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FRENAR AL MAR

Una isla de arena

La ULPGC y el ITC proponen una innovadora solución, basada en las experiencias holandesas de Sand Engine y las Dunas de Hondsbossche, para salvar a la ciudad senegalesa de Saint Louis de la erosión costera

Un niño juega en el mar entre los cayucos de la localidad pesquera de Saint Louis, en Senegal. | ANGELES LUCAS

“Las olas eran enormes y hacían un ruido atronador al golpear contra las paredes de nuestra casa”. Mademba Ndeye nunca olvidará aquella tormenta del 19 de agosto de hace cuatro años cuando la fuerza del mar derribó su vivienda como si fuera de papel. Ella y su familia viven ahora, junto a más de medio millar de desplazados, en unas casetas de plástico situadas tierra adentro, en una explanada de tierra a la que llaman su hogar. La erosión costera provocada por la subida del nivel del mar está devorando desde hace algo más de una década la franja costera de la histórica ciudad de Saint Louis, en el norte de Senegal, un fenómeno provocado por una combinación de cambio climático y actividad humana. Miles de personas sufren ya las consecuencias.

Para tratar de combatir este fenómeno en apariencia imparable y en el marco del proyecto RES-COAST, el Instituto Universitario de Turismo y Desarrollo Económico Sostenible (Tides) y el Instituto de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG), ambos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), junto al Instituto Tecnológico de Canarias (ITC), centro adscrito a la Consejería de Economía y Empleo del Gobierno de Canarias y coordinador del proyecto, han propuesto una innovadora solución: crear una isla de arena en paralelo a la costa que haga de dique natural para frenar la fuerza de las olas. Lo primero es llevar a cabo un estudio de viabilidad durante el presente año 2021.

Saint Louis, histórica capital del África Occidental Francesa y ciudad Patrimonio de la Humanidad con magníficos inmuebles de la época colonial, es un espectáculo para los sentidos. Nada más cruzar el fastuoso puente Faidherbe que da acceso al centro histórico ubicado en una pequeña isla fluvial en la desembocadura del río Senegal, es imposible apartar la vista del fascinante hotel de La Poste, donde se alojaban los aviadores franceses que para llevar el correo desde el Viejo Continente hasta África y Sudamérica abrieron la famosa ruta de la Aeropostal. El autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupery, o el intrépido Jean Mermoz pasearon por estas calles.

Sin embargo, a pocas decenas de metros, tras atravesar otro puente que conecta la isla con la Lengua de Berbería, el paisaje cambia bruscamente. Los cuatro barrios de pescadores que se asoman al mar, Guet Ndar, Ndar Toute, Santhiaba y Goxu Mbathie, se asientan sobre esta estrecha península situada entre el mar y el río. Allí, las casas más próximas a la costa parecen haber sido víctimas de un bombardeo: muros y techos derrumbados, antiguos diques convertidos en restos descalabrados, escombros y maderas viejas. “Antes la playa tenía un ancho de decenas de metros”, afirma el viejo Gorgui Diop. Hoy, con cada marea alta, la arena prácticamente desaparece.

La erosión costera provocada por la subida del nivel del mar, debida al cambio climático y la actividad humana, está devorando el litoral de la histórica ciudad

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La propuesta grancanaria, que forma parte del proyecto RES-COAST (Herramientas de Planificación de Infraestructuras y Gestión de Riesgos para el Desarrollo de Economías Costeras Resilientes al Cambio Climático en África Occidental), cofinanciado en un 85% por fondos Feder a través del programa Interreg MAC 2014-2020 de la UE y en el que participa el Ministerio de Medio Ambiente senegalés, consiste en la creación de un dique natural que se proyecte en paralelo a la fachada atlántica de la Lengua de Berbería. Su forma y posición se basarán en la interacción de la dinámica marítima y fluvial existente. Este sistema de protección ecológica, en un entorno extremadamente frágil, se incluye en las llamadas Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN), que conservan o restauran los entornos, reduciendo los riesgos de catástrofe en estrategias más resilientes.

Se trata de alternativas para los países en desarrollo, sugeridas por diferentes instituciones como el Banco Mundial o el Instituto de Recursos Mundiales, que contribuyen como buenas prácticas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Además de la propia protección, la cuarta isla, nombre con el que ha sido bautizado este proyecto por la existencia histórica de tres islas en la zona, podría ser un espacio de uso público para la población, un campo de investigación científica para la evaluación y seguimiento de la dinámica costera, un nuevo ecosistema de interés biológico e incluso un espacio para la producción agrícola experimental o la implantación de energías renovables con un innegable atractivo turístico.

Viviendas arrastradas por la subida del mar en la ciudad costera de Saint Louis, en Senegal. Ángeles Lucas

“Está acción de planificación costera resiliente del proyecto RES-COAST no solo ha consolidado alianzas de investigación entre dos reconocidos institutos universitarios de nuestra institución, sino que nos ha permitido vincular nuestro trabajo, con el apoyo del ITC, a otras instituciones de reconocido prestigio nacional, despertando el interés de entidades internacionales de primer orden que ya trabajan en la zona”, asegura Jin Taira, director del grupo de investigación URSCAPES (Tides/ULPGC).

Para Seydi, jefa de la División de Gestión del Litoral de la Dirección de Medio Ambiente y Establecimientos Clasificados (DEEC) del Gobierno senegalés, debe tomarse muy en cuenta la fragilidad de este ecosistema, por lo que, a su juicio, cualquier intervención debe ser coordinada y supervisada de cerca por el Gobierno senegalés. La Lengua de Berbería, declarada parque nacional por su especial interés ecológico, se extiende a lo largo de más de 40 kilómetros desde la frontera con Mauritania, en el norte, hasta Potou. Pese a que la pandemia de covid-19 ha generado un cierto retraso, el proyecto se encuentra en una fase preliminar de recogida de datos y estudio de viabilidad en la que también se tienen en cuenta otras iniciativas que ya se están desarrollando en la zona.

