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‘The mandalorian’, de otra GALAXIA

La serie de Disney+ creada por Jon Favreau y Dave Filoni ha logrado entusiasmar a los seguidores de la saga ‘Star wars’, a diferencia de la última trilogía cinematográfica P Estas son las claves de su superéxito

‘The mandalorian’, de otra GALAXIA

Las últimas tres películas de Star Wars (El despertar de la Fuerza, Los últimos Jedi y El ascenso de Skywalker) quisieron aportar algunos elementos nuevos que, por desgracia, no fueron bien digeridos por un gran número de fans de la saga. La colorista trilogía dirigida por J.J. Abrams y Rian Johnson tenía épica, fantasía, aventura, comedia e incluso nostalgia, pero en general, y a pesar de sus valores, no dejaba de ser una especie de continuación y remake a la vez de los títulos fundacionales. El público vitoreó la aparición de algún viejo conocido androide o de Chewbacca, y aplaudió la vuelta a casa de Harrison Ford, Carrie Fisher y Mark Hamill; convenía, sin embargo, dar un nuevo giro a los acontecimientos.

Ha sido Jon Favreau, director, productor y actor implicado también en el Marvel Cinematic Universe, quien ha insuflado aire fresco a la mitología de las galaxias, que corría el riesgo de repetirse ad infinitum. Con su serie The mandalorian (Disney+), Favreau ha dado en el clavo de la revitalización del ecosistema de la saga y, episodio a episodio, la ha consolidado como una de las mejores aportaciones, si no la mejor, al universo ideado por George Lucas hace más de cuatro décadas. Twitter y las redes sociales bullen de admiración con la propuesta, que consigue además ganar nuevos adeptos a la causa. Y todo con un guerrero con coraza y máscara, un Yoda en miniatura y un elogio de la sencillez. Aquí intentamos desgranar, en cinco claves, las razones por las que, a falta de solo dos capítulos para el final de la segunda temporada, The mandalorian está entusiasmando, y con razón, a los fans (y no tan fans) de Star Wars.

[Antes de empezar, recordemos que la serie está ambientada justo después de los episodios narrados en El retorno del Jedi, recién caído el Imperio a manos de los rebeldes republicanos, y que relata las aventuras galácticas de Din Djarin, un cazarrecompensas mandaloriano (Pedro Pascal) que debe llevar a una pequeña y adorable criatura verde, Baby Yoda, con los de su especie].

Favreau y Filoni, nuevos ídolos

El proyecto de The mandalorian, al menos las primeras noticias sobre él, se remontan a 2010, cuando el propio Lucas anunció su propósito de hacer una serie de imagen real vinculada al universo de Star Wars. Ocho años después, y para júbilo fan, se informó de que el proyecto tenía luz verde con Jon Favreau como showrunner. Hombre fuerte de Marvel, director y productor de las dos primeras entregas de Iron Man y actor en varias entregas de la serie, Favreau se alió con el tipo que seguramente sabe más de Star Wars en este lado de la galaxia, el animador Dave Filoni. Tocado siempre con carismático sombrero de vaquero, Filoni es el máximo responsable de las series canónicas The Clone Wars, Star Wars Rebels y “Star Wars Resistencia (disponibles también en Disney+), aclamadas por los seguidores de la saga y punto de origen de algunos de los personajes y situaciones más aplaudidas en The mandalorian.

Baby Yoda-Grogu, el niño de la serie

Yoda, uno de los personajes emblemáticos de la saga galáctica, era feo y entrañable. El Maestro Jedi se definió por frases de extraña construcción gramatical como “la Fuerza es mi aliado, y un poderoso aliado es”. Le puso voz Frank Oz. No tuvo recambio hasta la bendita aparición de Baby Yoda (de nombre real Grogu) en The mandalorian. Es aún más entrañable que Yoda con sus grandes y expresivos ojos, su caída de orejas, los sonidos que emite y su forma de desplazarse en la cuna flotante. Resulta maravillosa la forma en que, en el segundo episodio de la segunda temporada, contempla cómo se asa un grueso trozo de carne de dragón.

Se le ocurrió a Jon Favreau, y David Filoni garabateó en unas servilletas sus rasgos básicos. En la segunda temporada, el guerrero protagonista tiene la misión, más moral que real, de llevar a Baby Yoda con los suyos; por ahí se cuela una delicada historia de paternidad y protección. Un técnico controla los movimientos de sus luminosos ojos y otro del resto de expresiones de la cara. Funciona mediante animatronics, algún efecto numérico y títeres. Es el contrapunto perfecto del guerrero acorazado. Forman una de las mejores parejas, callada y compenetrada -uno habla, pero no vemos su rostro; Grogu no sabe lo que es hablar, pero se expresa con el rostro como nadie- del universo Star Wars.

