El gran héroe Aquiles también estuvo confinado. Es cierto que el confinamiento de Aquiles fue en la preciosa isla griega de Esciros con vistas al Egeo, mientras que el confinamiento de la mayoría de los ciudadanos durante la pandemia provocada por el coronavirus tenía como límite un balcón o una ventana con vistas al edificio de enfrente. Pero eso son detalles. Lo importante es que el confinamiento de Aquiles en Esciros puede servirnos de inspiración en estos tiempos de cólera.

El deber del joven Aquiles era acudir a la llamada de los griegos a combatir en Troya. Tetis, su madre, sabía que si Aquiles respondía a esa llamada moriría en Troya, por eso ocultó a su hijo en la isla de Esciros donde, vestido de mujer, el futuro héroe convivió con las hijas del rey Licomedes, participando como uno más en sus juegos femeninos y pasatiempos. Allí, en la dulce Esciros, Aquiles se enamora de Deidamía, una de las hijas de Licomedes, con la que tendrá un hijo, Neoptólemo. Ulises tuvo que ir a Esciros para convencer a Aquiles de que participara en la guerra de Troya, prometiéndole la gloria eterna. O, más bien, Ulises utilizó su bien probado ingenio para obligar a Aquiles a descubrirse, ya que estaba disfrazado de mujer y los aqueos no eran capaces de distinguirlo, oculto entre las doncellas. Ulises hizo que un trompetista hiciera sonar la alarma y, creyendo que estaban a punto de ser atacados, Aquiles se arrancó los vestidos y cogió una lanza y un escudo, delatándose. Como explica maravillosamente bien Javier Gomá en su precioso ensayo "Aquiles en el gineceo", el gineceo del rey Licomedes es el lugar donde nadie esperaría encontrar a Aquiles, el mejor de los aqueos: en Esciros descubrimos a Aquiles, que fue educado por el centauro Quirón (que educó a otros héroes como Jasón o Heracles) en las virtudes heroicas y que desde niño estaba acostumbrado a cazar y alimentarse de entrañas de leones y jabalíes, ocupado en trabajar la lana y recoger flores. Tetis, para evitar que su hijo participara en la guerra de Troya, prefirió sustraerlo a la experiencia viril, retrasar el curso natural de su madurez y esconderlo entre mujeres, pero sorprende la docilidad de Aquiles con su madre y su consentimiento a travestirse y convivir con las hijas del rey. Algo debía saber Aquiles acerca de su futuro, de su muerte en suelo troyano en la cima de su fuerza, y ese algo le anima a disfrutar mientras pueda de una vida de felicidad despreocupada en Esciros. Aquiles sabe que, algún día, las naves griegas vendrán a buscarlo pero, de momento, reirá y jugará con sus amigas bajo el sol.

En el Museo del Prado se encuentra, para disfrute de la humanidad, el cuadro "Aquiles descubierto por Ulises y Diómedes" (1618), resultado de la colaboración entre Rubens y su joven discípulo Van Dyck. El adolescente Aquiles, que vive oculto en el gineceo de la corte de Licomedes en Esciros, está vestido de mujer y rodeado de mujeres, y frente a él está Ulises y otro griego. El cuadro refleja el momento en el que Aquiles elige una vida breve con gloria y no una vida larga sin ella, quizás en compañía de Deidamía, que en el cuadro aparece embarazada de Aquiles y, sabedora de lo que está ocurriendo, cabizbaja y triste. Ulises, por cierto, también intentó evitar ir a Troya, aunque de una forma más elaborada que la de Aquiles: fingió estar loco y se puso a sembrar piedras andando hacia atrás y delante de su arado, del que tiraban un buey y un caballo (o un asno), pero Néstor puso a Telémaco, único hijo de Ulises y Penélope, ante el arado de su padre, y este maniobró para evitar matarlo, demostrando así que no estaba loco. Ulises tuvo que dejar Ítaca y luchar en la guerra de Troya.

