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50 años no son nada

Rafael Betancor de León: “Solo quise ser médico por eso dediqué más de 50 años a mis enfermos”

ANDRÉS CRUZ

Lo conozco desde hace tiempo, veinte años por lo menos. Sé, como muchos compañeros, que entrevistarle es hablar con quien tiene tres debilidades: su familia, la medicina y sus enfermos. Tal vez sus cuatro nietos, hijos de sus tres hijos, Alfonso, Rafael y Cristina, están en la primera fila de su corazón, como su esposa, Rosa Aguado, que ha estado siempre a su lado. Lo habré entrevistado mil veces a lo largo del tiempo y siempre concluyo la charla con la impresión de haber hablado con alguien especial. El personaje que hoy ocupa la sección 50 años no son nada es un médico querido y respetado en la sanidad canaria, Rafael Betancor de León, urólogo, 88 años, jubilado desde el 2002 después de ejercer la medicina durante 50 años. “Creo que 52, Marisol…”.

Gran conocedor de las batallas de la sanidad canaria, de sus inicios, de sus guerras y penurias. Fue uno de los escasísimos especialistas que entonces había en las islas. Para Don Rafael su maestro fue Nicolás Chesa padre, al que menciona junto a su compañero José Ponce como determinantes en su brillante trayectoria. Cuando terminó la carrera y la especialidad, esta última realizada en Santiago de Compostela, se vino a Las Palmas de Gran Canaria para trabajar en el hospital San Martín cuyas carencias eran clamorosas. “Imagine. San Martín en aquellos años atendía a los enfermos pobres, que eran muchos”. Con esa intención se abrió, hasta que pocos años después se edificó el Hospital Insular, hace ahora 50 años, para hacerle hueco a los enfermos de Beneficencia. “Los pobres de solemnidad”, tal como figuraba en la cartilla que les daba acceso al hospital, fueron ocupando sus camas, dignificando su enfermedad. “Siempre digo que San Martín fue el germen de la sanidad, que poco a poco creció con autoridad. Ser mayor significa saber de qué hablo. Yo viví en el Insular la dictadura, la muerte de Franco, la transición y la democracia. Fueron años febriles”.

“Durante mi infancia, en Lanzarote, solo había dos o tres médicos que trabajaban las 24 horas del día peinando con su esfuerzo toda la Isla”

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Don Rafael nació en Haría (Lanzarote) donde hoy pasa temporadas y a la que menciona con mucho cariño. “Allí se pasa bien”. Escueto y parco en palabras, ese es Don Rafael en estado puro. Así le llaman muchos.

Voy a permitirme la licencia de agradecer públicamente lo mucho que Don Rafael me ayudó y me enseñó de la medicina, enseñanzas que yo, como periodista novata, tenía que trasladar a la sociedad. Cuando no entendía algo lo llamaba y me lo explicaba con más paciencia que Job. Siempre supo lo que era noticia y lo que no: “Ayala, véngase para acá que tenemos que hablar”. Alguna cosa me quería explicar, siempre protegiendo una sanidad que comenzaba a extender sus alas hasta mejorar la asistencia de manera espectacular. Don Rafael trabajó en el hospital San Martín, luego fue director del Hospital Insular y director de la Escuela de Enfermería.

Trayectoria

  • Licenciatura en La Universidad de Valladolid, en 1958.
  • Especialización en Urología en La Escuela Profesional de Urología de La Universidad de Barcelona, en 1962.
  • Ex Director de La Escuela Universitaria de Enfermería De Las Palmas, desde el Curso 1978-79 al Curso 1988-89.
  • Jefe del Servicio de Urología del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria, desde 1983.
  • Fundador y primer Presidente de La Sociedad Canaria de Urología.
  • Miembro de La Asociación Española de Urología.
  • Miembro de La Sociedad Internacional de Urología.
  • Director Médico del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria.

