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historia de una revolución

Evangelio según Monty Python

La reedición de la ‘Autobiografía’ del grupo que dinamitó el humor audiovisual permite, entre otras muchas cosas, recuperar sus comentarios sobre esa comedia inmortal llamada ‘La vida de Brian’

Una imagen de la famosa secuencia de la cucifixión de ‘La vida de Brian’. | LP/DLP

Cualquier motivo es bueno para celebrar la existencia de Monty Python, el irreverente sexteto que, con 45 programas televisivos de media hora y tres películas originales, dinamitó las bases de la comedia tradicional y construyó los cimientos del humor audiovisual moderno.

La publicación de Monty Python: Autobiografía por Libros del Kultrum (en realidad, una reedición en formato manejable de la obra que hace más de 15 años lanzó al mercado la ya desaparecida editorial Global Rhythm Press en un monumental volumen de lujo) es un magnífico pretexto para volver a revisar a los Python y su inigualada mezcla de erudición cultural, comicidad verbal, delirio visual, surrealismo animado, canciones satíricas y gansadas absurdas.

«Quienes cambian el mundo no lo hacen necesariamente a bombo y platillo; a veces lo hacen justo cuando la gente está mirando hacia otro lado», apunta en el libro el escritor y crítico de cine Bob McCabe, que entre 1998 y 2003 se encargó de dar forma a Monty Python: Autobiografía a partir de extensas conversaciones con los miembros del grupo John Cleese, Terry Gilliam, Eric Idle, Terry Jones y Michael Palin (el sexto python, Graham Chapman, había fallecido en 1989, aunque se incluyen declaraciones suyas extraídas de entrevistas anteriores).

(L) | LP/DLP

Pues bien, los Monty Python hicieron justamente eso: cambiar el mundo cuando la gente estaba mirando hacia otro lado. Y lo hicieron el 5 de octubre de 1969, con la emisión del primer episodio de un programa que la BBC había encargado a esta pandilla de dementes salidos de Oxford y Cambridge para rellenar la franja nocturna. Su título: Monty Pyhton’s Flying Circus. Aquella explosión de ingenio iconoclasta que sacudió el panorama televisivo británico y se alargó durante cuatro temporadas tuvo continuidad en el cine con tres películas memorables: Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (1975), La vida de Brian (1979) y El sentido de la vida (1983). La segunda, una parodia de la fiebre mesiánica que propició el nacimiento del cristianismo, está considerada con justicia como una de las mejores comedias que ha dado la historia del cine. Así es como la recuerdan sus artífices desde las páginas de Autobiografía.

El nacimiento de Brian

Con el éxito de Los caballeros de la mesa cuadrada en Estados Unidos, los miembros de Monty Python empezaron a ganar «dinero de verdad», de modo que aceptaron considerar la idea de aparcar durante un tiempo sus proyectos individuales y aprovechar la ola con un nuevo filme. El germen de La vida de Brian fue una genial ocurrencia de Eric Idle, que, aburrido de las preguntas de los periodistas sobre si el grupo tenía algún proyecto en marcha, sugirió responder que su próxima película se iba a titular Jesucristo: ansias de gloria.

Gilliam: «Estábamos en Ámsterdam, en un pub abarrotado de gente, y recuerdo que Eric se sentó a la mesa y lo soltó a bocajarro: Jesucristo: ansias de gloria. El resto nos moríamos de risa, nos pareció un título muy gracioso. Supimos en el acto que era una buena idea y nos planteamos hacer algo sobre Jesús y el cristianismo. No tardamos en darnos cuenta de que Jesús era un tipo legal, buena gente, y no podíamos cachondearnos de él así como así. Esa fue la razón por la que al final decidimos crear a Brian, una especie de sosias de segunda fila».

Cleese: «Al principio, La vida de Brian iba a ser una película sobre Judas Iscariote, un tipo que siempre llegaba tarde. […] Judas no asistía a la última cena porque su mujer había invitado a unos amigos a su casa y tenía que quedarse, aunque pensaba pasarse luego a tomar unas copas con Jesús y los demás discípulos. A mí la idea me parecía graciosísima, pero fue una de las primeras en descartarse».

Palin: «Se nos hizo bastante difícil encontrar el tono adecuado. Al principio acordamos documentarnos sobre la Biblia y el periodo histórico en cuestión y ver qué sacábamos en claro. Pronto surgieron posibles ideas y una que nos gustó especialmente fue la de que en Judea se viviera una época de auténtico fervor mesiánico. Esa idea fue la clave y die pie a la creación de un personaje que no fuera Jesús pero que viviera una vida paralela; el vecino de la puerta de al lado, como quien dice».

Gilliam: «Fue una manera curiosa de evitar caer en la blasfemia. Mi madre, que es una cristiana practicante y fervorosa, vio la película y no le encontró ninguna pega, pues no habla de Jesús».

La entrada más cara

Los Monty Python escribieron La vida de Brian siguiendo el mismo procedimiento que habían utilizado en Flying Circus: cada uno se iba por su lado a escribir escenas y sketches y cada cierto tiempo se reunían para poner el material en común y aprobar o descartar las ideas expuestas.

A propuesta de Idle, en enero de 1978 se fueron a las Barbados para dar los últimos retoques al guion. Poco después, y con el proyecto ya en marcha, la EMI, que debía financiar la película, se echó atrás por decisión de su director ejecutivo, Bernard Delfont. Fue entonces cuando el ex Beatle George Harrison, amigo personal de Idle y fan del grupo, aceptó hipotecar su mansión neogótica de Friar Park para conseguir los cuatro millones de libras que salvaron el filme.

