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30 años de los jjoo de barcelona 92

Luis Bassat: «Sabíamos que el mundo nos miraba y quisimos demostrar lo buenos que somos»

Luis Bassat LP / DLP

Es una mente privilegiada. Tiene un don de gentes increíble. Su discurso es impecable, bueno, ha vivido toda su vida de él. O, tal vez, ha vivido más de ser un genio de las ideas. De la estrategia comunicativa. De la imagen. De la publicidad. De saber cómo conquistar a las gentes y sus mentes.

Luis Bassat (Barcelona, 1941) fue uno de los grandes artífices del éxito de los JJOO de Barcelona-92, pues puso todo su ingenio, el de su compañía y, sobre todo, el de sus amigos y contactos al servicio de algo que todo el mundo considera que es, fue, la primera gran baza ganadora de aquella Barcelona ya en marcha, lanzada, hacia el éxito olímpico, deportivo, social y mundial: la inauguración de sus Juegos.

El primer día es el más importante, dicen. El resto son 40 campeonatos del mundo juntos, realizados en la misma ciudad y eso, la verdad, ya se había repetido muchas veces. Lo que nunca se había hecho es una ceremonia inaugural como la del flechado de fuego, la del mar Mediterráneo de la Fura dels Baus o el cántico de los mejores operistas del mundo.

Dicen que lo tiene usted todo fresco, reciente, en su cabeza. ¿Es cierto?

Tan cierto como que estoy terminando un libro sobre aquellas cosas que me han impactado en mi vida y, sin duda, los Juegos Olímpicos fueron una de ellas. Y, sí, los tengo fresquísimos, no solo porque forman parque de mi vida profesional y fueron, por qué ocultarlo, uno de los grandes éxitos de mi vida, de la vida de todos, sí, sino porque también contribuyeron a crear grandes complicidades a mi alrededor y, por supuesto, amistades que aún duran. Y, eso, créame, es maravilloso.

Pues empecemos, me lo va a poner usted demasiado fácil.

Lo primero que hay que reseñar, destacar y aplaudir es la determinación de Pasqual Maragall en organizar unos Juegos Olímpicos, con toda la complejidad que eso supone a todos los niveles.

Determinación y compromiso, porque Maragall estaba empeñadísimo en ello.

Porque lo importante es saber qué quieres hacer, cómo lo vas a hacer, con quién lo vas a hacer, qué instrumentos utilizarás y, sobre todo, compartirlo con la gente más preparada y capaz. Eso es lo que te compromete a intentar realizarlo.

Y, posiblemente, era un buen momento para que Barcelona lo intentase a lo grande.

El segundo punto para lograr semejante éxito y transformación de la ciudad es que se juntaron, en efecto, todas las estrellas, todas coincidieron dentro, repito, de la enorme complejidad y dificultad del reto. Por ejemplo, sin Juan Antonio Samaranch al frente del movimiento olímpico, posiblemente hubiéramos perdido ante París. Y Barcelona tuvo la inmensa suerte de contar con Samaranch de nuestro lado. Nunca nadie ha hecho tanto por Barcelona como él.

Y, por lo que hace referencia al primer día, al día clave, no solo confiaron en usted y su equipo sino que les compraron todas sus ideas.

Tercera razón de tan inmenso éxito: tuvieron amplitud de miras. Fueron valientes y eso, en aquellos días, es digno de reseñar, especialmente en las personas de Maragall, Samaranch y José Miguel Abad. Cuando ganamos el concurso para organizar las ceremonias de apertura y clausura, aceptaron cosas que eran muy arriesgadas, como el encendido del pebetero con un arco y una flecha cruzando el cielo del estadio. Pero, insisto, fueron valientes y dijeron ‘¡adelante!, ensayarlo y, por nosotros, ¡encantados, vamos a por ello!’.

Y así con todo lo que les propusieron para ese gran día, ¿no?

Pues sí. Vieron con maravillosos ojos la actuación de la Fura dels Baus, que a mucha gente, en aquellos tiempos, les daba, incomprensiblemente, hasta miedo pues les habían asustado algunos de sus llamativos espectáculos y, sin embargo, aceptaron encantados el número del mar Mediterráneo.

