Hay quien sitúa a las musarañas en el reino de la fantasía. ¡Nada más lejos de la verdad! Son de carne y hueso, y pertenecen al reino animal, en concreto, a los mamíferos, exactamente como usted y yo. Los mamíferos nos caracterizamos por tener un esqueleto de huesos, cuatro extremidades, pelo y mamas para amamantar a las crías.

De tamaño entre pequeño y minúsculo, patas más bien cortas, cuerpo esbelto y hocico puntiagudo, las musarañas se alimentan de carne, ayudadas por una dentadura muy parecida a la del perro, en miniatura, claro. De las 450 especies distintas que se conocen en el mundo, 70 se consideran amenazadas. Entre ellas, la musaraña canaria, conocida como ratón trompudo y de nombre científico Crocidura canariensis. Es el único mamífero endémico del Archipiélago (si exceptuamos un murciélago), y solamente se encuentra en las islas más orientales y algunos de sus islotes.

Sus antepasados alcanzaron estas islas en balsas de vegetación —a modo de pateras— muchos miles de años antes que cualquier ser humano. Por aquél entonces, en el continente africano, justo enfrente de Canarias, existían grandes ríos que durante las crecidas arrastraban troncos, arbustos y otras plantas, junto a algún que otro animal despistado. Ocasionalmente, estas balsas arribaban a tierras canarias, y los pasajeros supervivientes conseguían desembarcar y establecerse, fundando una nueva población. Expuestas a un ambiente bastante diferente al de sus hermanas continentales, a través de las variaciones genéticas aleatorias que se producen en cualquier organismo, y la selección natural que premia a las mejor adaptadas, a lo largo de los milenios se fue desarrollando una especie única que hoy llamamos musaraña canaria. Según indican los estudios genéticos, está emparentada con la musaraña de Tarfaya, del Sáhara occidental, y con otra especie endémica de Sicilia. En Fuerteventura se conocen restos fósiles de al menos 30.000 años de antigüedad.

También hay musarañas en Gran Canaria y Tenerife, con una diferencia fundamental: llegaron hace menos de 500 años. Son especies introducidas, transportadas de forma involuntaria por personas, probablemente junto a productos agrarios o de jardinería. No se han encontrado fósiles de ellas. Además, genéticamente no se distinguen de individuos continentales. En Tenerife está presente la musarañita (Suncus etruscus), que incluso ha penetrado en la laurisilva. La especie que encontramos en Gran Canaria al principio se describió como endemismo (Crocidura osorio) para el Noreste de la isla, pero posteriormente análisis genéticos la identificaron como musaraña gris (Crocidura russula), introducida, y ahora ya ha llegado hasta Tamadaba.

Para nuestros originales ecosistemas insulares las especies introducidas resultan nefastas. El caso de estas musarañas foráneas significa la entrada de un nuevo depredador, especialmente peligroso para la fauna de invertebrados debido a su tamaño: la musaraña gris mide unos siete cm, y la minúscula musarañita solo cuatro. Cuanto más pequeño sea un animal, más acelerado es su metabolismo, y más comida necesita en relación con su propio peso. Esto convierte a las musarañas en especialmente voraces. A los invertebrados de Gran Canaria y Tenerife los pillan sin estrategias de defensa, porque nunca antes se habían tenido que enfrentar a este tipo de depredadores. Evolucionaron en ausencia de musarañas. Así que muy probablemente en estas islas las musarañas causan estragos entre insectos, babosas y otros invertebrados del suelo, afectando asimismo al ecosistema donde estos animales suelen cumplir importantes funciones tales como polinizar flores, descomponer materia orgánica o airear la tierra. No podemos saberlo con certeza; se trata de seres poco conocidos, ya que los investigadores normalmente prefieren estudiar animales más vistosos.

Tanto es así que ni siquiera se está rastreando el proceso de colonización de estas dos musarañas introducidas. Esto puede poner en peligro a nuestra musaraña canaria, ya que a mayor presencia de musarañas introducidas en Tenerife y Gran Canaria, lógicamente aumenta el riesgo de que viajen como polizones entre mercancías con destino a Lanzarote y Fuerteventura.

Allí la aparición de musarañas foráneas resultaría catastrófica para la especie endémica. Podrían competir con ella por el alimento y el territorio, e incluso traer enfermedades. Además, la musaraña canaria no se puede distinguir de la musaraña gris a simple vista, y tal vez sea posible la hibridación, que daría al traste con ese patrimonio genético único que significa una especie endémica.

Por suerte, recientemente un grupo de investigadores desarrolló un método para diferenciar la musaraña gris de la canaria basándose en rasgos del cráneo. Esto posibilitaría implantar un sistema de vigilancia, con la inestimable ayuda de la coruja, o lechuza canaria oriental, que caza musarañas. La rapaz engulle las presas enteras, y después regurgita todo lo que no puede digerir en forma de pequeñas croquetas llamadas egagrópilas, que encontramos debajo de sus nidos. Los investigadores las recogen y extraen los restos óseos para su identificación. Así, curiosamente, la lechuza contribuiría a la conservación de la musaraña canaria comiéndosela.

Otras especies introducidas ya la están amenazando. Gatos y perros atrapan musarañas. Ardillas, erizos, ratas y ratones pueden competir con ella por el espacio y sobre todo por el alimento. La musaraña necesita comer cada pocas horas para no morir de inanición. Además de invertebrados, caza lagartos mediante una estrategia particular: las agarra con sus mandíbulas y… espera. Espera hasta que una toxina en su saliva paralice al reptil.

Se comprende fácilmente que los insecticidas y otros fitosanitarios constituyen un peligro inmenso para nuestra musaraña, ya que matan y envenenan su alimento. Así, ha desaparecido de muchas zonas agrícolas, en las que, sin embargo, podría ser una gran aliada. Desafortunadamente, también mueren musarañas en botellas abandonadas, a las que entran por curiosidad y no consiguen salir. Y, como tantos otros animales, sufre la destrucción del medio natural por construcciones y otras actividades humanas.

De costumbres discretas, habita el mundo subterráneo de coladas de lava e intersticios rocosos, saliendo a la superficie sobre todo de noche. Esto hace difícil verla y estudiarla, pero todo parece indicar que cada vez hay menos.

Declarada como “vulnerable” en el Catálogo Español de Especies Amenazadas, nuestra musaraña necesita un Plan de Conservación, una herramienta de la Administración que debería marcar las prioridades y las acciones precisas para protegerla y garantizar su futuro. En breve se inicia el diseño de este Plan y, por supuesto, están invitados a participar. ¡Pensemos entre todos en las musarañas canarias!