La Provincia - Diario de Las Palmas

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A la conquista de un nuevo mundo (punto com)

La deslocalización ya es una realidad que interesa tanto a multinacionales como a creadores de dentro y fuera de Canarias

Con en el uso de Internet, la deslocalización es una realidad cada vez más presente en nuestra sociedad. Los mundos virtuales no son ya sólo parte de la temática de una novela o del guion de una película y aunque su desarrollo y, sobre todo, el uso generalizado por parte de la población queda aún lejos, detalles como las compras online al otro lado del mundo o la adquisición de servicios muy específicos que no se encuentran en los circuitos locales nos acercan a este nuevo mundo (un mundo punto com).

Con el teletrabajo, en 2020, ha quedado claro que la tecnología ha cambiado los espacios como los comprendemos. Gracias a esta nueva aparición tecnológica los congresos o conferencias se pueden hacer, por ejemplo, en salas dentro de estos mundos virtuales. Y para quienes crean que hablar de estos nuevos territorios infinitos está más cerca de la ciencia ficción que de la realidad, les viene bien saber que las más importantes empresas del planeta están invirtiendo millones de euros en desarrollar tecnología y servicios para explotar ese territorio, porque han visto que existe un nicho de negocio.

Al igual que la tecnología que aparece con Internet progresivamente ha ido penetrando en todos los sectores empresariales a diferentes ritmos y con diferentes cualidades, potenciándolos o modificándolos, se presupone que con esta tecnología todos los sectores se verán afectados. Algunos como los videojuegos o el ocio son de los que se verán más potenciados ya que, de hecho, ha sido en esos sectores donde primero se ha puesto en marcha no sólo la convivencia virtual sino las transacciones económicas. El clásico fabricante de videojuegos Atari tiene montado ya un casino en uno de esos mundos virtuales.

Al hablar de la tecnología Blockchain, por ejemplo, nos referimos a una tecnología que permite la transferencia de valor a través de internet y, sobre todo, sin la necesidad de un tercero que participe en la transacción.

Se da el caso de los NFT —secuencia de código que una vez que ha sido acuñada, es decir generada por ordenador, reside en la blockchain de Ethereum, un registro de todas las transacciones mundiales desde que fue creada—, que pueden ser una parcela en un metaverso, una gorra que lleve tu avatar en esa realidad virtual o cosas que tengan su origen en el mundo real, como una entrada de un concierto o de cualquier evento deportivo.

Sobre la democratización de esta tecnología, los especialistas dicen que los metaversos o plataformas de mundos virtuales ven «complicado» a corto plazo que quienes no tengan relación con los videojuegos o las nuevas tecnologías se sumen a estos nuevos mundos virtuales. Creen que será un proceso hasta que la tecnología simplemente se use y asiente. Tenemos un móvil con cámara, que también es reproductor musical y hace que un discman, ya no digamos un walkman, parezca de la prehistoria para las nuevas generaciones.

Tanto en Canarias como en el resto del planeta ya hay muchos profesionales explorando cómo implementar toda esta tecnología. En las islas, por ejemplo, existen artistas y empresas que barajan proyectos. Un caso es el de Maker Fly, que está explorando esta nueva tecnología con una colección complementaria a su trabajo físico: creaciones en 3D inspiradas en las ocho islas.

Otro factor que mantiene en vilo a los posibles habitantes del metaverso es la seguridad, sobre todo en el caso de las transacciones económicas. Esta tecnología pone al usuario como principal, a veces único, responsable de la seguridad de sus activos virtuales. No existen botones de «olvidé la contraseña» ni cosas así. Por tanto, la educación y el conocimiento sobre los procesos son imprescindibles para sobrevivir en los nuevos entornos virtuales.

Al igual que hay gente que aún desconfía de las compras online hay muchos usuarios que aceptan comprar los discos de sus artistas favoritos en formato MP3, cosa que para un melómano de la vieja escuela es impensable. Esto es imparable.

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