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Artes plásticas

Pepe Abad, el gigante escultor

El artista de 78 años continúa con su monumental producción en hierro forjado con centenares de obras realizadas durante la pandemia y que ahora expone en

el patio de su hogar junto a nuevas propuestas en madera

El escultor Pepe Abad posa en su taller, ubicado en su residencia de La Laguna. | CARSTEN W. LAURITSEN

El talento no abandona a Pepe Abad (La Laguna, 1942) ni en la puerta de su casa. Literalmente. La puerta de entrada de su domicilio se erige como una escultura más en medio de ese museo que hace las veces de taller y de domicilio. En pleno casco histórico de La Laguna, a escasos metros de donde nació hace 78 años, el escultor canario continúa creando figuras imposibles, día tras día, aunque en los últimos tiempos sea más complicado mostrar sus obras y entrar en contacto con posibles compradores. La pandemia ha dejado huella en su producción, pero no en el mensaje de sus obras.

El currículo de Pepe Abad engorda estos días con decenas de obras que salen de sus manos y de su mente, y que se suman a las ya emblemáticas Retablo de Adeje (Aeropuerto Tenerife Sur), Monumento a las víctimas del incendio de La Gomera (Agando), Juguetes de Erjos (Costa Teguise) o Cerca de Mogán (Mogán). Para él, el confinamiento ha sido sinónimo de creación sin límites, y el resultado se puede comprobar cuando se pasea por su patio, que se ha convertido a lo largo de este año de crisis en un espacio expositivo testigo de la obra de uno de los grandes escultores contemporáneos de Canarias. Decenas de piezas inéditas pueblan este recinto. Donde antes se alzaba un portentoso drago estos días florecen las propuestas de Abad quien ha ido conquistando el espacio que su esposa Reyes Reyna Artiles tenía pensado dedicar a las flores. “No me he planteado el futuro de estas obras”, reconoce el escultor quien añade que “estaría encantado de que la gente quisiera tenerlas en sus casas porque eso quiere decir que se reactiva el comercio del arte o que al menos se vuelven a organizar exposiciones”.

El artista explica que la crisis sanitaria ha venido a agravar uno de los grandes problemas con los que cuenta el mundo del arte en Canarias: “Todos los que nos dedicamos al mundo plástico en las Islas sufrimos con los pocos clientes que tenemos”. Y eso lo nota el lagunero, sobre todo, “con la gran cantidad de obras que tengo en casa, que cada vez son más numerosas”. A las propuestas que van surgiendo en su mente y que no puede parar de diseñar se suman además algunos encargos que aún se mantienen a pesar de esta época incierta. Uno de esos proyectos, el más importante que tiene entre manos en la actualidad y del que no quiere desvelar demasiado, se encuentra paralizado hasta que no se resuelva la actual crisis económica ya que, explica, se trata de una intervención en un espacio turístico que en la actualidad está cerrado. “Es una pieza de muchos metros, una intervención en el paisaje que me apasiona y me interesa mucho”, adelanta el escultor.

Inevitablemente, estos retrasos “afectan en el proceso creativo”. No obstante, Pepe Abad añade que “la deformación profesional” lo conduce irremediablemente, día tras día, a su taller, más allá de las circunstancias. “Tan solo entiendo mi jornada si me levanto y tengo un taller al que acudir”, relata el artista quien reconoce que “sería espantoso que en un momento tan complicado como este no tuviéramos ni dinero para comprar materiales con los que trabajar”. Pero los años de experiencia emergen y el lagunero añade: “Yo estoy seguro de que podría seguir trabajando recogiendo pedacitos de periódico y haciendo esculturas con eso”. No obstante, concluye que la sensación de angustia no lo abandona, ni a él ni a otros muchos artistas, que no saben si mañana tendrán todo lo necesario para trabajar en nuevas obras de arte.