Y casi trasladan el Liceu al Estadio Olímpico.

No, no, lo llevamos, lo llevamos. Eso sí fue innovador. Nunca se había hecho ópera en una ceremonia olímpica, siempre se cantaban canciones ligeras. Pero yo pretendía que la ceremonia inaugural fuese el mayor anuncio publicitario de Barcelona, Cataluña y España jamás mostrado al mundo y, en ese sentido, sabía que en Nueva York sabían quiénes eran nuestros mejores cantantes, que eran, cómo no, Montserrat Caballé, Alfredo Kraus, Josep Carreras, que fue el director musical de nuestras dos ceremonias, Plácido Domingo, Teresa Berganza, Jaume Aragall y Joan Pons. Yo sabía que, apareciendo ellos, el mundo se sorprendería de que, en efecto, esos fenómenos fuesen españoles. Aquello fue, insisto, arriesgado e innovador, pero a todos los encantó la idea.

¿Es cierto que Julio Iglesias se enfadó con usted por no contratarle?

Es cierto que le preguntaron eso, sí, pero no es cierto que se enfadara conmigo, todo lo contrario. Tuvo una respuesta muy inteligente: ‘Normal, no somos nadie en música popular, no tenemos a los Beatles ni a los Rolling Stones, y Luis Bassat ha hecho muy bien en contratar a los mejores cantantes de ópera del mundo que, con excepción de Luciano Pavarotti, todos son españoles’. Magnífica respuesta, la verdad.

¿Por qué les salió todo tan bien?

Porque los españoles hacemos las cosas muy bien. Mire, todos los que participamos en los Juegos, todos, desde el primer político al último ciudadano español, no solo catalán, éramos conscientes de que el mundo nos estaba mirando, de que estábamos pasando un examen y quisimos demostrar al mundo lo buenos que somos. En todo. Y lo logramos. ¿Cómo? Pues como se logra todo en esta vida, con inteligencia, complicidad, colaboración, ideas, insistencia y, sobre todo, perseverancia. ¿Saben cuántas veces los ensayamos todo, hasta los números con cientos de participantes? ¿Sabe cuántas? No, no se lo imagina: fueron 44 veces ¡44 veces! ¡Cómo no iba a salir bien! Todo el mundo me decía ‘Luis, todo depende de ti; si la ceremonia inaugural sale bien, los Juegos van a ser el mayor de los éxitos, porque van a ir sobre ruedas después de vuestro éxito’. Y, sí, sí, uno sentía cada día esa responsabilidad porque lo único que es diferente de unos Juegos a otros, es la ceremonia inaugural.

Supongo que durmió muy poco durante las últimas semanas.

Yo, los siete meses antes de la ceremonia inaugural, no pisé mi despacho ni 12 minutos. Iba cada mañana a las ocho al estadio y volvía de madrugada a mi casa, sábado y domingo incluidos. Perdí la noción del tiempo. No sabía ni qué día era de la semana, ni qué fecha era. Solo sabía los días que faltaban para el día D, solo eso. 34, 33, 32, 31, 30… ese era mi reloj. Yo y mi equipo: Pepo Sol, Manuel Huerga… hasta las 165 personas que trabajamos juntas, que hubiésemos dado la vida el uno por el otro.

¿Qué añora de todo aquello?

Barcelona era la ciudad nº1 del mundo y ya no lo es, ¿por qué? Que Barcelona haya perdido toda aquella fuerza, todo aquel impulso, es tremendo y muy doloroso para un barcelonés. Sepa que Barcelona salió de los Juegos por delante de Nueva York, París, Tokio o Roma. Era el destino preferido del mundo entero. Qué pena, coño, que, en 30 años, no se haya vuelto a hacer una cosa de ese nivel, de esa envergadura, de esa altitud de miras, algo que nos ponga a todos los barceloneses detrás de un proyecto. Ahora nos gusta pelearnos. No digo que ese atractivo lo hayamos perdido del todo, pues aún queda algo, pero o hacemos algo pronto o este buen recuerdo se acabará.

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