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Patrimonio de Canarias

Anécdotas colombinas

La Casa de Colón, en el barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria, fue la primera sede de LA PROVINCIA | En ella nació, en 1927, el famoso tenor Alfredo Kraus, cuyo padre era gerente administrador de la publicación

Alfredo Kraus, fotografiado a los 3 años.

En este inicio de la nueva década de los años veinte el calendario está repleto de conmemoraciones y aniversarios que han tenido su epicentro en el histórico marco que hoy engloba a la señorial Casa de Colón del viejo barrio de Vegueta.

Allí abrió sus puertas y talleres hace 110 años el periódico La PROVINCIA. Dieciséis años más tarde, y en el mismo lugar, nació Alfredo Kraus. Pasarán veinte años más para que Matías Vega Guerra, siendo presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria, fuera adquiriendo la emblemática casona y el resto de las viviendas colindantes; y se cumple, además, el setenta aniversario de la inauguración simbólica de la parte más museísticas del recinto llevada a cabo por el polifacético Néstor Álamo Hernández y el sensible artista, Santiago Santana Díaz. Pero antes que estos acontecimientos ocurrieran la casa vivió otros hechos y curiosos eventos, como, por ejemplo, entre otros, allí conoció Agustín Millares Cubas a la bellísima Lolita Carló Medina asomada a la ventana del piso alto, o donde muchos caballeros de Vegueta pasaban horas inolvidables en el animado burdel Siete de Copas.

Lo que hoy engloba a la histórica institución colombina entonces estaba formado por un entramado de pequeñas casas que daban cobijo a numerosas familias y vecinos, la mayoría comerciantes, obreros y artesanos que tenían en aquel lugar sus laboriosos talleres. No hubo, pues, en varios siglos, casonas solariegas dignas de destacar, salvo la de mayorazgo Santa Gadea, hasta que el popular escribano público y procurador de la Audiencia, Pablo de la Cruz Machado, decidiera adquirir en 1749 seis pequeñas viviendas para fabricar en ellas su definitiva residencia, que serían las del lado del poniente y plaza del Pilar Nuevo, «que hace esquina en la calle que baja de Las Gradas, y frontera a la placeta que llaman de los Álamos, o plaza del Sagrario en dirección a la calle de la Herrería» —dicen los documentos consultados— por la cantidad de unos 8.000 y pico reales de vellón. Heredada luego por su hijo el clérigo Miguel Gregorio Machado de Medina, y tras algunas desavenencias que tuvo luego este licenciado con la curia y al final ganar sus pretensiones, el recuerdo de aquel enredo puede verse hoy adosado a la fachada y leerse el incógnito vitor: «Machado ya estas servido todo el pueblo esta contento pues vuestra elecion asido hacer almejor talento, lo de Justicia debido. Año 1771».

El militar Gustavo Julio Navarro Nieto pensó que las amplias dependencias eran idóneas para su proyecto de crear un periódico matutino

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No pretendemos analizar la historia de tan significativo enclave desde su orígenes porque aburriremos al paciente lector. Solo añadir, que tras la incorporación de la isla a la Corona de Castilla y comenzar a trazarse la incipiente ciudad, aquellas parcelas pertenecieron a notables vecinos, como Sancho Martín de Cádiz, Alonso Pacheco, Bernardino de San Juan y al andaluz Alonso de Illescas. Posteriormente este último, bien porque retornara a su tierra o falleciera sin descendencia, sus casas las donó al hospital sevillano de San Carlos, práctica muy de la época para que con las rentas que se lograran obtener, los sanatorios podían desarrollar con más desahogo su loable cometido.

Al paso de los siglos, tras múltiples transacciones de compras, ventas, trueques y embargos por no poder sus propietarios cumplimentar el pago de los censos y tributos que entonces las viviendas estaban afectadas a obras e intenciones de las capellanías y de la Iglesia, llegamos al segundo tercio del siglo XIX en cuyo periodo se produce la desamortización de Mendizabal y se acaba con el sistema vinculante, por lo que los bienes de las instituciones religiosas y mayorazgos comenzaron por parte del Estado a ser subastados y ponerse a la venta.

