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150 años del nacimiento de la Oceanografía

La expedición del HMS ‘Challenger’

El viaje que inició la corbeta en 1872 supuso un impulso para la Oceanografía - Henry N. Moseley, uno de los naturalistas de la misión científica, escribió que «las islas eran incomparablemente más atractivas que el mar que las circundaba»

Dibujo del Teide realizado por la expedición del ‘Challenger’, durante su escala en Tenerife. | REPORT

«Siempre tuvimos presente que el objetivo principal de nuestro viaje era explorar las condiciones de las regiones abisales y aprovechamos cualquier oportunidad para hacer una observación del mar profundo», W. Thomson

En 1872 una corbeta de la Royal Navy iba a empezar un viaje alrededor del mundo que no tenía una finalidad militar, ni comercial, ni de búsqueda de nuevas pesquerías. En esas actividades era entonces Gran Bretaña la primera potencia mundial en todos los océanos y quería serlo en una nueva tarea: conocer científicamente el mar. Se trataba de estudiar la biología marina, la geología de costas y fondos oceánicos, la composición y propiedades químico físicas del agua de mar y su intercambio con la atmósfera, el magnetismo, las corrientes marinas y todo aquello que estuviese a su alcance como mejorar la cartografía de determinas costas mal conocidas o realizar averiguaciones antropológicas de gentes lejanas que en aquel momento eran objeto de fascinación para la sociedad victoriana.

La iniciativa de la expedición fue de la Universidad de Edimburgo que, con sabios de la talla de Maxwell o lord Kelvin, ocupaba entonces un puesto de prestigio académico similar, si no superior, al de Oxford o Cambridge. Apoyaba la propuesta la Royal Society de Londres y la asumió el gobierno inglés que puso a disposición un barco que había participado en algunas acciones bélicas, como las emprendidas contra México, de vela y vapor, con 60 metros de eslora y 2.300 toneladas que se adaptó para la ocasión. El HMS Challenger iba a ser mandado por el capitán Nares, después un famoso explorador de los hielos polares, con una veintena de oficiales y unos doscientos veinte marineros.

La parte científica era dirigida por el doctor Charles W. Thomson, naturalista y promotor de la expedición. También como naturalistas figuraban Henry N. Moseleyy el zoologista Rudoph von Willemoes-Suhm. Como físicos participaron J. Y. Buchanan y John Murrayy, por último, J. J. Wild sería el dibujante y fotógrafo que los acompañaría.

El HMS Challenger, a los pocos días de su partida y después de haber tocado en Lisboa, Gibraltar y Madeira, arribó a Tenerife donde permaneció una semana. Sirvió para que Moseley subiera al Teide y conociera su fauna y flora. (Para más información visitar por ejemplo https://lainakai.com/ author/antonio/). Moseley, uno de los naturalistas de la expedición, escribió quelas islas eran incomparablemente más atractivas que el mar que las circundaba. El mismo Moseley escribe en las islas Fiji un texto etnológico acompañado de una foto sobre tres indígenas detenidos por asesinato: «Fueron sorprendidos arrastrando por el cabello el cuerpo desnudo de la esposa del misionero a través de la jungla y con intención de comérselo...». Como vemos tenía intereses amplios. Nada humano le era ajeno.

El buque continuó viaje hacia las Bermudas y tras recorrer por dos veces el Atlántico enfiló hacia Australia de donde pasó a China, deteniéndose en las Filipinas, que ya no eran la base comercial del lejano oriente con Manila una ciudad «sucia y descuidada», pasó y descubrió la fosa de las Marianas: «el 23 de marzo de 1875 se registró un sondeo de 4.475 brazas(algo más de ocho mil metros) en la latitud 11º 24’ norte y 143º16’ este». Esta fue la mayor profundidad observada. Hoy sabemos que tiene una profundidad de 11.050 metros y se conoce como «abismo del Challenger» y es la fosa más profunda de la Tierra. Posteriormente se dirigen hacia Chile, atraviesan el estrecho de Magallanes, llegan al Río de la Plata y vuelven a Europa.

En cada una de las estaciones elegidas para observaciones se determinaba la posición del barco, se realizaban sondeos y arrastre para conocer la profundidad y la naturaleza del fondo marino. Hacían descender una draga a tres mil quinientas brazas, cada braza son 1,82 metros, y les suponía unas tres horas y media de trabajo. Los marineros lo calificaban de tarea de «esclavos». Se recogían muestras de agua para determinar su salinidad y temperatura, se obtenían en lo posible especímenes de la fauna, se anotaban las condiciones atmosféricas así como la velocidad y dirección de las corrientes marinas.

Al finalizar el viaje habían recorrido unos 120 mil kilómetros en tres años y medio, realizado 362 estaciones marítimas, visitado una infinidad de islas, sobre todo en Indonesia y las Filipinas, catalogado más de cuatro mil nuevas especies marinas, trazado mapas de volcanes y mil cosas más. Varios de los componentes de esta expedición escribieron diarios o apuntes sobre lo que vivieron y aprendieron en ella, pero fue John Murray quien preparó y financió de su propio peculio la publicación de los cincuenta volúmenes que recogían los hallazgos científicos obtenidos: Report on the scientific results of the voyage of H. M. S. ’Challenger’ during the years 1873-76... prepared under the superintendence of the late Sir C. Wyville Thomson,... and now of John Murray (cincuenta vols., Londres, 1880-1895). Para quien esté interesado se pueden conseguir gratuitamente en la dirección web:www.19thcenturyscience. org/HMSC/HMSC-Reports/1885-Narrative/htm/doc.html. En esta publicación colaboraron muchos científicos que no habían participado en la expedición, pero que eran verdaderos especialistas en sus materias. Fue un trabajo ingente que sirvió para sentar las bases de una sólida Oceanografía.

Podemos buscar precedentes de estos estudios. Sin ánimo de ser exhaustivos debemos recordar a Galileo y sus erróneas teorías sobre las mareas, a Robert Boyle, quien hacia 1670 realiza estudios sobre profundidad, temperatura y salinidad del mar, los viajes para cartografiar costas e islas del capitán Cook, Francis Beaufort como hidrógrafo y un largo etcétera. Sin embargo era muy poco lo que se conocía del mar por debajo de los trescientos metros de profundidad. Algún científico, Edward Forbes, mantenía la falta de vida marina a esos niveles, cuestión que no se resolvió hasta 1860. Por eso la primera misión del HMS Challenger era el estudio de las profundidades abisales, misión que abordó con suficiencia. Sin duda esta expedición significó un momento de impulso a la Oceanografía para considerar a nuestro planeta no solo como la Tierra sino como un mundo con agua y con atmósfera.

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