La Fundación Canaria para el desarrollo de la pintura, con sede en Las Palmas de Gran Canaria, inaugura este 14 de mayo bajo el título Genetic Islands la exposición de pintura más importante de Luis Gordillo (Sevilla, 1934) en las islas Canarias hasta la fecha y la primera en Gran Canaria. La muestra está comisariada por Sema D’Acosta, y permanecerá abierta al público hasta noviembre.

Razón, control e intuición son algunos de los conceptos que se vinculan a su obra y que también se reflejan en las piezas que se exhibirán en Gran Canaria a partir del 14 de mayo. Pero después de lo que hemos vivido este último año, ¿cree que hay algo razonable en nuestro entorno o algo que controlemos en nuestra manera de vivir?

Hombre, la vida no es controlable. Yo creo que lo sabíamos pero se nos había olvidado porque durante la historia fíjese usted las plagas que ha habido. En Sevilla, por ejemplo, que yo soy sevillano, hubo una en el siglo XVI o XVII, que se murió la mitad de la población, algo que era hasta cierto punto corriente. En fin, y cambiamos eso por las guerras, que también son una pandemia considerable. Fíjese en la II Guerra Mundial y la cantidad de millones de personas que pasaron a la historia. La vida pende de un hilo. El hombre intenta asegurarse tanto a nivel individual como colectivo. Todos hacemos méritos para estar tranquilos, más seguros y vivir bien, pero después la vida siempre nos sorprende. Ésta ha sido una sorpresa importante pero también nos ha servido para llamar nuestra atención y, además, nos advierte de que en el futuro vamos a estar en otras mucho más gordas que ésta, de las que quizá no podamos salir; todo es posible.

Usted en ocasiones habla de la supervivencia de la obra por encima del autor y yo le plantearía si sigue pensando igual cuando esta crisis sanitaria al final nos ha demostrado que la cultura es lo más que se ha demandado en materia de consumo y disfrutar del arte, una de las vías de escape que más se emplearon. Creo que las visitas virtuales a los museos aumentaron durante el confinamiento una barbaridad.

Eso yo lo dudo (risas). Yo creo que a ese nivel no llegamos. Las galerías están muy vacías y a los museos cada vez va menos gente. Sin embargo, usted tiene razón en una cosa: el teatro en Madrid, por ejemplo, ha funcionado mucho y desde luego la gente en su casa ha leído mucho más que antes por el confinamiento. La gente se ha dado cuenta de la importancia de la cultura. Se han comprado más libros y sí que creo que la sociedad ha tenido más tiempo para pensar sobre la importancia de la cultura; del alimento, del aire y la vida que supone la cultura. Quizá por ahí sí que le digo que en algo nos han beneficiado estos tiempos tan extraños que estamos viviendo.

¿Qué va a encontrar quien visite Genetic Islands en la Fundación Canaria Para el Desarrollo de la Pintura?

Pues he hecho un esfuerzo por hacer una exposición variada pero casi toda la obra seleccionada pertenece a este siglo. Son cuadros que si yo fuera coleccionista los compraría porque hay varios que yo los veo muy hechos, muy terminados; diría que son clásicos ya. He hecho un esfuerzo por reunir un grupo de obras que se entienden bien entre ellas y que me gustan mucho, como Transmigración de almas , una obra horizontal de muchos metros, que está realizada con una mezcla de técnicas digitales combinadas con pintura; junto con Genetic Islands , que es otra de mis favoritas y le da el nombre a la exposición. Una donna duplicce también es un cuadro que pienso está muy bien. Creo que a quien le guste la pintura va a disfrutar mucho en la exposición.

Estoy entrevistando a un artista que no usa teléfono móvil ni correo electrónico pero que, sin embargo, me habla de creaciones con técnicas digitales. Usted es muy grande don Luis.

