente escrita de su infancia judía en los pequeños departamentos polacos de Leoncin y Bilgoray en el tránsito de los dos siglos pasados. El título evoca un mundo desaparecido que, sin embargo, ya había empezado a extinguirse mucho antes para su autor. La vida de su aldea en Polonia fue destruida por el Tercer Reich, pero para el primogénito de los Singer dejó de existir en el momento en que se dio cuenta de que sus impulsos vitales y los dogmas de la tribu entraban en conflicto. Sucedió rápido. Recuerda haber llorado perturbadoramente en la ceremonia local por la coronación del zar Nicolás II, que su familia religiosa estaba obligada a celebrar, como funcionarios zaristas; también derramó lágrimas cuando, más tarde, lo obligaron a asistir a clases de hebreo con fanáticos e incompetentes profesores. Siendo joven, todo lo que Israel Joshua Singer halló en su entorno fue dolor, tedio y monotonía. Se rebeló contra ello. Sus novelas más maduras, que siguieron a esa rebelión, están en la tradición humanista de Tolstoi y Chéjov.

De personalidad audaz preparó el camino para su hermano, 11 años más joven y más pasivo y consciente de sí mismo. El primero en romper de manera irrevocable la insularidad ortodoxa de la familia fue él, alejándose de su padre, místico y poco práctico, un rabino de línea jasidista, y su madre, la hija de un rabino no jasídico. Como varón primogénito, estaba destinado al rabinato, pero a los 17 años se negó, precozmente motivado por las ideas de la Ilustración judía, que tenía como objetivo orientar a los miembros de esa comunidad en la civilización occidental, al tiempo que conservaban su identidad. Israel Yehoshua Singer, capaz de dudarlo todo, no cuestiona sin embargo la esencia. Para él, un judío es esencialmente un judío, no solo a los ojos del mundo, que manifiesta sus percepciones en arrebatos característicos de barbarie, sino en el núcleo de su ser, lo quiera o no.

Fue un escritor yiddish profundo que se dirigió a un público yiddish e imaginó sus ficciones a través de la experiencia judía, distinto de su hermano menor, creador de paradojas para quienes los males del mundo actual son más que equilibrados frente a las limitaciones del pasado. Mientras que el misticismo escéptico de Isaac Bashevis tiende a una comedia hermética del absurdo, los intereses de Israel Yehoshua como escritor resultan ser más inmediatos, experimentales desde el punto de vista histórico, pero también de la preocupación cotidiana. Entre sus trazos más característicos se encuentran los de los personajes que por adaptarse rápidamente a las costumbres de los gentiles traicionan su esencia judía. Por ejemplo, en Los hermanos Ashkenazi, Max Ashkenazi, nacido Simha Meir Ashkenazi, trata de deshacerse de sus orígenes jasídicos mientras se arroja en los brazos de cierta preeminencia burguesa. Pero, como cuenta Singer, los trajes ingleses a cuadros que prefería para mantener la dignidad y la elegancia, enseguida asumían la forma de una gabardina jasídica sobre sus hombros encorvados.

Su escritura rara vez es tan neurótica como la de su hermano pequeño. En los confines supersticiosos de la aldea donde se crió, memorizados en la novela De un mundo que ya no está, y de su rebelión inicial nace seguramente esa diferencia con Isaac Bashevis Singer, que siempre lo respetó y admiró, pero que al nacer en un barrio pobre de Varsovia solo estuvo expuesto al suntuoso microcosmos de la corte rabínica de sus abuelos en una visita cuando era niño.

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