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Grandes descubrimientos

La Antártida, el continente imaginado

El 1 de diciembre de 1951 se firmó en Washington el Tratado Antártico, que bloquea cualquier reivindicación territorial [] Veta su uso militar para nuevas instalaciones y para experimentar con armas, singularmente las atómicas

Recreación de la nave ‘Atrevida’ surcando las aguas de la Antártida. | La Provincia

«Si hubiera vivido, habría contado la historia de la audacia, resistencia y coraje de mis compañeros, que han llenado el corazón de todos los ingleses. Estas ásperas notas y nuestros cadáveres deberán contar esa historia»

Diario de Robert F. Scott,

descubierto tras su muerte

Aunque no se puede afirmar con seguridad quien fue el primer hombre que avistó la Antártida (también Antártica, forma preferida en Chile que son sus vecinos más próximos), cabe asegurar que fue hace unos doscientos años cuando se documentó que realmente existía un continente sobre el Polo Sur. El actor con más probabilidad de haber sido el descubridor es el marino británico William Smith quien navegando desde Buenos Aires a Valparaíso y desviado hacia el sur por una tormenta, avistó tierra en los 62°15’ Sur y 69°01’ W, el 19 de febrero de 1819. Volvió, como piloto, junto con el irlandés Brandsfield y la encontraron el 30 de enero de 1820.

Por su parte, el cazador de focas americano Nathaniel Palmer quien había zarpado desde Norteamérica en un pequeño velero, el «Hero», dijo haberla visto el 17 de noviembre de 1820; y, por último en este breve resumen donde faltan algunos, el almirante ruso Fabián Von Bellingshausen, enviado por el zar Alejandro I, hizo lo propio el 28 de enero de 1820 (era el 16 de enero de 1820 según el calendario ortodoxo ruso), aunque parece que Palmer se había encontrado con Bellingshausen en la Isla Decepción y le facilitó sus mapas con sus recientes descubrimientos en la Antártida. De cualquier forma, todos ellos avistaron las altas montañas de la Antártida en lugares diferentes que hoy llevan sus nombres.

Desde hacía unos dos mil años andábamos buscando ese continente. Los griegos razonaban que si existía un polo ártico al ser la Tierra una esfera debería haber un polo antártico, el «anti-arktos», expresión de la que deriva «Antártida». En un principio se creía que lo opuesto al polo frío del norte, sería un lugar cálido, pero pronto pensaron que debería ser tan frío como el Ártico. Fue el cosmógrafo Claudio Ptolomeo (siglo II), quien dibujó un planisferio en el que aparecía por primera vez la Terra Australis Incognita.

Unos siglos después, los viajes de Colón y de Vasco de Gama incentivaron las expediciones cada vez más al sur. Debemos citar la de Magallanes buscando el paso hacia el Pacífico, a la que siguieron otros muchos durante los siglos XVI y XVII que se acercaron al círculo polar antártico dejando constancia de las dificultades de sus viajes. Ya en el XVIII se había convertido en un desafío geográfico, pero también gubernamental, el descubrir y tomar posesión de este continente huidizo. España participaba de ese esfuerzo. Podemos citar al fraile agustino Miguel de Aguirre que avisaba al rey hacia 1638 que Holanda buscaba el dominio sobre la Tierra Austral: «Por tanto, debe excitarse y conmoverse el valor e industrias de las Repúblicas Cristianas a emprender estas gloriosísimas conquistas de la Parte Austral, de cuyas empresas sacaron siempre colmados frutos y renombre de fama y gloria inmortal, y no hay para que les acobarde dificultad alguna, por grande que sea, pues las ventajas conocidas de su ganancia relevarán las arduidades y afanes de empleo. Mayores emolumentos sacarán de esta parte Austral, después del Estrecho, que las que han buscado en Septentrión».