(Carcajadas) Yo lo que pasa es que tengo una señora muy grande. Mi mujer es algo más joven que yo y es lo opuesto a mí en ese sentido. Tiene un dominio de las nuevas tecnologías y está muy al día; casi le diría que es de sobresaliente. Mi memoria, por ejemplo, yo la estoy perdiendo rápidamente pero siempre digo que mi memoria se llama Pilar [Pilar Linares, su esposa] porque ella se acuerda de todo. Y, además, aunque yo no sé manejar un ordenador trabajo con un tipo que sabe mucho de eso; que tiene un taller donde me resuelve temas que a mí me interesan relacionados con mi obra. Yo no sé hacerlo, pero si sé pedir lo que necesito (risas). Y así entre ese señor y mi mujer, pues me muevo bastante bien.

«He hecho un esfuerzo por reunir en ‘Genetic Islands’ un grupo de obras que se entienden bien entre ellas y que me gustan mucho»

Está usted hecho un millennial.

(Risas) ¡Qué va! Yo ya estoy muy viejecito.

Una conocida mía siempre decía que le gustaba rodearse de gente joven de todas las edades. Usted entraría en ese grupo.

Voy a copiar la frase. Es muy bonita.

Creo que alguna de las piezas que se expondrán en la Fundación canaria de Apoyo a la Pintura las realizó en plena pandemia. ¿Cómo la vivió en lo que a producir se refiere?

Yo en pandemia he estado trabajando igual que siempre. Es una ventaja y quizá un peligro de nuestra profesión porque estamos metidos en un agujero. Tenemos un trabajo muy solitario y con la pandemia ha sido igual. De hecho, he trabajado más. He tenido mas tiempo. Me lo he pasado en el estudio trabajando, sin nada que hacer, ni vida social. He estado castigado pintando.

Tengo entendido que es su primera exposición en Gran Canaria, tierra natal de Manuel Millares. ¿Qué hay en su bagaje creativo que usted relacione con la visión artística de Millares?

Sí que lo es. Por cierto, yo admiro mucho la obra de Manolo, y lo digo sinceramente. ¿Sabe cómo conocí personalmente a Manolo?

Pues no.

Yo ya conocía su obra y las exposiciones pero por entonces yo vivía en París y trabajaba en un hotel por la noche, de vigilante. En una ocasión tenía que rellenar las fichas para enviar a la policía y me encontré un documento a nombre de Manuel Millares, que estaba en el hotel con su mujer. A mí me dio un vuelco el corazón y al día siguiente, que él bajó a la recepción, yo me presenté y estuvimos hablando. Vino a mi habitación porque yo vivía en el hotel, en una buhardilla. Subió y vio lo que estaba pintando. Entonces yo hacía informalismo, que era lo que estaba de moda en París, y todo el grupo El Paso estaba también en el informalismo, y Manolo estuvo muy cariñoso conmigo. Él era una persona muy agradable, más bien tímida, pero su obra no era nada tímida. Era todo lo contrario: un caimán que se comía el mundo. A mí me gusta mucho y me sigue gustando. De hecho, en mi casa tengo varias litografías suyas por las que paso diariamente por delante y todos los días siento algo cuando estoy cerca de ellas porque pienso que son de verdad; obras muy sentidas y bien hechas.

¿Sabe que aún no existe en ninguna ciudad canaria un museo dedicado a la obra de Manolo Millares?

Pues la verdad es que se lo merece. A ver si algún millonario, que ahí en Canarias lo debe haber, se pone de acuerdo con el Gobierno para poder crear algo y comprar obra...

Aquí las autoridades ya tienen bastante obra de Millares....

Pues eso es muy importante. Si tenéis obra, lo del museo vendrá antes o después. Es una pena porque es un artista muy importante. Yo me acuerdo de que el exponía en París en las mejores galerías. Ya en aquel momento estaba muy valorado.