Aquiles, finalmente, luchó y murió en Troya. En la película "Troya" (Wolfgang Petersen, 2004) vemos a Ulises intentando convencer al héroe de que vaya a luchar a Troya con los demás griegos. El argumento del astuto Ulises, que conoce muy bien a Aquiles, tiene que ver con la memoria: "Esta guerra no caerá en el olvido, ni los héroes que luchan en ella". Tocado y hundido. Tetis resume después muy bien la situación, mientras recoge conchas para hacer un collar a su hijo: "Si acudes a Troya, tuya será la gloria. Escribirán epopeyas de tus victorias durante miles de años. El mundo jamás olvidará tu nombre. Pero si acudes a Troya, no volverás a casa, pues tu gloria y tu maldición caminan juntas de la mano, y yo no volveré a verte". Vida breve con gloria o vida larga sin ella. Aquiles elige la gloria y la inmortalidad de su nombre. En su primer encuentro con Héctor, el príncipe troyano le pregunta para qué ha venido a Troya, y Aquiles responde: "Pasarán mil años y todavía se hablará de esta guerra". Aquiles se quedó corto. Han pasado muchos más de mil años y seguimos hablando de la guerra de Troya, pero cuando el planeta Tierra sea devorado por las leyes de la astrofísica y no quede ni rastro de nuestro paso por esta esquina del universo, ¿qué importará si Aquiles luchó en Troya o se quedó tomando el sol en Esciros? Saber que vamos a morir es la característica menos refutablemente humana, dice Fernando Savater. La muerte nos une a la naturaleza, pero la conciencia de la muerte nos distancia de ella. Aunque Aquiles es humano, su toma de conciencia respecto a su propia muerte le aleja de la naturaleza más que al resto de la humanidad, que no puede elegir entre una vida breve y gloriosa o larga y sin gloria.

A Aquiles le habría venido bien una entrevista con Roy, el replicante de la película "Blade Runner" (Ridley Scott, 1982), para que el androide explicara un par de cosas al héroe. Cuando Roy va a ver a Tyrell, este le dice que fue creado "lo más perfectamente posible", pero Roy le reprocha que "no para durar". El intento de Tyrell por consolar a Roy no es muy afortunado, y quizás está inspirado en la elección de Aquiles: "La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo". Los replicantes Nexus-6 de "Blade Runner" solo duran cuatro años. Roy no quiere simplemente durar, como dura un electrodoméstico, sino que quiere vivir y, además, quiere vivir más. Tyrell, su creador, no puede ayudarle, y morirá por ello. Roy no pudo escoger entre brillar con el doble de intensidad pero la mitad de tiempo o brillar la mitad pero viviendo el doble. Aquiles sí tuvo esa elección. ¿Eligió mal? Roy diría que sí. El nombre de Aquiles, como dice Jean-Pierre Vernant, permanece vivo para siempre en la memoria de los hombres, mientras las generaciones se suceden a lo largo de los siglos y desaparecen una tras otra en la oscuridad y el silencio de la muerte. Roy (como más tarde el mismo Aquiles) habría cambiado esa inmortalidad en la memoria de los hombres por un solo día bajo la lluvia en la fea ciudad de Los Ángeles en el año 2019.

El confinamiento en nuestras casas, el humilde espectáculo que se ofrece más allá de los balcones, la sencilla vida que nos conduce de la cocina al salón y luego al baño y el dormitorio no tienen nada que ver con el confinamiento de Aquiles en Esciros, el deslumbrante espectáculo del mar Egeo al atardecer y la vida de Aquiles entre flores y delicados pasatiempos femeninos. Pero el confinamiento de Aquiles era la única manera de evitar luchar y morir en Troya. Finalmente, Aquiles prefirió una vida corta y gloriosa a que su nombre se perdiera en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Se equivocó. Es cierto que podemos leer los inmortales versos de Homero en la "Ilíada" gracias a que Aquiles decidió abandonar Esciros, pero a veces la poesía es un arma cargada de un futuro que se intuye más allá de los balcones.