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23 de octubre, cumpleaños del mundo

San Beda, considerado el padre de la historia de Inglaterra, manejaba con soltura la Biblia y estableció que Jesús nació 3.952 años después de la creación del hombre por Dios

La creación de Adán, según el arte de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina

Corría el año 247 de la Era de Diocleciano cuando Dionisio el Exiguo, un monje armenio o escita que vivía en Roma como abad de un monasterio, preparó unas tablas pascuales para indicar el calendario de la Semana Santa entre el 248 y el 270. En ellas introdujo la idea novedosa de fecharlas tomando como referencia el año en el que él, tras complicadas operaciones, había calculado que nació Jesús. Hacerlo siguiendo la Era de Diocleciano o, como decían los cristianos, la Era de los Mártires, no le gustaba, ya que el emperador Diocleciano había dejado un rastro de crueldad con los seguidores de la Iglesia asesinando vírgenes (en aquellos tiempos parece que las había) y creando muchos mártires.

Dionisio había fijado el día de la Encarnación del Señor el 25 de marzo del año 754 de la fundación de Roma (Ab Urbe condita) y por tanto el año 247 de la Era de los Mártires que era el 1295 AUc se correspondía con el 541 del nacimiento de Jesús, que vino a llamarse Anno Domini. Nosotros hemos seguido su estela y ahora aceptamos que estamos en el 2020 A.D. o d.C. Algunos, quizá para distanciarse de la religión escribe 2020 n.e. (de nuestra era) pero no cabe duda que están reconociendo que una nueva etapa comienza con el nacimiento de Cristo, lo que no es poco homenaje.

Fijado el origen del calendario de esa manera tan cristiana el siguiente paso era averiguar cuántos años habían pasado desde la creación del Mundo. A ello se pusieron varios de los Padres de la Iglesia, entre ellos san Isidoro de Sevilla, pero quien mejor lo hizo fue otro monje, Beda el Venerable que llegaría a santo y a ser considerado el padre de la Historia de Inglaterra. San Beda manejaba con soltura la Biblia y a base de cálculos aritméticos sumando y restando años de vida de los Patriarcas, años de Diluvio, años de esclavitud, en Egipto o en Babilonia, llegó a la conclusión que Jesús había nacido 3952 años después de que Dios creara al Hombre.

El debate tenía su importancia ya que entre los sabios teólogos del Medievo se tenía la idea de que el mundo iba a durar exactamente seis mil años y, por tanto, no era lo mismo saber que estaban el en año 4500, por ejemplo, que en el 5999. Esta idea ya la había formulado Bernabé, compañero de san Pablo, que entendió que el mundo debería durar tanto como había durado su creación: seis días de mil años. Esto último lo podemos encontrar en la segunda Epístola de san Pedro (3;8): “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”. Lo más extendido era que Cristo nació en el año 5000 tras la Creación lo que indujo los miedos y recelos que trajo el año 1000, cuando se cumplían los seis años y terminaría el mundo. Superado este trance, nosotros vivimos, por mor de la informática que no de la parusía, casi los mismos miedos con el “efecto 2000”.

El asunto siguió su curso aunque hubo pequeñas enmiendas a los cálculos de san Beda, y, dando un gran salto en el tiempo, un obispo anglicano irlandés, James Ussher (1581-1656), que no estaba agobiado por el “día a día” de su diócesis, decidió revisarlos por completo volviendo a sumar todos los periodos de tiempo que marcaba la Biblia hasta el 584 a.C., año que se consideraba seguro como fecha para el edicto de Ciro el Grande que acabó con la esclavitud de los judíos en Babilonia. Procedió, más o menos, así: Adán tuvo como hijo a Set cuando tenía 130 años (dato del Génesis, no lo estoy inventando), este a su vez tuvo por hijo a Enós a los 105 años (dato del Génesis, no lo estoy inventando, no lo repetiré), y este a los 150 años (el récord lo tiene Noé que tuvo por hijo a Sem a los 502 años aunque no figura en el Guinness) tuvo por hijo a…, y así sigue con el linaje completo desde Adán hasta Salomón. Después continuó calculando con otros acontecimientos como la destrucción del Templo o, como dije, la esclavitud de los judíos por Nabucodonosor para llegar al año 4004 a.C.

Fue aún más lejos. Teniendo en cuenta que los judíos celebraban su comienzo de año en el equinocio del otoño y que para ellos el día empieza al anochecer del anterior, dictaminó que el momento de la Creación había tenido lugar el 23 de octubre a las seis de la tarde (algunos interpretan que a las diez de la mañana por otras razones) del año 4004 antes del nacimiento de Cristo. Es decir, que el mundo debería haberse terminado, si aceptamos la idea de Bernabé de los seis mil años en 1996. Por suerte, no fue así. Algó falló en la teoría o en los cálculos.

Por otra parte, sabemos que el equinocio de otoño es alrededor del 22 de septiembre y no el 23 de octubre, pero hay que tener en cuenta que los anglicanos no aceptaron el calendario gregoriano hasta 1752 por lo que el cálculo hay que hacerlo con el calendario juliano y por tanto el obispo entendió que debió producirse ese 23 de octubre al que me he referido.

Esta cronología ha tenido un gran éxito aunque algunos, como Ligthfoot o Kepler, enseguida la corrigieron repasando los cálculos del obispo Ussher pero ha seguido en el imaginario de algunas corrientes cristianas integristas que aún hoy la defienden. En internet se puede encontrar respaldo a lo que estoy sosteniendo. Quiero añadir que aunque ahora nos sonriamos de sus teorías, James Ussher era un hombre sabio, muy considerado en su tiempo y acabó como Primado de la Iglesia Anglicana en Irlanda.

La Ciencia nos ha ido proponiendo otras fechas, no tan exactas como las de obispo irlandés, basándose en el conocimiento parcial que tenemos del mundo. Así Lyell (1797-1875) estudiando los fósiles y con su teoría del uniformismo de las transformaciones geológicas llegó a la conclusión de que la Tierra debería ser muchísimo más antigua. Lord Kelvin (1824-1907), basándose en el enfriamiento del planeta desde una esfera incandescente lo subió a una cantidad cercana a cien millones de años. Ya en el siglo XX los avances en el conocimiento de la radioactividad y en la desintegración del uranio o el plutonio llegaron a proponer una antigüedad de entre quinientos y mil millones de años. Hoy día se calcula en alrededor de cuatro mil quinientos millones de años, algo que seguramente habría sorprendido tanto a Beda el Venerable como al arzobispo Ussher.

Así pues, ya saben que deberíamos haber felicitado al mundo el 22 de septiembre en nuestro calendario corregido, pero, si nos atenemos a la letra, lo podemos hacer el 23 de octubre en que deben decirle al mundo: ¡Feliz cumpleaños! Y ayudarle a soplar las 6024 velas que lucen en la tarta.

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