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El hito póstumo del adiós a Galdós

Unos 30.000 madrileños salieron a la calle el 5 de enero de 1920 para acompañar los restos mortales del escritor canario P Incluso la prensa contraria a sus ideales políticos rindió homenaje al autor de ‘Nazarín’

Miles de personas acompañan en Madrid los restos de Pérez Galdós en enero de 1920 LP/DLP

El ‘año Galdós’, efeméride que, en principio, se iba a celebrar por todo lo alto durante 2020 coincidiendo con el centenario del fallecimiento del escritor grancanario Benito Pérez Galdós el 4 de enero de 1920, se ha visto ensombrecido en parte por la crisis sanitaria derivada de la pandemia de la Covid-19 en Canarias y el resto de España. Sin embargo, esta inesperada situación no es excusa para rememorar como merece la última aparición pública del autor de los Episodios Nacionales o Fortunata y Jacinta el día de su entierro, cuando cerca de 30.000 madrileños tomaron las calles de la ciudad hace ahora 101 años para despedir al hombre que mejor les había retratado.

Ni tan siquiera las gélidas temperaturas registradas en Madrid aquellos 4 y 5 de enero de 1920 restaron calidez a la despedida de Galdós, en especial a la comitiva fúnebre que acompañó sus restos mortales por las principales avenidas de una capital cuyo censo por entonces no superaba los 751.000 habitantes. Cuesta creer hoy que un literato lograra movilizar a tantos hombres y mujeres de distinta condición social, entre ellos célebres personajes como Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset o Ramón de Valle-Inclán, que se rindieron ante este genial autor cuya obra es reivindicada actualmente por las y los más destacados especialistas y escritores.

Las crónicas recogidas en la prensa de la época son el mejor ejemplo de lo ocurrido aquellas jornadas pese a que compartieran o no su línea editorial con las ideas del literato canario. El Rey Alfonso XIII, en cuanto tuvo conocimiento de la trágica noticia, firmó un decreto por el que el Estado correría con todos los gastos y se le concederían todos los honores. “La literatura española está de duelo”, aseguraba el monarca. “Los pueblos se honran así mismo tributando el homenaje merecido a los esplendores de la cultura, y a las excelsitudes de la inteligencia, y ésta es hora de dar testimonio de tan justísimos tributos, que raras veces se prodigan, por lo mismo que son pocos los escogidos que se hacen dignos de la gratitud de la nación”, dijo sobre el declarado republicano.

“Madrileños, ha muerto Galdós, el genio que llenó de gloria la literatura de su tiempo con las asombrosas creaciones de su pluma”, escribió por su parte el alcalde de Madrid, Luis Garrido Juaristi, el día de su entierro.

“Gloria nacional que desaparece”, tituló El Heraldo de Madrid del domingo 4 de enero en primera página. El periódico vespertino de ideología demócrata se sumaba en sus elogios a otras cabeceras de distintas tendencias políticas, como El Sol, más progresista; la monárquica y católica La Acción; El Imparcial, de ideas liberales; el monárquico La Época; El Siglo Futuro, de ideas ultraconservadoras; y El País o el matutino El Globo, de tendencia republicana, según recoge Javier López Quintáns en un artículo de Revista de Filología donde aborda el impacto de la muerte de Pérez Galdós en los medios de comunicación del momento.

La muerte de don Benito fue una sorpresa para muchos pero lo cierto es que su delicado estado de salud se había agravado desde que el 13 de octubre de 1919 sufriera una grave crisis de uremia, con fuertes achaques cerebrales, respiratorios, circulatorios y digestivos, que le impidieron desde entonces levantarse de la cama.

Contaba con una edad de 76 años y junto a su lecho de muerte estuvieron presentes su hija María y su esposo; su hermana, su sobrino José Hurtado de Mendoza, su médico de cabecera Gregorio Marañón y su amigo y último ayudante, el escritor grancanario Rafael Mesa y López.

Multitudinario funeral

“A las siete de la mañana fue trasladado el cadáver de Benito Pérez Caldos desde su casa al Ayuntamiento. El teniente alcalde del distrito de la Universidad señor Tato Amat, en representación del Municipio, se hizo cargo del cadáver, procediéndose a su colocación en un furgón automóvil preparado al efecto”, recogía la prensa en la primera página.

“Iba escoltado el furgón por unas parejas de la guardia municipal a caballo con traje de gran gala. Á pesar de la hora, las calles por donde pasó la comitiva se veían bastantes concurridas de gente deseosa de tributar un homenaje de despedida al ilustre muerto. A las siete y veinte llegaba el cadáver al Ayuntamiento y era inmediatamente colocado en el hall de cristales de la Casa de la Villa, convertido en capilla ardiente. Mucho antes de las tres de la tarde, hora anunciada para la conducción del cadáver desde el Ayuntamiento al cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, enorme gentío acudid a los alrededores de la plaza de la Villa para presenciar el paso de la fúnebre comitiva. A las tres y cuarto fue sacado el cadáver a hombros por antiguos servidores del finado. Se organizó la comitiva precedida de una sección de la Guardia Municipal montada, a la que seguían una representación del Cuerpo de Bomberos, la Banda Municipal y cinco coches con coronas. A Continuación marchaba el coche fúnebre, tirado por seis caballos, que iba rodeado por ordenanzas del Ayuntamiento”.

Las muestras de cariño en plena calle ya se habían dejado sentir en la capilla ardiente a modo de coronas. “El Cabildo Insular de La Gran Canaria al insigne canario D. Benito Pérez Galdós”, se podía leer en una de ellas. “A Pérez Galdós”, decía la enviada por Loreto Prado y Enrique Chicote; la Asociación de Actores Españoles escribía “el Ateneo de Madrid a D. Benito Pérez Galdós”; “A D. Benito Pérez Galdós, la empresa y artistas del teatro Infanta Isabel” o “El Círculo de Bellas Artes a Pérez Galdós, gloria nacional “, señalaban algunas otras de las numerosas muestras de condolencias.

De un tiempo a esta parte toma un especial y emotivo valor la enviada por la condesa de Pardo Bazán, Emilia, escritora, cómplice y amante del escritor grancanario: “Al glorioso maestro de la novela española”. Una serie de cartas inéditas hechas públicas en 2020 constatan la íntima relación entre la autora gallega y Galdós, una correspondencia que invita a considerar como cierta la presencia, en un balcón de la Puerta del Sol, de la autora de Los pazos de Ulloa al paso de la comitiva fúnebre de don Benito aquel 5 de enero de 1920.

“En la Puerta del Sol, una compacta masa humana entorpecía el tránsito”, recogen las crónicas de aquel día. “El fúnebre cortejo marchaba lentamente... Y al entrar en la calle de Alcalá, desde uno de los balcones del Hotel París, una mujer enlutada, temblorosa y deshecha en llanto, comienza a arrojar flores sobre el féretro. Era la actriz Margarita Xirgú”, explicaba.

“Después de las cinco y media se procedió a dar sepultura al cadáver de Galdós. Presenciaron el enterramiento las personas de la familia del ilustre finado [...] Se dijeron dos responsos: uno en la capilla a la llegada del cadáver, otro ante el panteón. La llave del féretro fue entregada al señor Hurtado de Mendoza, sobrino de D. Benito. Descanse en paz”, concluía en su crónica el diario El Globo.

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