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Guerra Rusia - Ucrania

Rostislav Philippenko, un científico ucraniano enrolado en la ayuda humanitaria

Vivir la guerra en primera persona ha llevado a Rostislav Philippenko a crear una red de ayuda humanitaria para nutrir de fármacos y material sanitario a Járkov, su ciudad natal. Hasta el momento se han entregado 70 toneladas de material sanitario a hospitales y búnkeres de la zona

Rostislav Philippenko acarrea cajas de medicinas.

Hace ya más de un mes que la vida del científico Rostislav Philippenko dio un giro dramático. Tan solo unas horas antes de conocer, a la fuerza, las verdaderas intenciones de Vladímir Putin, este matemático de 31 años y de origen ucraniano, se encontraba absorto en completar su tesis. Con ella iba a establecer un nuevo modelo matemático que permitiría prever la elasticidad de un material plástico al girarse. Los bombardeos de Putin a su ciudad natal, Járkov -Jarkiv en ucraniano- le han obligado a dejar de lado su carrera científica, pues le es imposible concentrarse con «50 o 70 explosiones al día». Pero el crudo conflicto bélico no ha conseguido que abandone su país. 

Rostislav Philippenko Podría haber vuelto a España, dado que ha pasado gran parte de su infancia en Valencia -desde los siete años viaja a menudo al país, donde reside su padre- y, de hecho, él mismo señala que tiene «dos patrias». En lugar de eso Philippenko ha decidido armarse de valor para ayudar a sus compatriotas y vecinos que le han acompañado durante toda su infancia en Járkov y que hoy, a consecuencia de la guerra, se encuentran malviviendo dentro de búnkeres bajo tierra sin acceso a uno de los materiales más básicos para la supervivencia: el sanitario. Desde entonces, las visitas a su ciudad natal se han visto reducidas, pero son mucho más fructíferas. 

Cuando las bombas empezaron a caer en Járkov, le empezó a ser imposible concentrarse para culminar las intrincadas fórmulas matemáticas. Al tercer o cuarto día de guerra, cuando aún no tenía claro qué hacer ante la adversidad, recibió una llamada que le cambió la vida. «Me contactaron desde la Asociación Con Ucrania, un grupo de voluntarios de diferentes partes de España, para ver si necesitaba ayuda; yo no lo necesitaba, pero sabía quién sí lo haría», relata Philippenko desde la ciudad de Leópolis -Lviv en ucraniano- una de las zonas más cercanas a la frontera con Polonia. Fue entonces cuando comenzó su misión humanitaria, que con unos pocos colaboradores y un marcado afán de servicio público, ha repartido ya 70 toneladas de material sanitario y medicamentos a los hospitales y personas recluidas en búnkeres. 

Tras recibir esa llamada de la Asociación Con Ucrania, el joven científico se puso manos a la obra para conocer cuáles eran las necesidades de los hospitales de su ciudad así como de las personas que se encontraban refugiadas en búnkeres. Phillipenko es consciente de que muchas organizaciones humanitarias, como Cruz Roja o Famacéuticos sin Fronteras, son incapaces de cubrir toda la demanda que ha surgido a raíz del conflicto armado.

Muchas de las personas que han quedado retenidas en Ucrania son mayores y, como cualquier persona de avanzada edad, sufren achaques que les hacen depender de un suministro continuo de cierta medicación. Para ellos, huir del conflicto nunca ha sido una opción. El motivo a veces se encuentra en el patriotismo, pero en la mayoría de los casos la única razón para quedarse en su hogar, por muy amenazado que esté, es que el viaje hasta la frontera es inviable. «Son 1.300 kilómetros», insiste Philippenko, quien recuerda que es «un viaje tremendo». De hecho, en los primeros días de conflicto, cuando las huidas masivas de la ciudad provocaban grandes retenciones, para muchas personas de avanzada edad era un esfuerzo inviable.

Además, en la región siguen trabajando muchos servicios básicos, como bomberos y sanitarios que también requieren este tipo de suministro. «En mi familia todos son médicos, así que tenía buenos contactos para conocer de primera mano qué necesitaban», explica Philippenko, que insiste que uno de los mayores problemas de la ayuda humanitaria hoy en día en Ucrania es conseguir a «personas de confianza». 