Palin: «Nos dijeron que el presidente de EMI le echó un vistazo al guion, que hasta entonces no le habían enseñado, y le pareció ofensivo. ‘No vamos a financiarlo, de ninguna manera’, dijo. Fue un golpe durísimo, porque ya había gente en Túnez, gran parte del dinero se había consignado y nos dijeron que iban a cancelarlo, sin más. ¿Qué iba a pasar con la gente que ya se había desplazado? ¿Y al plató de Túnez? Fue entonces cuando Eric decidió llamar a George Harrison, a quien había conocido en Los Ángeles. George era un incondicional de los Python y consiguió el dinero en un abrir y cerrar de ojos».

Idle: «George hipotecó su casa y consiguió el dinero. Fue extraordinario. La financió él solo porque quería verla. Debió de ser la entrada para el cine más cara de la historia. Dios le bendiga».

Palin: «La reacción de EMI nos acabó de convencer de la necesidad de rodar la película. Parecía que de ciertas materias no pudiera hablarse siquiera, y esa era justo la actitud ignorante e irreflexiva que nosotros tratábamos de denunciar».

Lapidar antes de comer

El rodaje de La vida de Brian resultó mucho más plácido que el de Los caballeros de la mesa cuadrada. Con la decisión de dejar que Terry Jones dirigiera la película en solitario y Gilliam se ocupara de la parte artística, el grupo se ahorró las escenas de tensión que se habían producido durante la filmación del anterior filme. El benigno clima de Túnez y el empeño que Graham Chapman puso en mantenerse sobrio también contribuyeron al buen ambiente general.

Cleese: «Terry Gilliam dirigía ya superproducciones millonarias y, sin embargo, a mí me parecía que el estilo de dirección de Jones se amoldaba mucho más a nuestro tipo de cine, o al menos al que teníamos en mente, pues Gilliam es básicamente un director de largometrajes y a Jones se le da mejor la dirección de los sketches cómicos».

Gilliam: «No creo que John o Graham pensaran en términos cinematográficos en ningún momento; se contentaban con aparecer de vez en cuando, hacer sus bromas y pasar el rato de la forma más cómoda posible. Y no es que me pareciera mal, pero no era lo que yo quería hacer».

Cleese: «Fue el rodaje más placentero de mi vida y me lo pasé en grande. El primer día no acababa de creerme que hubiéramos terminado la escena de la lapidación antes de comer».

El lado brillante de la vida

Darle a la película un final ingenioso sin atraerse las iras de toda la cristiandad resultó un desafío de gran complejidad, porque era necesario abordar el delicado asunto de la crucifixión. Palin y Jones se encargaron de escribir los últimos veinte minutos del guion y resolvieron el entuerto de forma brillante y graciosísima. El añadido de última hora de la canción de Eric Idle Always look on the bright side of life convirtió el cierre en algo directamente antológico.

Cleese: «Cuando rodamos la escena de la crucifixión muchos de nosotros estábamos muy enfermos, lo que no deja de tener su gracia. ‘Por si no bastaba con esta gripe de mierda, ahora van a crucificarnos’, pensaba».

Idle: «Pasar tres días crucificado fue una experiencia muy enriquecedora, espiritualmente. Durante tres días la rutina consistió en llegar al plató, encontrar una cruz con tu nombre, Señor Idle, y encaramarte a ella. Allá arriba, a uno le daba por pensar: «Así debía de ser, solo que un poco más doloroso». No es que fuera realmente doloroso, pero hacía frío y desde luego no era muy confortable. Además, si tenías ganas de mear no había ninguna de las tres escaleras libre. ¡Típico!».

Idle: «Estábamos en casa de Terry Gilliam y no teníamos ni idea de cómo acabar la película. ‘Tiene que acabar con una canción’, les dije, y todos coincidimos en que sería graciosísimo acabar con un número musical cantado desde la cruz. ‘Uno muy alegre’, añadí. Me fui directo a casa y allí la compuse. Al día siguiente los demás la oyeron y saltaron: ‘¡Ya está!».

Cleese: «En cuanto oímos la canción supimos que era perfecta. Yo diría que el de La vida de Brian es uno de los finales más logrados de la historia del cine cómico».

Idle: «La canción fue un exitazo, pero en la tele no podían poner la escena en la que la cantábamos, porque las cruces estaban prohibidas. Si la hubiéramos cantado desde la horca no habrían tenido ninguna objeción».

Los esbirros del diablo

El estreno de la película suscitó una oleada de protestas (no solo de grupos cristianos; también hubo judíos que se sintieron ofendidos por el filme) y de prohibiciones. Como suele suceder, la controversia sirvió para cebar la taquilla. La vida de Brian se convirtió en una de las producciones más exitosas de la historia del cine británico y George Harrison pudo salvar su mansión.

Cleese: «La verdad es que nos sorprendió un poco, pero tampoco nos asustamos, pues era evidente que la gente que protestaba era un poco simplona. Decían cosas del tipo: ‘Los Monty Python son esbirros del diablo’. A mí, personalmente, me parece un eslogan buenísimo».

Jones: «La primera manifestación fue la de la Asociación de Rabinos de Nueva York, que se quejaban del uso del manto ritual de plegaria judío en la escena de la lapidación. Evidentemente, nosotros ni siquiera sabíamos qué era un manto de plegaria».

Idle: «No tuvimos que publicitarla porque se convirtió en noticia y empezó a salir en el telediario».

Jones: «En Noruega se prohibió su exhibición y en Suecia aprovecharon para publicitarla como ‘una película tan graciosa que la han prohibido en Noruega».

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