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La filántropo Apolinario

La dama altruista

Pino Apolinario, nacida en 1870, se desprendió de su cuantioso patrimonio en favor de los más necesitados | El nombre del Cardón dio paso en 1930 al de Lomo Apolinario en honor a esta grancanaria ejemplar

Primitivo colegio de los Padres Paúles en Lomo Apolinario. | ARCHIVO PADRES PAÚLES

La grancanaria Pino Apolinario, que da nombre al barrio capitalino, destinó su cuantiosa fortuna a los mas necesitados “Los sudarios no tienen bolsillos”, decía

Posiblemente en nuestros días se haya desvanecido el recuerdo de esta irrepetible señora, la única dama en la historia del Archipiélago que se desprendió de su considerable patrimonio en favor de los más necesitados. Sin embargo, los grancanarios seguimos disfrutando de los beneficios que aquella virtuosa mujer nos proporcionó a lo largo de su vida.

Los Apolinario llegaron a Santa Brígida procedentes del pago tinerfeño de Vilaflor. Por su inteligencia y emprendimiento amasaron una sorprendente fortuna en pocas décadas. El progenitor de la familia, Joaquín Tadeo Apolinario Rodríguez, fue un capitán piloto de una pequeña flota de goletas y bergantines que realizaba travesías marítimas entre las islas y América; trasladaba en sus barquichuelos a numerosos isleños que iban en busca del anhelado progreso y bienestar en el nuevo mundo. Muchos de los viajeros, faltos de recursos económicos, abonaban su pasaje dejando a cambio sus pertenencias, sus huertos, sus granjas, sus terruños. Estos estipendios y el producto de la actividad de transporte permitirá a la familia incrementar su patrimonio con la adquisición de extensas heredades conventuales, puestas a la venta tras la desamortización.

En pocos años la extraordinaria heredad de la saga abarcaba, desde el lomo del Cardón, que hoy lleva el nombre del linaje familiar, hasta los confines de la playa de las Canteras, cuyo paseo aún lleva el viejo rótulo adherido a las fachadas de Avenida Apolinario. No podemos olvidar que gracias a su generosidad hoy disfrutamos del Parque Santa Catalina, joya del barrio portuario. El terreno fue donado por la familia a los Miller para que ajardinaran el entonces polvoriento e intransitable recinto. La compañía inglesa les proporcionaba gratis el carbón para las cocinas de la Casa Asilo de San José de las Canteras y, en agradecimiento, los Apolinario compensaron el suministro británico con el regalo de aquellos solares que hoy forman parte del patrimonio municipal.

Su abuelo donó el terreno para el parque de Santa Catalina y el paseo de las Canteras aún lleva el viejo rótulo de Avenida Apolinario adherido a las fachadas

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A la muerte del patriarca don Joaquín, fallecido a consecuencia de la mortal epidemia del cólera que arrasó la ciudad en junio de 1851, el patrimonio se reparte entre sus ocho hijos: Sebastiana, Juan Francisco, Nicolás, Domingo (que fue alcalde de Gáldar), Joaquín, Manuel, Marcela y Juana Apolinario Rodríguez. Todos destacan en la sociedad de la época. Los varones, como propietarios de profesión, figuran en las listas de mayores contribuyentes a la Hacienda Pública. Manuel, que hereda las tierras y la casona del Lomo, va a ser el padre de doña Pino.

María del Pino Ceferina Ana Francisca Petra Apolinario Placeres nace en la calle mayor de Triana a la una de la madrugada del 7 de junio de 1870. El abuelo materno y padrino, Gregorio Placeres, que era natural del Puerto de la Orotava, la llevará a bautizar a la pila de San Francisco quince días más tarde. Será hija única. Con el tiempo, la joven se trasladará junto a su progenitora, doña Antonia Placeres Rodríguez, a vivir en la alejada hacienda del Cardón. En todo momento estará muy unida a su madre y protectora; apenas frecuentaba la vida social de la ciudad por lo que no tenía oportunidad de relacionarse con muchachos de su edad, al contrario que sus allegadas las atractivas niñas Gomez, las Alzola o las Cambreleng. Doña Pino permanecerá soltera, aunque no le faltaron aduladores que buscarán la manera de hacerse con su fortuna

En 1907, a la muerte de su padre que se había encargado de aumentar la producción en aquellos alejados terrenos mediante la explotación agrícola, doña Pino heredará gran parte de la fortuna de la familia, que comparte con sus primos, entre ellos Bartolomé, que funda sobre sus propios terrenos la citada casa asilo y clínica de San José, y Marcela, que fabrica agradables viviendas en la primera línea de la playa.

La relación de propiedades que figuran en el cuerpo de bienes de doña Pino es incalculable. Destacan numerosas casas en Vegueta y Triana, cuantiosos solares en los Arenales, las Rehoyas, el istmo de Guanarteme, el Refugio, en buena parte de la actual zona de Mesa y López y en lomos, laderas y barrancos a lo largo y ancho de toda la ciudad y de la isla. En contraste con el disfrute de tan abundante cúmulo de propiedades, doña Pino observa la gran pobreza y miseria en que se desenvuelven las decenas de trabajadores y jornaleros empleados en sus fincas, cuyas familias se asentaban en lúgubres chozas diseminadas por el extenso caserío, y que estaban sumidos en un completo abandono religioso y educativo. Estas circunstancias propician el nacimiento de su empeño por destinar su impresionante heredad a la mejora de las condiciones de vida de tantas familias infelices. Doña Pino se convierte en una firme defensora de los pobres al repartir sus bienes entre los más necesitados. Aunque, todo hay que decirlo, no faltaron especuladores y ambiciosos que pretendieron sacar tajada de su desprendida bondad.

