La Provincia - Diario de Las Palmas

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Entrevista
Rafael Canogar Pintor, escultor y grabador, uno de los máximos exponentes del arte abstracto en España

«La ingenuidad es un motor importante en el arte, te sirve para moverte, buscarte y exigirte»

Rafael Canogar posa en Oviedo, ante su escultura ‘Greco II’.

Se podría decir que Rafael Canogar (Toledo, 1935) es historia del arte si no fuera porque a sus 86 años sigue en activo y en actitud de búsqueda, como en sus años de juventud. Ha cambiado el objeto de su interés, su pintura ya no es tan social y política como cuando, allá por los años 50 del siglo XX, formó el grupo El Paso, junto a otros artistas de su generación como el canario Manuel Millares. Ahora le interesa la espiritualidad y la trascendencia.

Lleva más de 60 años de carrera a sus espaldas y pide tiempo para acabar su proyecto artístico. ¿Qué le queda por hacer?

Me preguntan si trabajo todos los días, y sí. A mi edad extraña, pero es que esto es algo más que trabajo. Voy todos los días al estudio y no solamente es pintar, voy resolviendo temas. Tengo una página web donde están recogidas todas mis obras. La lleva mi estudio, pero muchos datos tengo que darlos yo. Sobre todo, me gustaría dejarlo todo claro y fácil de dirigir una vez que yo desaparezca, que ojalá tarde mucho. Es muy complicado, yo he trabajado mucho, tengo mucha obra, obra gráfica, de muchas épocas... Es un proyecto, no es solo pintar unos cuadros para vender —que yo, en el fondo, ya pasaría de eso—, es un proyecto para dejar mi obra en una posición de actualidad, no como un artista histórico. Hay muchos artistas que consiguieron cierto nombre en los años 50 o 60 y se han quedado ahí, haciendo su obra, desarrollándola, pero mi evolución ha creado otra dinámica distinta. Yo quiero actualizar mi obra y que responda a inquietudes que actualmente existen en el arte.

«El periodo de los años 50, de El Paso, del informalismo, fue muy importante para el reconocimiento de España en el mundo»

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¿Por ejemplo?

Por ejemplo, hace unos años se extendió la idea de que la pintura se había acabado, que era el momento de las nuevas tecnologías. Yo creo que cada vez hay más desengaño sobre eso. No se trata de que lo anterior se haya acabado o no, se trata de que las tecnologías te dan nuevas herramientas para ampliar los recursos de un creador. Las tecnologías, igual que cualquier otra forma de crear, también tiene su problemática, porque se quedan obsoletas muy pronto, hay que ir actualizándolas. Mi obra también quiere actualizarse. Por eso hablo de proyecto, porque quiero que tenga esa actualización, que sea la obra de un hombre que vive su tiempo, me inquieta y me interesa lo que hacen los demás, y quiero que mi obra responda a esa inquietud.

Se le suele citar como uno de los integrantes de El Paso, un hito en la historia del arte español.

Para mí eso es ya prehistoria. Como tengo buena memoria es como si fuese ayer pero en mi trayectoria está ya muy lejano. Lo comparo con otras creaciones de aquellos años, en el cine películas como El cochecito, El pisito, El verdugo… Contaban cómo era esa España gris, triste, atrasada, y creo que nuestra pintura, la que hicimos la generación de El Paso y otros compañeros, tuvo una dimensión universal. A mí me parece que todavía siguen teniendo actualidad esas obras. Lo que estoy haciendo ahora, en estos momentos, tiene una cierta relación, por la voluntad de recuperar ese espíritu de la búsqueda de lo esencial, de esa huella fuerte, poderosa que deja el artista en el mundo del arte. Ya no es la protesta o la denuncia, sino una propuesta estética, la búsqueda de lo espiritual, lo transcedente. Eso es lo que me interesa en estos momentos.

¿Se reconoce hoy como artista en el joven que fue?

Las etapas de mi pintura son como las cuentas de un collar pero hay un hilo conductor que las une. Siempre he intentado no caer en el academicismo. Nunca he querido caer en esa esa trampa. Cuando tiene éxito se le encasilla, el artista pierde la creatividad y se vuelve un traductor de sí mismo. Sin embargo, siempre me ha entusiasmado ver en los museos, las mejores obras de Cezanne, de Rembrand, de los maestros. Son fruto de muchos años de experiencia y trabajo que les han capacitado, una pintura coherente y actualizada y rica. Eso es lo que me gustaría a mí, que mis obras tuviesen ese impacto. Es una búsqueda, un deseo. A veces la ingenuidad es un motor importante porque te sirve para moverte, para buscarte, para exigirte.

«Intento no caer en el academicismo; cuando tiene éxito y se le encasilla, el artista pierde creatividad y se vuelve traductor de sí mismo»

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Eso es complicado, exige al artista rebelarse continuamente contra sí mismo.