«Es una pena que no exista en Gran Canaria un museo dedicado a Manolo Millares porque es un artista muy importante»

Usted alaba la obra de Francis Bacon y me resulta curioso que también le guste Millares. Al canario del grupo El Paso todo aquello que plasmó en su obra le atormentaba y, sin embargo, Bacon era un tipo feliz, un poco autodestructivo en lo personal pero feliz. En cuanto a usted, señor Gordillo, su obra es optimista y colorida. ¿Se identifica de algún modo con estos dos enormes artistas?

A mí eso de que Bacon fuera muy feliz no me suena. ¿Usted lo sabe, de verdad?

Sí, bueno... Sé que era un tipo que vivió como le dio la gana y con mucha libertad. Muy promiscuo, muy de excesos, pero creo que no era una persona atormentada.

Pero luego su pintura era muy dramática...

La obra sí pero en su vida yo me atrevería a decir que no. Creo que hizo lo que le dio la gana, con quien le dio la gana y además, sin vergüenza o carente de pudor.

En eso sí que estoy de acuerdo. ¿Sabe que en los últimos años de su vida visitaba mucho Sevilla durante la Semana Santa? 

Ah, pues no lo sabía.

Pues sí. El venía con su amante de entonces, que era un tipo muy joven y muy guapo, y nos visitaban durante la Semana Santa. A mí la verdad es que Bacon me parece uno de los mejores artistas del siglo XX. Sobre todo su obra primera. Es fundamental ¿eh? Creo que el tío es buenísimo.

¿Disfrutó usted con la retrospectiva que en 2009 le brindó a Francis Bacon el Museo del Prado?

Sí sí... Fue muy potente esa exposición. A mí la verdad es que Bacon, aunque su pintura es tan dura, a mí me cae muy bien. Creo que es además muy pintura, pintura; que no hay ni materiales, ni fotos, aunque el partía de una primera imagen en ocasiones como base, pero su obra es pictóricamente pura. Aunque yo no veo influencia ni de Bacon ni de Millares en mi obra, aunque los admiro muchísimo. Mi obra va más bien por el pop.

Sí, sí. Yo no me refería a que tuviera tanta influencia sino que me resultaba curiosa su pasión artística por ambos, como también la siente por Rembrandt, cuando usted en su obra es todo lo contrario: color, optimismo, luz...

Ah claro, pero es que hay tantos pintores fantásticos. Hay tantos pintores buenos como para emborracharse. Mire, yo tengo un libro gordo de la pintura italiana en un lugar que visito mucho en casa y siempre paso por delante del libro y abro una página distinta y ¡qué barbaridad de artistas! Piero de la Francesca, Tiziano... En fin. ¡Hay tantos buenos!

Su mérito yo creo que está en haber sido fiel a un estilo que, además, ha evolucionado durante décadas. Si le vale de algo, le comenté el otro día a un amigo que le iba a entrevistar y me dijo que usted es el último moderno de nuestro país.

Pues es muy bonito que le digan eso a uno.

En Canarias gusta mucho su obra, quizá por esa luz que desprende y que es muy atlántica.

Pero fíjese: la luz en mi obra es artificial; la luz llega a través del pop. Y no lo digo como algo positivo sino por todo lo contrario. Es un uso que se puede entender como pesimista, una luz industrial.

Pues su obra no es nada pesimista y usted, francamente, tampoco lo parece.

Es que yo disimulo muy bien (risas). Yo soy todo lo contrario de lo que aparento. Soy un hombre muy hacia dentro, lo que me sale es una ironía que debe proceder de mis antecesores sevillanos, que eran de Triana, gente de verdad; flamencos casi gitanos y debe ser que me sale esa cosa. Soy muy irónico y alguien se puede confundir y pensar, sin embargo, que yo soy la alegría de la huerta cuando es exactamente todo lo contrario.

Don Luis, al final me quedo con la sensación de que la mejor obra de Luis Gordillo es el propio Luis Gordillo. 

Pues mira, esa frase también está bien y me la apunto (risas).