Se jubiló en el Insular a los 70 años pero se incorporó a la medicina privada en San Roque. Superadas las horas libres de la jubilación decidió que ya estaba bien y colgó la bata. Ahora es feliz leyendo, escuchando música, o viendo el mar de Las Canteras con sus amigos. Pero no nos engañemos, a Don Rafael nada le hace más feliz que su familia, su obra más cotizada. Ninguno de sus tres hijos quiso ser médico, una profesión sacrificada siempre pero en la época de Don Rafael casi un sacerdocio. Para empezar eran tiempos de penurias y desde luego los conciertos con el Insalud y más tarde con el Cabildo Insular y ya más tarde con el Gobierno y las transferencias sanitarias a Canarias, que resucitaron a un muerto.

En primera persona

“La Medicina ha sido a lo largo de todos estos años (1963-2003) algo relevante en mi vida, realmente a ella le he entregado lo mejor de mi juventud y de mi madurez. Y hoy miro hacia atrás y lo hago con verdadera nostalgia de lo vivido y de la labor realizada, ya fuera en el campo de mi especialidad —la Urología—, de la docencia —Escuela Universitaria de Enfermería— o en cargos directivos —Complejo Hospitalario Materno-Insular—. Y siendo relevante para mí toda esta etapa”, dice,“también lo fueron mis años en la Facultad de Medicina, así como los años vividos durante mi especialización urológica en Barcelona y Londres. Pero aun siendo importante en mi vida todo lo relatado anteriormente, mis recuerdos me llevan a los años de mi infancia y adolescencia, ya que fue en esa época donde se inició lo que creo que fue el comienzo de mi vocación hacia la Medicina, ya que jamás quise ser o tener otra profesión que no fuera la de médico. Mi infancia la viví en la isla de Lanzarote, en Haría, un pueblo del norte de dicha isla en el que nací. En Lanzarote, en aquella época sólo había dos o tres médicos que trabajaban prácticamente las 24 horas del día peinando, con su desvelo, esfuerzo y trabajo, toda la Isla; no había hospitales, no había clínicas, no había médicos especialistas, sólo existían estos médicos-generalistas. Y de ellos el que a mí más me impactó, por sus conocimientos, por su dedicación, por su esmerada educación fue el doctor don José Molina Orosa, un hombre dedicado por completo a sus enfermos y a la Medicina. Él fue, con su ejemplo, con su constante entrega a la Medicina, quien me inoculó ‘el virus’ de la vocación médica y desde entonces siempre quise ser médico y en eso me convertí.

“El profesional sanitario, si no lo es por vocación, difícilmente podrá superar los sacrificios que conlleva el ejercicio de la profesión”

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Creo que está claro que el profesional precisa que se compense, al menos económicamente, su trabajo, su esfuerzo y su dedicación, pero teniendo siempre presente que el profesional médico, si no lo es por vocación, difícilmente podrá superar los sacrificios que conlleva el ejercicio de la profesión, los desvelos constantes a que se verá sometido y lo poco que se sentirá recompensado, aunque los sueldos estén más en consonancia con los tiempos que vivimos.

Creo y sigo pensando que la profesión médica debe ser vocacional, ya que en caso contrario el profesional jamás estará a gusto ni con su trabajo, ni con su compensación económica, ni por supuesto consigo mismo”.

Un profesional en el centro de la noticia


Rafael Betancor de León se vio inmerso en una noticia que en los noventa tuvo gran repercusión social. Ocurrió en el barrio de El Calero (Telde), cuando una mujer, madre de una adolescente, según señalan las crónicas de la época, sospechó que un varón, su cuñado, sometía a la adolescente, su hija, a abusos sexuales en el patio destinado a lavar la ropa, de hecho en el momento de los hechos había una pileta. La mujer entró al cuarto y vio a su cuñado alrededor de su hija al que insultó y posteriomente saco del bolsillo de su delantal un cuchillo con el que sin mediar palabra se abalanzó sobre él y le cortó el pene. Como se imaginarán la hemorragia era tan intensa que la vida del hombre estaba en peligro. En la modesta casa del El Calero vecinos y familiares fueron conscientes de la gravedad de los hechos e intentaron de taponar la herida con una toalla pero eso no fue suficiente. Cuando lo llevaron al Hospital Insular avisaron a don Rafael Betancor que atendió al paciente y concluyó que había que operarlo para frenar la hemorragia y valorar una intervención quirúrgica para recuperar el pene, como así ocurrió.



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