Uniendo todos los universos

El universo Star Wars no se reduce a las películas universalmente conocidas, nueve títulos divididos en tres trilogías, así como dos spin-off derivados de la trama original. Más allá de la abundante memorabilia en forma de figuras, maquetas y juegos de mesa, desde el estreno de La guerra de las galaxias en 1977, los seguidores de la saga han podido saciar su hambre galáctica con un apasionante universo expandido formado por cómics, novelas, videojuegos y series de animación en los que se rellenan huecos argumentales o se añaden nuevos hilos temáticos. En este sentido, The mandalorian” ha sido desde su primer capítulo un festín de referencias, personajes y tramas de ese universo expandido, en especial de las series The Clone Wars, Star Wars Rebels y “Star Wars Resistence, y de la trilogía de libros Herederos del Imperio, de Timothy Zahn.

Esa es, quizá, la mayor de las muchas virtudes de la serie: su asombrosa capacidad de expandir la galaxia creada por Lucas y, al mismo tiempo, coser todos sus universos particulares con tanta emoción como rigurosidad. Una tarea seguramente ardua, dado el nivel de puntillosa exigencia de la fandom, en la que tienen mucho que ver la rotunda nómina de directores (Taika Waititi, Robert Rodríguez, Bryce Dallas Howard, Peyton Reed o los propios Favreau y Filoni), y la ya icónica banda sonora de Ludwig Göransson, autor de los scores de Black Panther (por el que ganó el Oscar) y Tenet.

Un elogio de la serialidad ‘vintage’

Que en Disney decidan emitir un episodio cada semana le viene como anillo al dedo a otro de los aspectos fundamentales de The mandalorian. Es un elogio de la serialidad televisiva clásica, pero remite igualmente a la temporalidad de los antiguos tebeos semanales, fueran del Oeste, aventuras o ciencia ficción, con una trama general que recorre toda la temporada e historias autoconclusivas en cada episodio. Así, sabemos que esta segunda entrega es la odisea particular del guerrero, que tiene como fin llevar a Baby Yoda con los de su raza y encontrar al mismo tiempo otros representantes del credo mandalore. Pero en cada capítulo se enfrentan con distintos peligros y conocen a variopintos personajes.

Las peripecias son más a ras de tierra, más cercanas y menos espectaculares (que no elaboradas) que en las películas de Lucas o Abrams. Favreau y Filoni pueden utilizar criaturas propias del imaginario Lovecraft, como los pulpos parlantes de tentáculos recortados y las arañas pequeñas y gigantes que moran en una gruta helada, o un gusano de arena gigante arponeado como si fuera Moby Dick. Todo tiene el encanto de un tebeo de los años 50 de una novela barata del Oeste o una revista pulp, algo que queda reforzado con los fabulosos dibujos de los créditos finales, ilustraciones que remiten a las de aquellas obras clave de la cultura popular.

Clint Eastwood en ‘Star Wars’

En el capítulo inaugural de The mandalorian, los aires de relato del Oeste eran evidentes: doma de besugos salvajes en vez de caballos, una pelea de bar, un cazarrecompensas, un tiroteo en un poblado de estilo español a lo Leone. En el cuarto había una situación parecida a la de Los siete samuráis y Los siete fantásticos, con el mandaloriano entrenando a unos granjeros para enfrentarse con unos bandidos. El quinto se tituló El pistolero, como un famoso wéstern.

La impronta del Oeste no ha disminuido para nada en la segunda tanda de episodios. De hecho, una revista estadounidense la ha descrito como “Clint Eastwood en ‘Star Wars’”. El primero, titulado precisamente El marshall, empieza en un pueblo con una sola calle y dos hileras de casas a los lados, hay un amago de tiroteo en un bar/saloon, se escucha el sonido de las espuelas, los diálogos son propios de un wéstern y hasta Baby Yoda se parapeta detrás de una escupidera. Y el marshall lo encarna Timothy Olyphant, actor de wésterns televisivos como Deadwood y Justified.

Una nueva esperanza

Las últimas entregas cinematográficas de la saga Star Wars cayeron casi como un insulto sobre la generación que en 1977 asistió al estreno de la primera película (Episodio IV: Una nueva esperanza). En el santoral de la infancia, aún veneraban todas aquellas aventuras estelares, aquella escenificación galáctica de la lucha del bien contra el mal, y no podían soportar cómo la evolución de la historia estaba consistiendo en una repetición paródica de los hechos genuinos. Como si la predicción de Fukuyama hubiera llegado también a esta galaxia muy muy lejana y asistiéramos, aquí sí, al final de la Historia. Aquellos aburridos remakes para seguir vendiendo muñequitos eran un insulto a la inteligencia. Así que la generación que un día soñó con tener hijos solo para decirles “Yo soy tu padre” tuvo que aceptar que la madurez era algo implacable y que nunca más volverían a sentir aquello que un día sintieron.

Entonces llegó The mandalorian, con la lentitud apropiada para volver a saborear la historia y no acabar deglutido por efectos digitales, naves y rayos láser; con ese aire de odisea wéstern rodada en un desierto donde el héroe va camino de un hogar cruzándose con lestrigones y cíclopes, protegiendo a su Telémaco, cumpliendo con su misión, haciendo lo que es debido. Y entonces esa generación en la cuarentena vital encontró una nueva esperanza. Este es el camino.

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