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Cuando Abades fue campeón del mundo

El pueblo de Arico donde creció Pedro Rodríguez vibró con el tinerfeño y con la victoria de España

Cuando Abades fue campeón del mundo

La localidad costera de Arico se convirtió el 11 de julio de 2010, hace ahora 10 años, en el Abades Soccer City y en el otro jugador número 18 de la selección española. Todas las miradas estaban puestas en el jugador del combinado nacional que llevaba ese dorsal, en ese mismo pibe tímido pero de sonrisa fácil -en eso no ha cambiado nada- que tantas veces se bañó en estas mismas playas de arena gris, que tantos balones tocó en el pequeño polideportivo del pueblo y que tantas veces se sentó con sus colegas en alguna de las diez terrazas que rodean la placita principal de este núcleo de unas 200 casas, la mayoría adosados blancos idénticos entre sí. "¿Que cómo es Pedri, como lo conocemos también aquí? El tipo más normal y sencillo del mundo", explicó su amigo del alma Javi González, quien coincidió con él en los juveniles del Raqui San Isidro apenas cinco años antes de aquella final mítica del Mundial de fútbol en Johannesburgo (Sudáfrica), cuando Pedrito jugaba sobre tierra.

Los padres y los dos hermanos del futbolista tinerfeño -en ese momento tenía 22 años-, que residen tan cerca, en uno de esos adosados de la calle La Baja, debían de estar a punto de llegar al Soccer City de Johannesburgo, tan lejos de allí, a más de 10.000 kilómetros, cuando otro excompañero del Raqui, Borja González, comentó "la locura" que sería si marcaba Pedrito.

Marcara o no marcara, ganara o no ganara La Roja, el alcalde contó que Pedrito ya tenía el reconocimiento asegurado en su antiguo municipio de residencia. Y es que todos en Arico sacaban pecho, empezando por el alcalde, que jamás antes había vivido un campeonato de fútbol con semejante intensidad.

A las 19:00 horas de aquel 11 de julio de 2010 apareció por el Abades Soccer City un animador saltarín, que se valía de unos zancos con muelles, contratado por el Ayuntamiento para la jornada. Presentó a las jóvenes coreógrafas del grupo Fusion Dance, que bailaron varias veces a lo largo de la tarde-noche la canción oficial de aquel Mundial de Sudáfrica, el Waca Waca de Shakira. Había camisetas de todos los jugadores, aunque la más numerosa era evidentemente la del 18. Llegan los himnos, los nervios y los aplausos cuando Pedrito aparece en la alineación como titular. Y, de repente, entre el rojo chillón abrumadoramente mayoritario, aparecen dos anarajandos, los únicos holandeses infiltrados en esta romería futbolera, con los colores del rival de España: Ronald Verdonk y su esposa Rena, residentes en Abades, ataviados con unas gafas naranjas con las lentes en forma de jarra de cerveza.

La fiesta se calló de repente cuando sonó por primera vez el silbato. Cada uno pendiente de la pantalla más próxima. Las uñas comienzan a sufrir en cada pase, en cada jugada, en cada patada de los holandeses, demasiadas en aquel partido en el que los naranjas dieron la espalda al fútbol elaborado que siempre les caracterizó para refugiarse en el juego bronco, en las patadas. "Tarjeta roja, árbitro". "Vete ya". "Qué sinvergüenza". Pedrito lo intentaba y en cada amago, sus fans de Abades lo empujaban, algunos incluso haciendo ademanes con el cuerpo como si fueran ellos los que condujeran el balón junto al ídolo local. Un pase en profundidad aquí, un robo de balón allá, una carrera con ese estilo encorvado y ese movimiento de colibrí de sus brazos que tanto le caracterizan. "Uyyyyy" ,"Vamos, Pedri, sigue así". No hay manera. Los holandeses destruyen.

La noche cae sobre la costa, pero el viento sigue ahí, amenazando con llevarse hasta las casas. Pedrito ya no está, ha sido sustituido, pero no importa. Si gana España, gana él y ganan todos aquí. Las últimas ocasiones, los golpes a la mesa por la frustración... Cero a cero. No hay manera. Los naranjas siguen a lo suyo. Entonces llega la prórroga, llegan las ocasiones, llega el... "Gooooooool". Se abrazan los novios, los amigos y hasta los desconocidos. El animador saltarín irrumpe en un griterío. "Pita ya árbitro". "Pero, muchacho, que ya terminó". "Pedrito es campeón". "Somos campeones". ¡Final! Abades también proclamó campeón del mundo. Llevará para siempre el 18 a la espalda. El 18 de Pedri, recién convertido en el aruquero más legendario de la historia. "Se lo van a comer a besos cuando vuelva", pronostican sus amigos. Y se lo comieron a besos.

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