De todas aquellas viviendas era la más extensa y destacada la que entonces se rotulaba con el número 5 de gobierno de la calle Colón, de 483 metros cuadrados, que estaba en el centro de la manzana y en la que campeaban unos viejos escudos de armas. En sus orígenes había pertenecido al aludido feudo de los Santa Gadea-Mansel. Sabemos que inicialmente fue adquirida por el rico mercader Hernando de Santa Gadea a su anterior propietario, Pedro de Porras, luego pasó a su hija María, casada con el francés Juan Mansel, quien acreditará en testamento fechado en 1547 haberla labrado y fabricado.

Un siglo después, por la imposición de los referidos censos y gravámenes impagados, pasó a ser propiedad de la Iglesia y en ella residieron los canónigos Barlolomé López Linzaga, Esteban Cabrera de Béthencourt y otros clérigos, hasta que llegó la tan temida hora de la liquidación, subasta y venta de los bienes del clero.

El rematador de la casa fue don León Padrón de León, un aristocrático teniente coronel de Artillería y guardia que había sido de Corps de Fernando VII, oriundo de la Isla de El Hierro, que se enorgullece poseer la antigua capellanía de la familia Sardina y las haciendas de Agaete y los Portales de Arucas. A su prematura muerte a consecuencia de la epidemia del cólera en el mes de junio de 1851, el vasto inmueble lo heredaron sus cuatro hijos, que quedarán bajo la tutoría del tío Nicolás. Varias deudas dejadas por el difunto obligan a los nuevos propietarios a desprenderse por venta del vetusto inmueble. Y será el joven industrial carpintero, Agustin Medina Roscio el más interesado en adquirir la casona para instalar en aquel amplio espacio su taller y pudiera su serie de artesanos, ebanistas y ensambladores desarrollar con amplitud las correspondientes tareas.

Don Agustín adquiere la propiedad en escrituras públicas ante los fedatarios Agustín Millares Torres y José Benítez Cabrera entre 1865 y 1867, por un importe de 10.194 reales y 37 céntimos libre de todo gravamen y responsabilidad. La planta baja de aquel lugar se convierte en la más importante carpintería de la ciudad, desde donde salieron bellísimas alcobas con incrustaciones de marquetería que muchas de ellas pueden aún admirarse en sus históricas viviendas. Para la comodidad de los transportes y entrada y salida de los encargos, don Agustín solicita en 1871 autorización al ayuntamiento para abrir una puerta cochera y revocar todo el encalado.

Entre los artesanos más cualificados que trabajan en el taller se encuentra elaborando finísimos muebles José Medina Suárez, oriundo de Telde y cuñado del propietario, pues el jefe se había casado con su hermana Concepción Medina. En aquel momento el ramillete formado por las hijas de José Medina y su esposa Dolores Rodríguez sobresalen en la ciudad por su admirada belleza: Lola estaba casada con el italiano Juan Bautista Carló, Brígida con Lorenzo Guersi y después de viuda con Juan Schamann, María Jesús con Rafael Pérez y Rafaela, con el médico de Arucas, Casimiro Cabrera.

El fallecimiento sin descendencia de don Agustín va a originar que la casona de la entonces calle San Antonio Abad cambie de rumbo. El matrimonio había adoptado a su sobrina-nieta y ahijada, Lolita Carló Medina, la primogénita del italiano. Era el hábil recurso de los matrimonios sin hijos para tener el día de mañana quien se ocupara de ellos. Lolita hereda la belleza de la saga femenina de las doncellas Medina, y un día, asomada a la ventana del piso alto de su alcoba, con 15 años de edad, la vio el notario recién llegado de Barcelona, Agustín Millares Cubas y se enamoró perdidamente de ella (así lo cuenta el pretendiente en sus interesantes memorias).

Cerrado el taller, la casona de casi 500 metros cuadrados es muy grande para la que fuera habitación del matrimonio y de su ahijada Lolita. El padre de la futura heredera, Juan Bautista Carló, decide comprarla en vida del citado don Agustín por 15.000 pesetas, de cuyo importe el vendedor entrega a su pupila para garantizar la dote la suma de 9.000 pesetas y el pequeño crucificado atribuido a Luján Pérez que adornaba la habitación de la muchacha.

