Directa o indirectamente, las actividades humanas pueden provocar efectos negativos sobre la fauna silvestre, lo que supone que cada año sean miles los animales silvestres que aparecen heridos, enfermos, atropellados, tiroteados, envenenados y en general, con graves daños. Asimismo, debemos considerar la progresiva sensibilidad de la sociedad canaria hacia el medio ambiente y sus problemas que demanda atención para estos animales.

En el año 2002 y según el Decreto 111/2002 de transferencia de funciones a los cabildos insulares por parte del Gobierno de Canarias, se determina que cada cabildo debe realizar las funciones de conservación, protección y mejora de sus hábitats naturales y en particular, el mantenimiento y la gestión de los centros de recuperación para la recogida y atención sanitaria de los especímenes heridos de fauna silvestre, tanto terrestres como marinos.

Esta función de recogida y atención veterinaria se realiza de manera diferente en cada isla donde algunos cabildos disponen de centro propio, otros derivan la atención a clínicas veterinarias y otros cuentan con el apoyo de parques zoológicos privados.

Los primeros centros de recuperación en España surgieron a principios de la década de 1980 y concretamente fueron el CERI (Centro de Estudios de Rapaces Ibéricas) en Toledo y posteriormente, la ONG GREFA (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat) en Madrid. Ambos centros empezaron a atender fauna silvestre, que años atrás incluso era considerada como alimañas, con muy pocos medios. En este sentido, los principales objetivos que se marcaron desde el inicio fueron el de rehabilitar, reintroducir, investigar en favor de las especies silvestres y, por otro lado, ejecutar proyectos de educación ambiental.

En el caso de Canarias, los primeros centros de recuperación fueron el de la Tahonilla en la isla de Tenerife y el de Tafira en Gran Canaria que comenzaron su actividad poco después de la creación de los dos mencionados anteriormente en la península ibérica. Aves como el cernícalo vulgar, búho chico, aguilillas y alcaravanes entre otros, son las más atendidas en estos hospitales veterinarios, pero la particularidad de los centros ubicados en Canarias es la atención que reciben muchas especies de aves, cetáceos y tortugas marinas. Es importante destacar que casi todas las especies de aves, cetáceos y tortugas están amenazadas.

Las aves marinas soportan las consecuencias de la pérdida de hábitats, contaminación lumínica y la depredación por ratas o gatos asilvestrados. Con respecto a las tortugas marinas, se atienden cientos de ellas. En su mayoría se trata de la especie tortuga boba que sufren la contaminación por plásticos y redes en el mar quedando atrapadas y perdiendo en muchas de ocasiones alguna de las aletas delanteras. En este sentido, casi la mitad de los animales silvestres atendidos en los centros de recuperación de Canarias son especies marinas; en el caso de Gran Canaria, el Centro de Recuperación de Tafira atendió en el año 2019 casi 1800 animales silvestres de los que 900 correspondían a especies marinas.

En la actualidad los centros de recuperación de Canarias son principalmente, un hospital veterinario dedicado a la atención de fauna silvestre protegida que tiene entre sus objetivos el de reintegrar al medio natural, con garantías de supervivencia, animales que llegan a él afectados por alguna problemática; o el de indagar sobre causas de mortalidad/morbilidad que inciden sobre la fauna silvestre, realizando en este caso investigación forense veterinario. Pero además existe una justificación de carácter humanitario, de asistencia al animal herido cuando es viable, tratando de evitar que sufra.

Por otro lado, la atención que se realiza con las aves recién salidas del nido es muy importante ya que muchos de estos animales quedan expuestos a diferentes peligros en sus primeros vuelos. El ejemplo más claro es el de las pardelas cenicientas (Calonectris borealis) que entre los meses de octubre y noviembre caen desorientadas en muchos puntos de las islas. La atención ofrecida por los centros de recuperación, asociaciones y voluntarios hace que cada año se devuelvan al mar miles de pollos volanderos de esta especie marina.

Asimismo, la información que obtenemos de los animales silvestres marcados o identificados es muy interesante para conocer la biología de estas especies. Uno de los casos más relevantes fue el de un paíño boreal (Oceanodroma leucorhoa) que se recuperó por el Centro de Recuperación de la Tahonilla en 1995 y volvió a aparecer en Nueva Escocia en Canadá 14 años después.

Ahora bien, si esta gestión veterinaria es de obligado cumplimiento, quizás sea el momento de que se aborden otros aspectos en dichos centros que mejorarían la conservación de las especies silvestres de Canarias. En primer lugar, debemos disponer de una base de datos conjunta en las que los gestores podamos identificar y comparar las causas de ingresos, detectando lugares o problemas que afecte negativamente a la conservación de estas especies. En segundo lugar, los centros de recuperación deben abordar aspectos científicos, como de búsqueda de información novedosa en ciencias como la biología, fisiología, traumatología, patología, toxicología, etc. En este sentido, debemos mejorar el trabajo entre los centros de recuperación y las universidades canarias para el desarrollo de proyectos de investigación en pro de la conservación de las especies amenazadas.

Pero sin duda alguna, el reto que debemos marcarnos dentro de la gestión de los centros de recuperación de Canarias es la divulgación y educación ambiental. En este sentido, las causas de ingresos siguen siendo en un 90% derivadas de la acción del ser humano y debemos seguir concienciando a la población. Es importante avanzar en proyectos educativos para que los jóvenes de nuestro archipiélago tengan accesos a material específico sobre flora y fauna canaria y que puedan visitar unas instalaciones específicas en dichos centros donde conozcan la problemática que afecta a nuestra fauna silvestre.