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Trastienda palaciega

Buckingham activa la operación sucesión

La ruptura de los duques de Sussex y el destierro del príncipe Andrés por su vinculación con el ‘caso Epstein’ complican el diseño de la sucesión del reinado de Isabel II al príncipe Carlos

CHRIS JACKSON

Si Isabel II sigue en el trono el 27 de mayo del 2024, habrá superado a Luis XIV de Francia como el monarca de más largo reinado en la historia. El Rey Sol tenía 76 años cuando murió y había alcanzado los 72 de reinado. El inquilino de Versalles tenía en el momento del ascenso al trono cuatro años; la reina de Inglaterra, 25. La monarca alcanzará a los 98 años el último récord que le falta a su mandato. Los británicos apuestan a que así sea. Ella es parte ya de la esencia del país, una figura tranquilizadora e incuestionable. La nostalgia del pasado en la que está anclada la monarquía contribuye a la envidiable popularidad de la que goza. Ella es la última conexión sentimental con la grandeza de un lejano pasado imperial, peligrosamente idealizado.

Isabel II, junto a Carlos y Camilla, en la Cámara de los Lores, en la apertura del Parlamento británico, el pasado 11 de mayo.

Desde su retiro en Windsor, la reina sigue al frente de las tareas esenciales de la Corona y del Estado. Sus actuales compromisos públicos se reducen por ahora a audiencias virtuales. Las noticias en las últimas semanas de problemas de salud, con un chequeo hospitalario y la prescripción médica de guardar reposo, son los avisos de un declive inevitable, con limitaciones que la interesada acepta de mala gana. Isabel II estuvo el pasado fin de semana en Sandringham supervisando los preparativos navideños, tradición a la que no ha renunciado. Lo de quedarse en casa y pedir la baja laboral no forma parte de su carácter. Antes de la pandemia, en 2019, la reina, a pesar de la edad, participó en 295 actos siguiendo su propia consigna de que «necesita ser vista para que crean en ella», como dijo una vez. Esa presencia física es parte de la magia de la monarquía. A eso se añade un sentido del deber que nadie ha puesto jamás en cuestión.

Un paso adelante. Pocas funciones, según la ley, no puede hacer el heredero, que ha tomado las riendas. BEGOÑA ARCE

La futura sucesión se viene fraguando de puertas adentro, al tiempo que se ha ido aligerando la agenda de la soberana. Aumentan las citas y compromisos, pero el número de miembros con tareas oficiales en la familia real se ha reducido considerablemente, como parte de una reforma que el príncipe Carlos respalda. Será él, junto a Guillermo y Kate, quienes asuman los papeles principales, pero otros miembros deberán participar también o habrá que recortar los 2.000 actos anuales a los que acude la familia real. Ciertos planes apuntando al diseño de la institución en el siglo XXI han quedado desbaratados por la salida de escena de protagonistas que formaban parte del elenco. Buckingham va a tener que buscar refuerzos.

El día de Navidad del 2017 se publicó una foto de los duques de Cambridge con el príncipe Enrique y Meghan, que entonces era su prometida. Estaban en Sandringham y caminaban juntos, en aparente buena armonía, haciendo el paseíllo tradicional a la iglesia. Un titular en la prensa los bautizó como Los cuatro magníficos, The Fab Four, con un guiño en recuerdo a los Beatles. Los creyentes monárquicos vieron en la imagen la juventud y la renovación de la Corona. Dos meses después, ambas parejas pusieron en marcha un proyecto común, The Royal Foundation, agrupando las causas benéficas a las que iban a dedicar esfuerzos. La nueva generación asumía más funciones y tomaba el relevo en ciertas tareas. Incluso hicieron en nombre de la Corona viajes al extranjero, que la soberana ya no realiza. Un año más tarde los duques de Sussex abandonaban el proyecto, el país y a la familia real.

Mientras esa ruptura traumática desencadenaba la peor crisis desde la muerte de Diana, la situación del príncipe Andrés con la justicia americana se iba enredando más y más. El duque de York vive desterrado, escondido en las residencias amuralladas de los Windsor. En Nueva York se enfrentará muy posiblemente el próximo otoño a un proceso civil, para responder de las alegaciones de abuso sexual de Virginia Giuffre cuando tenía 17 años, como parte del escándalo del caso Epstein. El considerado hijo favorito de la reina ha sido apartado definitivamente de todas las funciones oficiales.

Los mecanismos constitucionales en caso de incapacidad de la monarca también se resienten con estas inesperadas ausencias. De los cuatro miembros de la familia real que forman parte del Consejo de Estado —el organismo encargado de asumir temporalmente la mayoría de las tareas de la jefatura del Estado—, los príncipes Andrés y Enrique han quedado excluidos. Aunque solo hacen falta dos consejeros para actuar en caso de impedimento, se estaría considerando el ingreso de algún otro miembro de la familia, como Camila Parker Bowles.

La posibilidad de dar a la duquesa de Cornualles un papel más preponderante forma parte de las actuales discusiones, según algunas informaciones. La especulación ganó fuerza tras un reciente discurso de Camila contra la permisividad y normalización de la violencia sexual contra las mujeres. Sus palabras encontraron eco y resonancia en sectores de la sociedad a menudo indiferentes a los discursos de los royals. La presencia pública de quien un día se convertirá en la consorte del rey es cada vez más habitual. La suya ha sido una transición lenta y medida, desde los días en que, como amante del príncipe, y especialmente tras la muerte de Diana, se convirtió en la mujer más detestada del país. Camila no solo se casó en el 2005 con el heredero al trono, sino que ha ido incrementando su papel en los actos de la Corona.

¿Futura reina o princesa?

Isabel II, quien durante muchos años había prohibido su presencia en cualquier lugar al que ella asistiera, ha terminado aceptándola hace tiempo. La reina podría incluirla como nuevo miembro del Consejo de Estado, algo que ocurrirá de todas formas cuando Carlos se convierta en rey. En ese momento, Camila recibirá un nuevo título, aún no especificado claramente. En el momento de su matrimonio, cuando la hostilidad de la sociedad hacia la pareja era muy elevada, se aclaró, tratando de apaciguar los ánimos, que la duquesa pasaría a ser «princesa consorte». Clarence House insiste en que no hay cambios en ese asunto. Los expertos constitucionalistas explican, sin embargo, que Camila se convertirá en reina consorte automáticamente cuando Carlos alcance el trono. Modificar eso requeriría cambiar la ley, un proceso complicado que sentaría precedente. De llegar a hacerse podría repercutir en la duquesa de Cambridge, cuando Guillermo suceda a su padre.

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