Los expertos coinciden en que las razones que han llevado a Saint Louis a sufrir esta amenaza son diversas. Un reciente informe del Banco Mundial revela que «los efectos del cambio climático, como la subida del nivel del mar y los cambios en las tormentas, han acelerado el problema de la erosión» en esta zona, que también está sufriendo las consecuencias de la apertura de un canal artificial en 2003 para intentar salvar la isla de Saint Louis de una crecida del río. Cuando se abrió esta brecha medía apenas tres metros de ancho, en la actualidad supera los seis kilómetros. Otros expertos apuntan también a que la construcción intensiva acelera el efecto de arrastre de la arena.

La solución que aporta Canarias consiste en la creación de un dique natural de arena que se proyecte en paralelo a la fachada atlántica de la Lengua de Berbería

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Lo cierto es que actualmente la península está dividida en dos y una buena parte de la misma ha desaparecido bajo las olas. Pero es que además el espacio está habitado por decenas de miles de personas repartidas en las zonas pobladas de Goxu Mbathe, Santhiaba, Ndar Toute y Guet Ndar que ya están sufriendo las consecuencias de este desastre ecológico: al menos 580 vecinos han perdido sus casas y han sido trasladados a otras zonas y está previsto el desplazamiento de unas 10.000 personas más en los próximos años.

La iniciativa de la cuarta isla se inspira en experiencias similares ya desarrolladas en otras partes del mundo para afrontar problemas parecidos. El más importante es el llamado motor de arena o motor de arena, cerca de La Haya (Países Bajos), un país con grandes zonas bajo el nivel del mar que se enfrenta al reto de la erosión costera. En 2011, el gobierno holandés inyectó 21,5 millones de metros cúbicos de arena en una zona del litoral, extraída del fondo marino a unos 10 kilómetros de distancia, con el objetivo de crear una península artificial que frenara este proceso. Los resultados han sido muy satisfactorios. Una evaluación de 2016 mostró que no solo se había asegurado el suministro de arena para unos 20 años, sino que se había mitigado el impacto de las inundaciones, se había creado un nuevo hábitat para la flora y la fauna locales y había surgido un espacio para actividades recreativas.

Viviendas arrastradas por la subida del mar en la ciudad costera de Saint Louis, en Senegal. Ángeles Lucas

Otro proyecto que sirve de referencia a los técnicos es el de las Dunas de Hondsbossche, también en Holanda, donde un dique que ya no cumplía las normas de seguridad para proteger la costa de las inundaciones fue reforzado en 2015 con 30 millones de metros cúbicos de arena, creando una barrera de playas e incluso lagunas interiores. Pero Holanda no es el único país que se enfrenta al reto de la subida del nivel del mar y la erosión de las costas.

En 2012, las zonas bajas de la ciudad de Nueva York, en Estados Unidos, se vieron especialmente afectadas por la entrada de agua de mar de la supertormenta Sandy, pero los expertos temen que el calentamiento global intensifique estos fenómenos extremos en las próximas décadas. Para amortiguar este impacto, se ha barajado la posibilidad de crear una cadena de islas de 65 kilómetros de longitud entre Nueva Jersey y Long Island que ayude a disipar la energía de las grandes olas. Esta idea se conoce como las Dunas Azules.

Canarias como referente de innovación tecnológica

Canarias tiene mucho que aportar al continente africano en cuestiones como la sostenibilidad y la autosuficiencia en materia energética o en gestión de recursos hídricos. En este sentido, el ITC se ha ido posicionando como punta de lanza de esta transferencia de conocimiento en los últimos años mediante su participación en más de una veintena de proyectos del programa Interreg-MAC de la UE, de los cuales en la actualidad hay cinco coordinados por el ITC en vigor en los países más próximos al Archipiélago, Marruecos, Cabo Verde, Mauritania y Senegal. Estas cinco iniciativas son apenas una muestra de la vigorosa presencia de la innovación tecnológica canaria en África. Además del proyecto RES-COAST, cuyo objetivo es el estudio y diseño de acciones de planificación territorial y gestión de riesgo para minimizar los efectos del cambio climático en las poblaciones costeras, están la iniciativa ESDES, que investiga soluciones de eficiencia energética en procesos de desalación de agua marina, ABACO, que vela por la calidad de las aguas costeras mediante sistemas de evaluación y prevención de riesgos de contaminación, y ACLIEMAC y MICROGRID-BLUE, que pretenden modernizar los sistemas energéticos para mejorar la capacidad de adaptación a la demanda y generación de energía y favorecer la incorporación de las fuentes limpias y acelerar el proceso de abandono de los combustibles fósiles. El programa Interreg-Mac es un instrumento creado por la Unión Europea para que las regiones ultraperiféricas de España y Portugal, Madeira, Azores y Canarias, cooperen entre sí y con los países de su entorno con el objetivo de fomentar la innovación, la competitividad, la internacionalización y el desarrollo sostenible. Pese a la ralentización derivada de la pandemia de covid-19 en el último año y medio, un total de 123 iniciativas se han puesto en marcha en las dos últimas convocatorias, lo que ha supuesto una inversión cercana a los 150 millones de euros. Los principales beneficiarios son las entidades públicas regionales y locales, universidades, centros de investigación, cámaras de comercio y asociaciones empresariales, entre otros. |J.N.


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