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Audios de Whatsapp: ¿eres fan, te cargan o directamente los odias?

Las notas de voz de la plataforma enfrentan a quienes adoran comunicarse a base de grabaciones y los que viven su escucha como un atraco de tiempo y una falta de respeto

Audios de Whatsapp: ¿eres fan, te cargan o directamente los odias?

Entre las múltiples divisiones que admite el mundo, una de las más tajantes y dispares es la que separa a quienes adoran enviar mensajes de voz a través del Whatsapp y los que detestan recibirlos. Pocas veces un servicio digital provocó posturas tan enfrentadas, pero en este asunto no hay medias tintas: o estás entre quienes se comunican con su lista de contactos a golpe de grabación o perteneces al extenso batallón de usuarios que tiembla cada vez que abre la aplicación y descubre con pavor que su cuñado le ha vuelto a enviar un mensaje de voz de varios minutos de duración.

Por ser una plataforma cerrada, apenas existen estudios publicados sobre los usos que hacemos del Whatsapp. La compañía a la que pertenece, Facebook, no acostumbra a dar muchos detalles sobre cómo nos relacionamos con una aplicación que, en la práctica, se ha convertido para muchos usuarios en la ventana que los mantiene en contacto con el mundo. Sin embargo, va calando la sensación de que las notas de voz están cada día más presentes entre nuestros hábitos digitales.

Cada vez es más habitual ver a gente caminando por la calle con el móvil pegado a los labios como si comieran una tostada mientras graban audios, y descubrir que ese amigo, familiar o compañero de trabajo que hasta ayer solo enviaba whatsapps de texto, ahora se ha vuelto adicto a las grabaciones.

Para unos es una forma ágil, rápida y cómoda de comunicar incorporando al mensaje los matices emocionales que adornan a la voz y de los que carece la palabra escrita. Para otros es un atraco a mano armada de su tiempo y viven como una tortura tener que escuchar, cada vez más a menudo, alocuciones más largas y tediosas que la retransmisión de una misa.

Es aquí, en la extensión de los audios y la relevancia de su contenido, donde parece radicar el nudo de la controversia. «Si Dante viviera hoy, incluiría en el penúltimo círculo del infierno a la gente que manda audios de 20 minutos», sentencia con más humor que gravedad Juan Gorostidi, autor del libro El Whatsapp de padres, donde sacaba punta en tono jocoso a las confusiones que se generan en los chats colegiales. Se está planteando hacer un segundo ensayo sobre la plataforma de mensajería y reconoce que las notas de voz son una mina de situaciones surrealistas. «Guardo con mucho cariño un audio que me mandó una persona que me dijo: ‘Te cuento por aquí que es más rápido’. Al final, el mensaje duraba 18 minutos y se podía resumir en: ‘Mejor te explico mañana, que hoy estoy liado’».

Lo más llamativo de estas situaciones incómodas, cuando no hostiles —hay quien tiene en su estado del Whatsapp el aviso: «No escucho mensajes de voz»—, es que las provoca una función que, se supone, había llegado para hacernos la vida más fácil. Whatsapp incorporó a su aplicación en 2013 la posibilidad de grabar y enviar notas de voz para echar un cable a quienes necesitaban comunicar algo urgente y rápido y no podían pararse a escribir. «Los audios se diseñaron para que fueran pequeñas píldoras de información, pero la compañía amplió más tarde el límite de grabación y mucha gente empezó a enviar podcast en vez de mensajes», recuerda Manuel Moreno, director del portal de redes sociales y tecnología TreceBits.

La queja más recurrente de los haters de los audios se concentra en el tiempo que deben emplear en escucharlos. Sin embargo, esos mismos usuarios no protestan si reciben una llamada telefónica que les ocupa los mismos minutos. «Porque son formas distintas de comunicación», advierte Moreno, quien aclara: «En una llamada puedes intervenir, cortar al interlocutor, apostillar… Pero las notas de voz son unidireccionales, no permiten interactuar, y muchos usuarios las perciben como sermones».

No piensan así quienes por comodidad, eficacia y rapidez han adoptado este sistema como su fórmula de comunicación preferente. Esta opción es especialmente popular entre los más jóvenes, que han nacido rodeados de pantallas y mantienen una relación con lo que ven y oyen en ellas distinta a los mayores.

Un elemento más

«Para ellos, los móviles son extensiones del propio cuerpo. Quienes no somos nativos digitales vemos los mensajes de Whatsapp como un complemento a las relaciones personales offline, pero los jóvenes canalizan una parte importante de su sociabilidad a través del smartphone y los mensajes de voz son un elemento más», señala Estefanía Jiménez, profesora de Comunicación de la Universidad del País Vasco e investigadora de alfabetización audiovisual y uso de redes sociales entre la población juvenil.

A la vista de las quejas que acumulaba la función oral del Whatsapp, la compañía incorporó hace medio año la opción de oír las notas de voz a doble velocidad para acortar así el tiempo de escucha. ¿Hay que interpretar esta decisión como un aviso a sus usuarios más pesados o una adaptación de la herramienta a las demandas del público?

Según Manuel Armayones, investigador del eHealth Center de la Universitat Oberta de Catalunya, en esa maniobra hay más de lo segundo que de lo primero. «A Whatsapp no le interesa tener a su clientela enfadada y continuamente monitorea el uso que hacemos de su servicio para hacerlo más cómodo y evitar los conflictos», asegura.

En las tiendas de apps es fácil encontrar aplicaciones que brindan la posibilidad de convertir los audios en texto. «Whatsapp acabará incorporando esa función, o limitará la duración de las notas de voz, o se inventará nuevas variantes, pero no hará desaparecer la opción de enviar grabaciones. La voz hablada tiene mucho futuro, como demuestra el actual éxito de los pódcasts», pronostica este experto. Mensaje para quienes detestan los audios: las notas de voz han llegado para quedarse.

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