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Yolanda Díaz: de la moda gallega, a la gallega de moda

Declarada la política más elegante del país y, según el CIS, la más valorada del Gobierno, Díaz se ha convertido en un foco de atracción mediática

La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. EP

Cuando se confirmó que Yolanda Díaz iba a visitar Sevilla durante la última Feria de Abril, la cuestión que colgaba del ambiente festivo de aquellos días no era qué iba a hacer en la capital andaluza sino cómo iría vestida. La primera pregunta ya estaba contestada de antemano: dar su inequívoco apoyo a la coalición Por Andalucía que concurrirá a las próximas elecciones autonómicas. Pero ¿y la respuesta a la segunda? Esa sólo se pudo saber cuando hizo acto de presencia pública. Y a fe que no decepcionó. Yolanda eligió para la ocasión un vestido rojo lunar ceñido a la silueta con una flor en el lateral. En los pies, unas alpargatas de cuña, cómodas y sin embargo altas; un cinturón dorado y unos aretes en las orejas remataron el en determinadas instancias definido como «look aflamencado» de la política que, sin embargo, ya había lucido el mismo modelo en dos ocasiones anteriores. Y es que, como ha reconocido ella misma, que descubran sus «repeticiones» es un aspecto que no le preocupa lo más mínimo… así como tampoco que las prendas que elige no se caractericen por lucir un precio de alto standing. Yolanda Díaz se ha convertido en la gallega de moda y, sin complejos, se precia todo lo que puede y la dejan de vestir moda gallega adonde quiera que vaya, como ratificó en unas declaraciones a la revista Yo Dona: «Casi siempre uso cosas baratas y moda gallega. Hace poco fui a un acto con un vestido de Zara que me costó 30 euros. Llevo de todo, mezclo mucho. Pero me encanta la moda, sí». 

Hasta que dio su salto a la política estatal, en Galicia desde luego no se le conocía esta faceta fashion a aquella prometedora líder de Esquerda Unida, hija de un histórico del sindicalismo, de la que más bien se intuía un carácter tímido, culpable de acudir a los actos públicos preocupada de no llamar excesivamente la atención, a base de una imagen de lo más proletario y progre setentón, consecuente con su ideología obrera o, si lo prefiren, con la chica de la canción de Pepe Domingo Castaño, todo un clásico: «Viste pantalón vaquero y la camisa… de cuadros». Sin embargo, en sus primeros meses como ministra ya empezó a dar que hablar, y en determinados círculos no precisamente para bien. Se la acusó de imitar a la reina Letizia y la coincidencia de vestimentas entre ambas fue objetivamente un hecho. A estas alturas, no obstante, también es cierto que lo que se cuestiona es ¿Quién imita quién?

Procurando explicaciones sin salirnos del escenario político gallego, tal vez haya que buscar aquella etapa en la que Yolanda Díaz mantuvo unos estrechos contactos con el carsimático líder nacionalista Xosé Manuel Beiras, conversaciones que culminaron con la constitución de una existosa coalición de izquierdas (AGE) cuyo modelo enseñó el camino al de aquella incipiente Pablo Iglesias. Beiras había irrumpido en la campaña de las elecciones autonómicas de 1989 (las primeras que ganó Manuel Fraga Iribarne) con un dinámico look que asombró a propios y extraños por la adecuada combinación de su vestimenta, sombrero incluido. Una moderna imagen que contrastaba con la que había lucido hasta entonces de típico profesor de la Facultad, en su caso de Económicas, que es lo que era y de donde venía. ¿Acaso se animó Yolanda ya en aquellos momentos a seguir ese camino emprendido por Beiras? Si fue así, aún tardó un poco en ponerlo práctica.

El caso es que ya desde que accedió al cargo de ministra de Trabajo, Díaz ha ido alternando los looks informales con prendas elegantes y vanguardistas. Aunque no desdeña ningún color, el rojo, el blanco y el negro acostumbran a ser sus preferidos. Consta que se pirra por las chaquetas de cuadros y cada vez es más habitual verla lucir modelos que ya no pueden pasar desapercibidios y que la han situado en el ranking de cabeza de carrera de las políticas más elegantes de España y, a la vez, según encuestas del CIS, encaramarse a los primeros puestos de los miembros más valorados del Gobierno. 

Es en este punto, en el de la política, donde hay que detenerse, puesto que, no lo olvidemos, estamos ante una política de raza y genética en la que la elección de una determinada imagen no es,no puede ser, únicamente motivada por la casualidad ni por su devoción por la moda: que le atraiga Kamala Harris, la vicepresidenta norteamecana, va mucho más allá de que el pañuelo blanco anudado sea uno de sus accesorios más empleados en los actos públicos, incluida su audiencia con el papa Francisco.

Mensaje es, cómo no, también una palabra clave en todo este asunto e, item mas, parafraseando a McLuchan aún nos atreveríamos a decir que «el mensaje es el medio» (¿o era al revés?). Cuando sucedió a Pablo Iglesias en la vicepresidencia, Díaz dejó muy claro que creía que la política debía feminizarse, lo cual semeja que está consiguiendo con su imagen. Y así es como la moda, su manera de entender la moda, se ha convertido en uno de sus instrumentos, al punto de que no faltan expertos que creen adivinar en su estilismo sutiles mensajes ideológicos. 

La periodista Patrycia Centeno explica: «Es la izquierda la que crea las modas. Pero hay un momento en que les dicen no, no tenéis derecho a eso. En las leyes suntuarias no tenías derecho al terciopelo, ni a vestir de rojo, ni usar joyas y te lo crees. Y es como si dijeran que la gente humilde no tiene derecho a la educación ni a la gastronomía ni a la belleza, y lo aceptas. ¿Estamos locos? A principios del siglo XX, los anarquistas, los higienistas, defendían el derecho a vestir bien. La distinción de indumentarias entre géneros comienza en el XVIII. Los burgueses diluyeron la diferencia de clases vistiendo con traje y corbata».

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