Por eso mismo Pepe Abad no duda en reinventarse y tras una carrera artística marcada indiscutiblemente por el empleo del hierro, a lo largo del último año ha estado redescubriendo el trabajo con la madera. El artista se ha centrado en un material ancestral, en piezas de barbusano, una especie endémica de la Macaronesia y fundamental en la laurisilva del Archipiélago. Este escaso y desconocido material encaja a la perfección con la propuesta artística de Abad puesto que, a pesar de su tonalidad rojiza, estas piezas se oscurecen al envejecer, lo que le ha valido el nombre de ébano de Canarias. De este modo, el artista cuenta con cerca de un centenar de piezas a medio hacer que ha ido desarrollando a lo largo del último año y medio. “En mi mundo diario todo está a medio hacer y todo está a medio terminar”, reconoce el escultor que, con estas nuevas piezas, que aún permanecen “calientes” en la mesa de su taller, sabe mantener la esencia de su trabajo con propuestas monumentales, en las que las dimisiones abruman a la figura del ser humano. “Soñar es barato”, reconoce sencillamente.

Todos los que nos dedicamos al mundo plástico en Canarias sufrimos por los pocos clientes que tenemos. Eso es algo que sufrimos ahora y siempre”

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El negro se convierte de este modo en una constante en la obra del lagunero, quien explica que “se trata del color neutro por excelencia”. “Aunque pueda parecer todo lo contrario, al no existir color no hay nada que deforme la posible visión de la pieza ni que induzca al espectador a ver las cosas de una determinada manera”, relata Abad, quien concluye que “el negro tiene la brillantez, te permite ver la forma pura; permite darle importancia a la forma”.

A esas piezas de madera se suma otro proyecto que inició con la crisis sanitaria, el de un diario que comenzó con la declaración del estado de alarma el 14 de marzo del pasado año. Ha confeccionado estas memorias con imágenes y textos de los periódicos el Día-La Opinión de Tenerife y de El País. “He querido reunir las noticias que más me llamaron la atención”, reconoce el creador, quien explica que se ha encontrado tanto con noticias que le desconcertaban como con otras que simplemente le hacían gracia. Sin embargo, añade que “me empezó a agobiar tomar conciencia de que esta situación se iba a prolongar en el tiempo y decidí cerrar el proyecto cuando llevaba un mes y medio”.

Con todo, aunque no ha dejado de experimentar con nuevas formas de expresión a lo largo de este tiempo, su obra por excelencia es la escultura en hierro forjado, con la que aún no ha querido abordar las consecuencias de la pandemia. “Quizás sea posible que me exprese a través de ella cuando vea los efectos de esta situación sobre la sociedad y sobre mí mismo”. De este modo, sostiene que “este es un tema que hay que afrontar con calma si lo que decido finalmente es reflejarlo en mi obra”. En este sentido, critica que muchos artistas hayan tomando ya partido en todo lo relacionado con la pandemia porque “me temo que una parte de todo eso es mera pose” y por eso concluye que “incluso a mí me da cierta vergüenza enseñar cosas como ese diario que realicé durante un mes por si se piensan que soy uno más que se ha querido subir al carro”.

Arte en la calle

La muestra de su arte en la calle es una de las señas de identidad de Pepe Abad, que ha recorrido el mundo poblando las calles con sus creaciones. Y a pesar de los monumentales esfuerzos que ha realizado para embellecer la vía pública, el lagunero asegura que “la situación del arte en la calle es triste porque la gente no tiene en cuenta las obras”. Lamenta que los vecinos canarios se acostumbren a la existencia de estas esculturas y que, cuando las retiran, “ni las echan de menos”. De hecho, va aún más lejos y concluye que “no hay demanda de escultura, ni en exteriores ni en interiores”.

Autor de las emblemáticas figuras de los menceyes, tanto de Candelaria como de La Laguna, Abad afirma que “la conservación de estas obras conforma un amplio problema para el mundo de la cultura”. Hace años ya generaron controversia unas declaraciones vertidas por el artista, que criticó que sus obras se cuidaran más en ciudades como Cádiz que en su tierra natal. “No me arrepiento de lo que dije. He expuesto en la Península más de una treintena de obras en una misma muestra y me las han devuelto sin una sola mancha, sin daños, pero si eso mismo lo hago en Canarias tengo que bañarlas con chorros de arena porque las llenan de grafitis”, lamenta el escultor. “Nuestra sociedad no ha aprendido nada con el tiempo. No hay el más mínimo respeto”, sentencia.