La figura del periodista vienés-polaco Otto Kraus Polensky. resulta imprescindible para la historia del rotativo y para los avatares de la casa colombina

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El vasto inmueble quedará por unos años alquilado. En dependencias y accesorias de la casa residirán, entre otros, el joven abogado Laureano Hernández Pérez, con su sirvienta Blasina Sánchez, y otro muchacho de 26 años, que es registrador de la propiedad, Tomás García Guerra, por un término de seis años. Y en noviembre de 1883 pasarán a ocuparla, también mediante una renta de alquiler, Sebastián Jaímez Ramírez, un oficial del registro de la propiedad, con su mujer Belén Medina Suárez, que era la hermana de la antigua copropietaria, y sus pequeños hijos: Rafael, José, Edmundo, Belén, Carmen y Dolores. Los nuevos inquilinos se encuentran muy cómodos en la nueva casa, y el pariente mesié Carló, que es un hábil comerciante, decide que sus allegados no sigan viviendo en régimen de alquiler y les ofrece que compren la vivienda por menos precio de lo que a él le había costado. La transacción por 9.000 pesetas (54 euros actuales —no se rían—) se verifica el 15 de enero de 1890 ante el notario del ilustre colegio y pariente político de los compradores, Agustin Millares Cubas.

La compraventa que se ha originado va a ser el detonante que lleve a la casona la fundación del rotativo LA PROVINCIA, porque la atractiva María del Carmen Jaímez Medina, hija ahora del nuevo propietario, que había nacido en aquellos vetustos muros en 1885, contrajo matrimonio con el inquieto militar Gustavo Julio Navarro Nieto, que considera que aquellas amplias dependencias del piso bajo de sus suegros serían las más idóneas para instalar el interesante proyecto de crear un matutino que con sus noticias e influencia contribuye a que se consiga la tan anhelada división de la provincia. De ahi el patriota titulo del centenario periodico, cuyas vivencias y trayectoria han sido merecidamente recordadas.

Don Otto Kraus

Tanto para la historia del rotativo como para la avatares de la casa colombina la figura del periodista vienés-polaco, Otto Kraus Polensky. resultan imprescindibles. Comenzaron sus aventuras siendo un joven veinteañero que se trasladó primeramente a París y luego a Londres en donde inicia sus negocios de Ultramar. Por su trabajo se tiene que instalar posteriormente en la colonia británica de Nigeria, pero tras la declaración de la guerra de 1914, se refugia en Senegal donde funda su propia empresa.

Aquel desastre bélico cambiará completamente su vida, pues teniendo la nacionalidad austro-húngara se le consideraba un potencial enemigo y tiene que abandonar precipitadamente sus negocios africanos, y consigue embarcarse en un navío alemán que se dirigía de Dakar a Londres. En el trayecto la nave hace escala en el Puerto de la Luz y al refugiado lo desembarcan en Las Palmas a finales de 1917. Los aires cosmopolitas que advierte en la ciudad y observar que España es una nación neutral en el conflicto mundial le hacen decidir avecindarse en la Isla. Su primer trabajo lo desempeña en el consulado alemán de la capital

Tras la finalización de la I Guerra Mundial fue indemnizado por las autoridades francesas. Con aquel dinero abre una imprenta y editará, entre otras publicaciones, los periódicos El Liberal y El País. Esta actividad le relaciona estrechamente con Gustavo J. Navarro Nieto, gerente, apoderado y accionista del periódico LA PROVINCIA, a quien le acreditará su competencia literaria y sus títulos de periodista. Don Gustavo lo contrata en 1919 como gerente administrador del periódico y le proporciona cobijo para su habitabilidad en la parte alta de la casa de Vegueta. Un hecho que será memorable es el viaje que realiza Kraus a Alemania en 1922. Allí adquiere una moderna rotativa para la empresa, la primera de este tipo que tendrá el Archipiélago. La maquinaria será inaugurada en mayo de 1923 y estará a cargo del tipógrafo alemán, Arturo Pönicke, una mejora que encaminará al periódico hacia la modernidad y que logrará salvarlo de la quiebra durante la guerra civil española y la segunda mundial. Con el tiempo don Otto se había convertido en el sostén y alma máter de la matutina publicación hasta el final de su existencia que ocurre en enero de 1959.

