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EPÍGRAFE DOMINICAL

“En el Insular éramos una gran familia”

El Hospital Insular celebra su medio siglo de vida

“Entré por primera vez en el Hospital Insular en octubre de 1976, como parte de los alumnos de 3° de Medicina, de la primera promoción del Colegio Universitario de Las Palmas (CULP). Tenía 19 años y mi primera práctica fue con Víctor Viera, quien hizo una biopsia pulmonar en el quirófano. Recuerdo que me dieron náuseas y que me caí al suelo. ¡Un buen comienzo! “, dice. “Después de ese periodo de prácticas, en 4º de Medicina tuvimos que trasladarnos a La Laguna y regresé al Insular al acabar la carrera en 1980. En esa época había un gran paro médico, cosa que hoy no ocurre y comencé a ir al hospital a hacer primero la Tesina y después la Tesis Doctoral, bajo la dirección del que fue mi maestro para todo: el profesor Pedro Betancor. En 1981, el Cabildo Insular, entonces propietario del complejo, sacó a concurso unas plazas de MIR para hacer la especialidad y obtuve la de Medicina Interna donde permanecí entre 1981 y 1985. Después hice un segundo MIR en el centro entre 1985 y 1989, en Neurología. En ese periodo de tiempo, el Insular pasó del Cabildo a ser gestionado por el Insalud y finalmente a depender del Servicio Canario de la Salud. Fueron tiempos difíciles, de incertidumbre, de penurias económicas —nadie nos quería— pero salimos adelante”.

“Hay una cosa que tenía el Insular entonces y es la relación extraordinariamente cálida y cariñosa que teníamos los que allí trabajábamos. Era como una gran familia, donde, yo al menos, me sentía querido y arropado. Se trabajaba duro y con pocos medios, lo que nos obligaba a agudizar la inventiva y buscar soluciones ingeniosas. El buen ambiente de trabajo (que desgraciadamente ya hoy no existe) nos llevó a reírnos de nosotros mismos, lo que hacíamos por medio de una revista satírica que editábamos, fotocopiábamos y distribuíamos anónimamente, que la llamábamos La voz del Insular. Tengo recuerdos imborrables de maestros que me enseñaron mucho y no solo Medicina; de compañeros que estaban siempre dispuestos a ayudar, de largas guardias en las que además de trabajar encontrábamos el hueco para charlar, conocernos y darnos alguna que otra broma. Recuerdos imborrables de un Hospital que fue más que eso: una escuela de humanidad”, reconoce.

“El Insular me brindó también poder crear la Unidad Metabólica Ósea, que fue la primera en España monográfica para el estudio del metabolismo mineral. En los años 90, con la creación de la ULPGC, el Hospital Insular pasó a ser Universitario y comenzaron a acudir alumnos de todos los cursos, además de los MIR que ya teníamos. Esto mejoró aún más la calidad docente del HI. La implicación con la ULPGC se desarrolló muchísimo y fue precisamente en el salón de actos del Insular donde se impartió el primer curso monográfico de doctorado de Medicina, concretamente sobre patología metabólica ósea”.

“El Hospital cumple en estos días 50 años. ¡Toda una vida! El “sietemesino” como le llamábamos, pues se construyó en siete meses, ha dejado una marca indeleble en todos aquellos que hemos tenido el honor de haber trabajado en él. En mi caso, recuerdo que llevaré siempre mi cariño y afecto hacia mi hospital y hacia mis compañeros”, concluye Sosa Henríquez.

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