No, realmente no. Siempre recordaré que un día iba en el coche con un compañero pintor y me dijo: «Me han dicho que estas cambiando. ¿Es cierto?»; «Sí sí, estoy cambiando», respondí; «¿Pero se reconoce que es tuyo?»; «No lo había pensado. No, pero será en la primera exposición, en la segunda ya sabrán que es mío». Yo he querido estar por encima de ese sello que el artista quiere tener para que le reconozcan. Yo creo que es compatible con toda la libertad del mundo, y Picasso es buen ejemplo. Picasso fue un hombre que cambió muchas veces y lo hizo siempre muy bien. La época azul, la época rosa, el cubismo, el postcubismo y siempre era Picasso. Yo no voy a estar a la altura de Picasso, no me quiero comparar, pero para mí puede ser un modelo. Un pintor que admiro mucho es Morandi. Morandi tuvo unos inicios vanguardistas, en el futurismo, y luego se encerró en una habitación, entre cuatro paredes, y hizo una obra bellísima, moviendo cuatro elementos, cuatro botellas. Yo lo admiro enormemente. Cada uno tiene su capacidad de expresarse y la mía es esa búsqueda: no quiero cansarme, yo cuando sé cómo empezar y cómo acabar el cuadro empiezo a aburrirme, quiero que me plantee problemas y quiero resolverlos trabajando. Eso es un motor para mí.

¿Y cuál es el problema que quiere resolver?

Resolver cada cuadro. Los pintores clásicos trabajaban de otra forma, un cuadro era el trabajo de meses, años, había mucha sabiduría puesta en juego. Estamos viviendo tiempos muy diferentes, otras velocidades. Para mí un cuadro es como un capítulo de un libro y hay que dejar ese capítulo, cerrarlo y empezar el otro. Es como una instantánea. Un retrato de Leonardo era muy trabajado, una síntesis de esa persona, una instantánea. Ahora un retrato son muchas instantáneas que componen el retrato de esa persona. Veo mi trabajo así. Son muchos instantes, unos sumados a los otros hacen un periodo, lo que nos han conseguido o crees que no has conseguido aquí lo consigues más adelante.

Desde El Paso intentaban cambiar España con el arte.

Yo tenía la pasión de pintar y quería que mis cuadros tuviesen el poder de comunicar mis deseos de cambio en la sociedad. No quería solamente esa libertad en mi obra, la quería en mi entorno, en la vida que me toco vivir. No sé lo que seríamos capaces de cambiar, seguramente nada, pero la suma de la obra de todos estos artistas marcó indudablemente el nivel creativo de un país. Ese periodo de los años 50, de El Paso, del informalismo, para el reconocimiento de España fue muy importante. Estábamos olvidados, en la periferia de occidente, nos ignoraban mucho, solamente con nuestra pintura el mundo entero miró a España, para ver nuestros cuadros, estaban interesados en ellos, eran cuadros comparables a los que se exponían en Nueva York o en París.

¿Y ahora? ¿Dónde ha quedado ese impulso entre los artistas más jóvenes?

Hay algo que marca mucho los momentos. En aquellos años había un horizonte utópico que era fundamental para nosotros: luchar por cambiar, por ser democráticos, libres, por ser igual que los países de nuestro entorno. Hoy en día eso no lo tenemos, falta. Estamos viviendo un momento de una confusión tremenda, políticamente y socialmente. Teniendo los fondos, la estructura, siendo un país aparentemente democrático no somos capaces de sacar una ley de mecenazgo, por ejemplo. ¿Cómo un país coherente no puede ser capaz de sacar unos presupuestos para cuatro años? Sin embargo, en aquel momento todos coincidíamos en aquel horizonte utópico, todos: la gente del cine, del teatro, de la pintura. Fue muy estimulante. Ahora hay que encontrar nuevos horizontes.

«Cuando sé cómo empezar y cómo acabar el cuadro empiezo a aburrirme, quiero que me plantee problemas y resolverlos trabajando»

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Ha visto cambiar la relación de los ciudadanos con el arte en estas décadas.

Mucho. Al arte ahora mismo no se le dedica el mismo espacio que en épocas pasadas en la prensa. Antes tenía una página, ahora sale de cuando en cuando. También es verdad que el arte lo impregna todo, el diseño, la moda. Pongamos como ejemplo a Mondrian, que es un artista fundamental. Todavía no se le entiende hoy en día y sin embargo se le acepta en la moda, la gente lleva un vestido con el diseño de Mondrian, e influyó en las artes gráficas, en la arquitectura... Pero el acto físico de ponerse delante de un cuadro para recibir ese goce estético... Ahora la gente no tiene ese tiempo, no quiere, se va poco a las galerías y las exposiciones.

Hablaba antes de cómo ha cambiado el arte con la tecnología.

Cuando la utiliza un artista bueno hace una obra buena, pero sí el artista es malo sale algo malo, y con esa misma tecnología. Eso genera un cansancio. Por ejemplo, Plensa, un artista que me gusta mucho, y que ha hecho cabezas con alambres que son preciosas. Hay cientos de artistas trabajando con la misma tecnología, pero hacen esculturas muy feas, horrorosas. Y eso a veces produce cansancio, hasta de las buenas obras. La tecnología es una herramienta más de un creador. Plensa era bueno antes, lo es ahora y lo seguirá siendo tambien haciendo otras cosas.

Y usted, ¿qué se trae entre manos ahora?

Lo que estoy haciendo ahora mismo lo empecé diez días después del confinamiento. Me fui a Marbella, donde tengo un jardín, empecé a trabajar, a pensar, cambie de materiales. Como empecé hace poco tiempo, un par de años, sé que todavía me queda un tiempo de desarrollo. Incluso tengo otras ideas para esculturas. No voy a desvelar eso porque no sé si tendré tiempo de hacerlo, pero tiene que ver con la huella con la impronta del hombre en la materia. A veces los mínimos elementos son más expresivos, más ricos. Estoy en la búsqueda, tengo la necesidad de retirarme para buscar la paz espiritual, lo trascendente, algo a lo que aspiramos en el interior.

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