Con ese espíritu de descubrir y ocupar cuanto antes las deseadas tierras del sur de la Tierra, el capitán James Cook fue enviado por Gran Bretaña en 1773 a cruzar por primera vez el círculo polar sur. Lo hizo por tres veces y, sin embargo, no vio tierra alguna. Unos años más tarde, 1789, sería la expedición española al mando de Malaspina y Bustamante, quienes la buscarían con dos corbetas, la Descubierta y la Atrevida zarpando desde Cádiz y arribando a Montevideo el 20 de septiembre de 1790, desde donde realizaron un recorrido que los llevó hacia las Islas Malvinas y la Patagonia, doblando el Cabo de Hornos, navegando entre hielos, para explorar a continuación la costa del Pacífico, llegando hasta Acapulco. Desde allí se dirigieron hacia Alaska para encontrar el paso del Noroeste. Y como no les parecía suficiente regresaron al sur recorriendo el Pacífico hasta Australia y Nueva Zelanda, para luego volver a América del Sur, donde la Atrevida, al mando de Bustamante, que luego fuera Gobernador de Montevideo, navegó en latitudes antárticas donde encontró otra vez el hielo y el peligro de los iceberg en torno a las Islas Georgias del Sur. Malaspina realizó un informe del viaje en el que abordaba cuestiones científicas pero también de gobernanza, y en el que se vertían opiniones favorables a un amplio autogobierno para las colonias españolas. Eso no le gustó a Manuel Godoy quien lo tachó de revolucionario y conspirador. Fue arrestado, y tras un juicio en 1796, fue condenado a 10 años de cárcel. Finalmente se le cambió la condena por la deportación a Italia.

Hacia 1820 es cuando se confirma la existencia de tierra firme que se identifica con la Antártida. El primer desembarco en el continente fue realizado por el capitán estadounidense John Davis, un cazador de focas quien dijo haberlo hecho el 7 de febrero 1821, aunque hay muchas dudas al respecto. El primero documentado es el de otro cazador de focas estadounidense, Mercator Cooper, el 26 de enero de 1853 que navegaba en el Levant. Por otra parte, Roald Amundsen en su libro sobre la conquista del Polo Sur, dice que fue Leonard Kristensen en enero de 1895 el primer hombre en «pisar el sexto continente».

Demos ahora un salto en el tiempo para referirnos a una aventura que alcanzó niveles de epopeya. En 1910 dos expediciones se dirigieron a la Antártida con el mismo objetivo: alcanzar el Polo Sur. La primera estaba dirigida por el noruego Roald Amundsen, quien utilizó perros esquimales y aprovechó todo lo que había aprendido de su práctica en tierra de los samis al norte de su país. La otra era británica y estaba al cargo del capitán Scott. Era un segundo intento tras el que tuvo lugar en 1902, que utilizó ponis y sin la experiencia de Amundsen en climas polares. Otras dos, una japonesa y otra alemana, no llegaron a resultado alguno.

Roald Amundsen alcanzó el polo sur el 14 de diciembre de 1911. Scott lo hizo el 17 o 18 de enero de 1912, pero los cincos expedicionarios británicos que habían alcanzado el polo murieron en la travesía de regreso después de haber sido retrasados por distintas razones, mal tiempo, y el escorbuto. Amundsen es el héroe nacional de Noruega, Scott es de los pocos perdedores que también es recordado como un héroe. Ambos lo merecen pues la conquista del Polo Sur fue una hazaña memorable.

¿Cuál es la situación actual de la Antártida? El 1 de diciembre de 1951, se firmó el Tratado Antártico en Washington. En el tratado, que bloquea cualquier reivindicación territorial, se prohíbe el uso militar del territorio, tanto para establecer instalaciones como para experimentar nuevas armas, singularmente las atómicas. Todos los firmantes deben realizar actividades de investigación lo que obliga a participar en los costos de mantener bases en ese continente. España se unió al Tratado en 1982 y el primer buque de Investigación Oceanográfica que se utilizó en las campañas antárticas fue el bautizado como Las Palmas, de la Armada Española.

Hoy día se han añadido nuevos protocolos destinados a la protección del medio ambiente y de conservación de la fauna. Concretamente, en el Protocolo de Madrid (1991), se dice : «Las Partes se comprometen a la protección global del medio ambiente antártico y los ecosistemas dependientes y asociados y, mediante el presente Protocolo, designan a las Antártidas como reserva natural consagrada a la paz y a la ciencia». Hasta ahora el tratado ha funcionado muy bien y se cree que puede servir de modelo para la ocupación del espacio sideral.

La Historia solo nos ofrece este ejemplo de continente inhabitado. Únicamente aquí podemos hablar de verdadero descubrimiento. América u Oceanía, continentes descubiertos por Europa estaban ocupados por el hombre desde hacía miles de años. Esperamos dos mil años para encontrar algo de lo que no teníamos ni una sola noticia fidedigna. Y lo encontramos. Es un caso paradigmático de que la fe mueve montañas, en este caso de hielo.

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