Don Otto ya es un hombre maduro de 45 años cumplidos cuando pide la mano de su vecina Josefa Trujillo Mujica, doncella de 23 primaveras que reside frente por frente de los talleres y redacción del rotativo. Con motivo de la boda Otto Kraus se convierte al catolicismo y empiezan a nacer los hijos del matrimonio: Francisco, Alfredo, Enriqueta (fallecida a los 3 años de edad) y Carmen. Desde los primeros momentos a Kraus se le considera un afectuoso canario de adopción, como así lo resaltaba la prensa en ocasiones.

El Cabildo Insular empieza a adquirir las primeras viviendas de la manzana en 1947 y la Casa de Colón abrió sus puertas en 1951 como institución cultural

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Destacaremos que Alfredo José María del Carmen nace a las 10 y cuarto de la noche del 24 de noviembre de 1927, asistida la parturienta por el doctor don Gregorio León. Nació en la misma habitación desde la que Lolita Carló moceaba con Agustín Millares, la misma que ahora ocupa el estrado del Salón de Actos y en donde el propio Alfredo la recordaba vagamente diciendo, “aquí nací yo, donde está actualmente el piano”.

La anécdota de su bautismo también tiene unos aires amables. Es tradición que este ritual sacramental se celebre entre los primeros ocho días del natalicio. Y así fue como los padres y padrinos querían cristianizar al angelito. Pero el cura párroco de San Agustín, don Balbino Cañal Fernández al conocer que Alfredito había nacido un día 24, quiso que el niño fuera reservado para el solemne bautizo en la misa del gallo de nochebuena. A la pila pues de la iglesia matriz lo llevarían sus tíos y padrinos, José y Rosario Trujillo Mujica la víspera de Navidad para cumplimentar el cristiano requisito. La figura de nuestro laureado paisano ha sido debidamente tratada por el maestro Mario Pontiggia, director de la creada fundación Internacional Alfredo Kraus.

La Casa de Colón

Será en enero de 1947 cuando el Cabildo Insular empieza a adquirir las primeras viviendas de la manzana. Se inicia con la compra del inmueble número 1 de los herederos de Francisco Lorenzo Montesdeoca, que eran entonces los Díaz de Aquilar y daba al tránsito del pasaje Pedro de Algaba. Siguieron las adquisiciones de las viviendas números 3 y 11, propiedades de doña Lucía Espino Gil y doña Dolores Martel Sánchez, respectivamente, en cuyo recobeco de esta última llegó a estar instalado el lupanar Siete de Copas. La superficie adquirida ya abarcaba una extensión de 772,86 metros cuadrados. Desde entonces comienzan los arquitectos y profesionales a estudiar las posibilidades y los inconvenientes que la unión de todo aquel conjunto de edificaciones de carácter doméstico traería a las fábricas por los desniveles y las compensaciones que habría que verificar. En aquellos inicios sobresalen las competencias de Segundino Zuanzo y las del aparejador Tomas Campos Doreste, que compulsan el proyecto, las reformas alternativas y las nuevas pautas arquitectónicas que convendría seguir.

Finalmente, el 30 de abril de 1955 el periódico LA PROVINCIA tiene que cerrar sus puertas por orden gubernativa y renunciar a la edición matutina para dejar paso al diario Falange, que comienza a difundir e imponer la dictadura. La casa del periódico agraviado será adquirida cuatro meses después por el Cabildo Insular (12 de agosto). Y será el propio don Otto Kraus, apoderado de María del Carmen Jaímez de Navarro Nieto, quien se encarga de cerrar la operación con la Mancomunidad. Con el incremento de estos nuevos 483, y por su inmejorable ubicación, se va a proporcionar la grandeza del inmueble y futura Casa de Colón, una obra que si bien fue muy discutida y criticada en su momento por los añadidos que se fueron incrustando a su conjunto, como las arcadas de piedra del claustro del convento de Santo Domingo, la puerta de la huerta del monasterio de San Francisco, así como los arcos de las ruinas de la capilla del hospital de San Pedro Mártir de Telde, con el complemento de la piedra amarilla de Teror y la vistosa de color verde aportada de las posesiones de Tirma del Cabildo, hoy no podemos negar que la Isla está orgullosa de contar con tan emblemática, señorial y bella sede en el mismo corazón de nuestra entrañable e historica y Muy Noble y Muy Leal Ciudad del Real de Las Palmas.

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