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El polvo del siglo, según ellos

El sexo ha sido representado en el cine a través de la fantasía masculina del director - Algunas actrices empiezan a rebelarse contra esta mirada, y los coordinadores de intimidad empiezan a ser figuras establecidas en los rodajes

El polvo del siglo, según ellos

Ya que durante tantas décadas las películas han sido dirigidas por cineastas masculinos, las escenas de sexo corresponden, por lo general, a su visión y sus fantasías, poco realistas. El cine continúa teniendo ese poder innato para crear arquetipos en todos los sentidos, y el sexo representado delante de una cámara no es la excepción: los modelos de la ficción cinematográfica (o televisiva) acaban siendo reproducidos en la realidad y no al revés.

Keira Knightley ha sido una de las primeras en posicionarse en este tema. El pasado 25 de enero, The Guardian se hacía eco de unas declaraciones de la actriz británica en la que aseguraba que no volvería a rodar más escenas de sexo dirigidas por hombres: “No quiero volver a hacer más esas horribles escenas de sexo en las que todo está engrasado y todos gruñen. Me siento muy incómoda retratando la mirada masculina”.

La historia del cine está trufada de casos significativos. En el Hollywood clásico, Alfred Hitchcock no rodó nunca escenas de sexo explícito, dados los códigos de censura de la época, pero desnudó a sus actrices —Kim Novak en Vértigo, Tippi Hedren en Marnie, la ladrona— a partir de sugerencias y metáforas visuales que venían a satisfacer sus fetichismos y fantasías respecto al sexo femenino.

En 1972 fue muy aplaudida la valentía de Bernardo Bertolucci al representar la intensa relación erótica entre Marlon Brando y Maria Schneider en El último tango en París, pero todos aquellos parabienes quedaron en entredicho décadas después cuando el propio Bertolucci confesó que, en el rodaje de esas escenas subidas de tono, Schneider no sabía exactamente lo que iba a ocurrir y que lo visto en pantalla no fue consentido. No todo vale, aunque el arte en general utilice situaciones límite destinadas a obtener un efecto concreto.

Más recientemente saltó la polémica con La vida de Adéle (2013), cuyas escenas sexuales entre las dos protagonistas, Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux, hicieron remover los cimientos bien pensantes. Meses después de proyectarse la película en Cannes, se supo que las dos actrices estaban muy molestas por el trato que les había dado el director Abdellatif Kechiche durante la filmación de esas secuencias. Sin duda representan la fantasía del hombre ante una relación lésbica. Las dos actrices subieron al escenario con Kechiche cuando la película ganó la Palma de Oro en Cannes, abrazándose y felicitándose como si en el rodaje no hubiera pasado nada. El efecto de la protesta hubiera sido entonces fulminante. Knightley dice que solo participará en escenas de sexo si se trata de una realizadora.

De momento, sus dos últimos trabajos han sido a las órdenes de Philippa Lowthorpe, que la ha dirigido en Rompiendo las normas, y Camille Griffin, en la comedia navideña Silent night. Lejos quedan los tiempos en que debía someterse a los designios del hombre que la dirigía tras la cámara.

Abuso de poder

Durante la filmación de una escena de cama en Expiación, el director, Joe Wright, empezó a gritarle a Knightley que pajeara a James McAvoy. Wright pasó olímpicamente de lo que habían establecido durante los ensayos. La paradoja, si es que puede haberla, es que Knightley había trabajado antes con Wright en Orgullo y prejuicio y repitieron en Anna Karenina y un anuncio de Chanel, siendo el cineasta con el que la actriz mejor se ha expresado. Pero fallaron, como tantas veces, las formas, y hubo abuso de poder. En el caso de Bertolucci y Kechiche parece evidente este abuso de poder. Quizá también en el de Paul Verhoeven en Instinto básico a pesar de que el personaje dominante fuera el de Sharon Stone. Pero cuando Michael Douglas exclamaba que había sido el polvo del siglo, se imponía la fantasía masculina.

Anna Smith, presentadora del podcast Girls in film, piensa que cualquier actriz tiene derecho a sopesar la identidad del director cuando hay escenas de sexo subidas de tono. Otra cosa distinta es cuando se trata de directoras, cuya representación del sexo —del acto, el comportamiento y el placer— es bien distinta, como han demostrado Jane Campion, Claire Denis, Kathryn Bigelow o Greta Gerwig. Los denominados coordinadores de intimidad, que asesoran en la filmación de las escenas de sexo, son ahora una figura ya establecida que vela para que no haya ningún tipo de explotación de las actrices. Pero hasta que la representación de los cuerpos masculinos desnudos no sea tan habitual como lo es la mostración del desnudo integral femenino, la batalla no estará ganada.

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