Hoy son numerosas las iglesias de nuestra ciudad que pudieron edificarse por la generosa donación de sus solares, como las de Nuestra Señora del Pilar y el Santísimo Cristo Crucificado de Guanarteme. Y cuando en 1916 los Padres Paúles tuvieron que dejar las dependencias parroquiales de Santa María del Pino, en la zona de los Arenales del Puerto, la magnánima señora contribuyó con su aportación más espléndida, pues proporcionó a la orden de San Vicente en el Lomo del Cardón la construcción de la iglesia y los colegios, además de espléndidos terrenos para las instalaciones que cubrieran todas sus amplias necesidades. El nombre del Cardón quedará borrado para siempre y dará paso en 1930 al de Lomo Apolinario en honor a la altruista y ejemplar dama canaria.

María del Pino Apolinario Placeres proporcionó medios a los Padres Paúles para la construcción de la iglesia y los colegios del lomo del Cardón

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La dilatada generosidad de doña Pino no tenía tregua, porque su preocupación era siempre constante. En todo momento ofrecía socorro a ancianos pobres y abandonados, a niños huérfanos, a obreros sin trabajo, a viudas desamparadas y dotaba a muchachas en situación precaria para que pudieran contraer matrimonio. Tanta inquietud no le impedía continuar aportando otras donaciones y regalos a la ciudad, como su contribución para que el arquitecto Laureano Arroyo levantara el templo de aires bizantinos de la iglesia de los Desamparados, anexa al asilo de ancianos, para la cual donó la imagen de la Virgen y sufragó el costo de su retablo. Siempre fue la madrina de sus obras, y los prelados y nuncios la acompañaban con satisfacción en sus inauguraciones. En la visita que realizó el cardenal Federico Tedeschini a la Diócesis en 1930, ambos pusieron la primera piedra en los solares donados por doña Pino para la construcción del edificio de la Asociación de Damas Protectoras del Obrero, como centro de formación del artesanado.

Otra de sus espléndidas realizaciones surgió al comprobar cómo estaban hacinadas en el hospicio del hospital de San Martín un centenar de niñas sin ningún tipo de estímulo. Impulsivamente, con el desprendimiento que le caracterizaba de ver florecer su obra en asilos, orfelinatos, hospitales, colegios y templos, puso a la entera disposición del Cabildo Insular, en tiempos de la presidencia de Antonio Limiñana, los terrenos para que se descongestionara el recinto sanitario de Vegueta y se fabricara el internado de Nuestra Señora de los Ángeles en el Lomo Apolinario, que será atendido por las Hermanas Hijas de la Caridad, y que llegará a acoger a unas 300 niñas de toda la provincia de Las Palmas.

Entre sus innumerables actos de caridad a favor de la infancia y juventud desvalidas también proporcionó un solar de 3.100 metros cuadrados en Guanarteme, ubicado entre las calles Arístides Briand y Portugal, para que se fabricara un Centro Reformatorio, que fue posteriormente Escuela de Artes y Oficios y que hoy alberga destacados huertos urbanos.

Convencida de que los sudarios no tenían bolsillos, como solía expresar para justificar su generosidad, llegamos al final de su existencia sin que ya le atara la posesión de sus bienes. Muchas de sus casas, que habían sido prestadas a familias que no podían pagar los alquileres, hoy son disfrutadas en propiedad a través de expedientes de dominios. Varias firmas comerciales de prestigio cobraron en propiedades los suministros de víveres que doña Pino adquiría para sus pobres. Incluso, otros tantos de sus terrenos fueron expropiados por el consistorio para abrir calles, paseos y avenidas o, simplemente, ocupados por “conquista” por el municipio para emplearlos en obras asistenciales.

Convencida de que los sudarios no tenían bolsillos, como solía decir para justificar su generosidad, falleció en mayo de 1952 sin bienes que la atarán al mundo

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Doña Pino, ya debilitada por la edad a sus 82 años de vida, no podía levantarse de la cama. Aquejada de sordera, la diabetes acabó por dejarla completamente ciega. Falleció a la una de la tarde del jueves primero de mayo de 1952. Al día siguiente salió el cortejo fúnebre de su residencia del Lomo Apolinario con rumbo al cementerio católico de Vegueta. La ciudad había quedado conmocionada. Al paso de la comitiva por las abarrotadas calles las iglesias iban abriendo sus puertas y hacían repicar sus campanas, mientras que los comercios cerraban en señal de duelo y de respeto. En el atrio de la catedral los canónigos le ofrecieron un emocionado responso. Ya desde Santa Ana el coche fúnebre no podía seguir avanzando por la presencia de un gentío abrumador que se había echado a las calles para disputarse el honor de continuar llevándola a hombros hasta el camposanto.

Había muerto una verdadera madre, grancanaria e irrepetible.

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