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El pergamino de Clío

‘Wojtek’, el oso teniente de la II Guerra Mundial

En 1941, con la operación Barbarroja se rompieron los extraños lazos que habían creado Stalin y Hitler. Los aliados aprovecharon la situación para acoger a la URSS. El gobierno polaco se apresuró a pedir la liberación de sus militares apresados durante el reparto de Polonia entre los soviéticos y los alemanes. De este modo, alrededor de 40.000 soldados quedaron vagando por las estepas asiáticas. Pronto se unieron al ejército británico en Irán y fueron destinados a Palestina y al Líbano. Así fue como el ejército polaco liberado, mientras atravesaba los montes Zagros, se encontró con un niño kurdo que cargaba un saco, dentro de él llevaba un osezno. El pésimo estado de salud del animal despertó la compasión de los soldados que decidieron quedárselo intercambiándolo por algunas golosinas y una navaja suiza. Los soldados, para alimentar al osezno, convirtieron una botella de vodka en un biberón, adaptándole un paño en la boquilla. Además de leche, compartían sus raciones de fruta y verdura.

Todo empezó como una broma. A medida que el osezno fue creciendo, fueron enseñándole a desfilar y la lucha libre. Poco a poco fueron encargándole tareas de más responsabilidad como la carga de proyectiles. Cuando los soldados llegaron a Palestina, el oso ya era un soldado más.

El oficial del campamento, Wojciech Narebski, dudó al principio, pero pronto lo aceptó ya que le hizo gracia que el oso se llamara como él, bueno, en realidad Wojtek era un diminutivo de su nombre que significa «guerrero sonriente». Le pegaba bastante el nombre, ya que se sabe que a Wojtek le gustaba robar cerveza para refrescarse. Además, aprendió a usar las duchas por sí mismo. Los soldados lo adiestraron para asustar a los novatos haciéndoles creer que les estaba atacando. El oso entró un día a darse una ducha, como de costumbre y, sin querer, dio un susto de muerte a un espía que se había colado en el campamento. Premiaron su hazaña con cerveza y duchas largas.

En 1944 destinaron a las tropas polacas a Italia, pero los británicos no aceptaban animales a bordo del barco. ¿La solución de los polacos? Alistar de forma oficial al oso a la Compañía 22ª de Suministros de Artillería como soldado raso. Contó con tienda, uniforme e incluso paga.

Una vez formalizado el papeleo, marcharon hacia la batalla de Montecassino, una de las más cruentas llevadas a cabo en Italia. Wojtek había aprendido a imitar a sus compañeros, sabía que si lo hacía recibiría recompensas. La fuerza del oso resultó de gran ayuda a la hora de cargar con las pesadas cajas de municiones. Gracias a la ayuda de las fuerzas polacas, los aliados ganaron la batalla. Wojtek tenía razón, no sé si era el premio que esperaba o sí prefería un bote de miel, pero, por su valiente labor, fue ascendido a cabo y su compañía adoptó como emblema un oso cargando un proyectil.

Al finalizar la guerra, su compañía se trasladó a Escocia. Wojtek fue el gran protagonista del desfile de los combatientes de Glasgow. Pero el oso necesitaba un hogar y el zoológico de Edimburgo estuvo más que dispuesto a ofrecérselo. A su jubilación, con tan solo cinco años, Wojtek fue honrado recibiendo el grado honorífico de teniente. Sus compañeros siguieron visitándolo, le llevaban cerveza y cigarros. Falleció a los 22 años dejando una gran historia a sus espaldas. Se le atribuyeron honores de héroe de guerra y se le dedicó una ceremonia. En 2015 se organizó una colecta entre polacos y escoceses y le erigieron una estatua en West Princess Street. Fue inaugurada por el oficial Wojciech Narebski, el mismo que lo había aceptado en su campamento cuando tan solo era un cachorro, y esculpida en granito polaco: «Wojtek no pudo regresar a Polonia, pero permanecerá sobre tierra polaca».

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