“Mi mujer siempre entendió, que para mí era más importante que hubiera un kilo de hierro en el taller que un kilo de garbanzos en la despensa”

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A la paralización de la actividad en la calle por la pandemia se ha unido en este tiempo la retirada por peligro de hundimiento de dos de las nueve figuras de menceyes que Abad tiene instaladas en la plaza de Candelaria, en Tenerife. Reconoce que nadie le ha informado directamente sobre esta situación pero que ha tenido acceso a vídeos en los que se pueden aventurar los daños que han sufrido las figuras. Más allá de lo que suceda en el futuro –se ha llegado a considerar la posibilidad de que estas figuras se instalen en una zona acotada para cobrar entrada–, el artista lagunero alerta de que esta situación no se puede mantener en el tiempo puesto que se trata de un conjunto escultórico completo y todo está colocado en un determinado orden y cuenta con un determinado tamaño para narrar una historia.

A falta de que la conciencia despierte entre la sociedad, Radio clásica continúa sonando los 365 días del año y las 24 horas del día en el taller de Pepe Abad, listo para recibirlo e iniciar una nueva aventura escultórica.

La intoxicación que le enseñó a moldear

Cuando no era más que un adolescente, Pepe Abad comenzó a dibujar pero pronto tuvo que abandonar esta actividad puesto que sufrió una intoxicación por exposición a la pintura que le obligó a retirarse hasta la costa lagunera de Punta del Hidalgo para recuperarse dándose baños en el mar. Fue precisamente en estas inmersiones en las que descubrió la escultura. De eso hace 59 años, y no se arrepiente de aquella decisión y aquel cambio que supuso en su carrera artística. 

“Mi familia nunca estuvo por la labor de pagar para que hubiera un artista en casa”, reconoce el escultor quien añade que, “si es complicado que ahora se apoye a los nuevos talentos, imagina en esos años”. A pesar de ello, Abad presume al confesar que “llevo desde los 19 años dedicándome exclusivamente a la escultura y jamás he pensado en dejarlo; de lo que sí me arrepiento es de no haber empezado antes”. Precisamente en Punta del Hidalgo realizó sus primeras intervenciones escultóricas en piedras encontradas por la zona y tan solo un año después expuso en la II Exposición Regional de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife con la obra Mujer. Desde ese momento, Pepe Abad y el hierro han sido una pareja inseparable en la historia del arte contemporáneo en Canarias. 

Si algo distingue la producción de Abad son las formas monumentales que otorga a cada una de sus obras, así como su robustez y solidez. La mayoría de ellas están realizadas en hierro, un material que describe a la perfección su mensaje contundente. También trabaja con el bronce forjado y cincelado. “No sé por qué empecé a trabajar el hierro”, reconoce el escultor quien aún recuerda las líneas de aquel primer trabajo que realizó con una piedra rojiza de la costa. A lo largo de su dilatada carrera también ha realizado otro tipo de intervenciones, aunque de pequeño calado, centradas sobre todo en el dibujo y el collage. 

El hierro se ha convertido en un compañero fiel para Abad. Y esa estrecha relación la conoce hasta su esposa, Reyes Reyna Artiles. En este sentido, el escultor explica que “yo siempre le dije, y lo más importante es que ella me entendió, que para mí era más importante que hubiera un kilo de hierro en el taller que un kilo de garbanzos en la despensa”. Y ella ha sabido respetarlo: “Eso es amor de verdad”.

Pero no solo de hierro se nutre su obra, sino de su talento. Con la inspiración el escultor se muestra más escéptico: “Es uno de los grandes mitos del mundo del arte”. En este sentido, recuerda la frase de Pablo Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando” porque “es una verdad como un templo” y añade que, si en el caso de la escritura, “la única inspiración posible es la de estar ocho horas diarias delante de una cuartilla”, Abad sabe que “puede que la inspiración exista, pero si no estoy en el taller en ese momento no sirve de nada”. Por eso reconoce que él no tiene horarios de trabajo, aunque en los últimos tiempos se obliga a sí mismo a respetar las horas de las comidas y a partir de las nueve de la noche procura finalizar la jornada de trabajo porque “cada vez me canso antes”. 

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