Philippenko habla por su móvil. Andrés Gutiérrez

Tras el estallido de la guerra, han sido muchas las mafias e incluso personas sin organizar que han tratado de beneficiarse de la situación. «Hay hospitales en los que el personal de recepción se queda con el material donado y luego lo vende a los pacientes; y lo mismo ocurre con algunas farmacias», resalta el matemático. Una situación que a ojos del ucraniano es un verdadero «crimen de guerra», dado que muchas de las personas que necesitan acceder a estos medicamentos son enfermos crónicos o con discapacidad. 

Philippenko logró finalmente, junto a un grupo contactos médicos de confianza, establecer un corredor seguro para que los medicamentos y productos sanitarios que iban a ser donados desde España llegaran a destino de manera rápida, segura y gratuita. 

En esta primera fase también ahondaron en la necesidad de establecer elementos de priorización para conseguir que su labor llegue sin demora a «las personas que lo necesitan». Para ello, establecieron una comunicación fluida con los hospitales en la que los especialistas son los encargados de avisar de las necesidades más perentorias. Cuando las peticiones llegan a los miembros de la ONG a través de particulares el procedimiento es algo distinto. En ese caso, como explica Philippenko, «se les hace un interrogatorio más exhaustivo para corroborar que realmente necesitan las medicinas». Esto se hace, para evitar que «el material llegue a gente que no lo requiere». 

«Una vez tuvimos el sistema claro, volví a Leópolis para conseguir más medicamentos», explica el matemático. Desde allí le es fácil llegar a la frontera con Polonia (tan solo la separa una hora y media en coche), y poder recoger las donaciones de medicamentos que van llegando desde España. Philippenko pasa varios días en Leópolis y acumula suficientes toneladas de material para que el trayecto sea productivo. Este paso es quizás el más sencillo de la cadena, pero la misión humanitaria se complica a la hora de regresar al origen de las necesidades. 

1.018 kilómetros separan Leópolis de Járkov y, entre ambas, se encuentra una ciudad de Kiev totalmente arrasada y sitiada por tropas rusas. Al miedo por adentrarse en una ciudad asediada, se unen los altos precios del combustible, dado que el viaje por carretera dura 12 horas. «Cada vez nos cuesta más encontrar a conductores de camión con los que trasladamos toneladas de material sanitario a la zona», incide Philippenko, que considera que es «la parte más difícil». Lo mismo ocurre con los voluntarios, que al ver que la situación en el país se complica, abandonan la misión. 

Philippenko, con su inseparable móvil, viaja en la parte de atrás de una furgoneta sentado sobre una caja. Andrés Gutiérrez

Aún así, desde que comenzó la guerra ya han podido llevar a cabo al menos tres entregas de material a distintos lugares de Járkov. Así hasta ahora se ha dotado de material quirúrgico, farmacéutico y traumatológico a a cuatro de los hospitales, al centro perinatal, al hospicio, al refugio antiaéreo de la estación de metro Oleksiivska y a «cientos» de personas que se encuentran refugiadas en búnkeres.

Una de las herramientas clave para poder organizar la entrega de material es el almacén que estos voluntarios han montado en Járkov. En él trabajan médicos voluntarios que traducen los medicamentos españoles para saber qué enfermedades pueden tratar con ellos. Además, en este lugar han reservado una cantidad estratégica de medicamentos críticos para que, «en caso de corte total del potencial logístico nacional» debido a los ataques del ejército ruso, se pueda mantener el suministro. 

Esta acción altruista, sin embargo, no está sola. Philippenko ha trabajado desde que recibió la llamada desde España por establecer diferentes líneas de colaboración que permitan que esta red de trabajo altruista sea segura y pueda llegar a más gente. De esta manera, la misión Jarkiv colabora con la Policía Nacional Ucraniana para preservar la seguridad del almacén y los convoys del transporte de medicamentos. También lo hace con algunas asociaciones, tanto a nivel local como internacional, para coordinarse con ellos y juntos poder proporcionar una mejor asistencia a las personas que están sufriendo la guerra en primera línea de fuego. 

Uno de los últimos hitos de la Misión Jarkiv ha sido la cooperación de un oncólogo clínico y científico de Oxford -cuya ciudad natal también se encuentra en Ucrania- que va a apoyar al colectivo. «Nos han confirmado que van a reunir el material oncológico que hemos pedido», destaca Philippenko. Si logran que se convierta en una colaboración regular, «tendremos el suministro para pacientes oncológicos de hasta cinco meses y podremos llevar a gente que no pueda recibir tratamiento a otros hospitales europeos». 

Rostislav Philippenko recauda dinero a través de la cuenta de PayPal: sh.rosti@gmail.com. Y en dicha cuenta de correo electrónico también se puede contactar con él para unirse a la misión humanitaria. 

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