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Adela Muñoz Páez: «La caza de brujas sigue en el presente»

(L) | LP/DLP

A principios de la Edad Moderna tuvo lugar en Europa una caza de brujas en la que se persiguió a centenares de miles de personas, en su inmensa mayoría mujeres, en una guerra alimentada por la misoginia que aún continúa en la actualidad. Adela Muñoz Páez, catedrática de Química inorgánica de la Universidad de Sevilla y ensayista autora de títulos como Historia del veneno. De la cicuta al polonio, La buena muerte y las biografías de Marie Curie y Antoine Lavoisier, profundiza en Brujas. La locura de Europa en la Edad Moderna (Debate) en un capítulo de la historia desconocido para el público en general.

¿Por qué una catedrática de Química inorgánica escribe un libro sobre la caza de brujas?

Tuve conocimiento de que parte del poder de las brujas podía tener cierta relación con las hierbas, que hasta hace poco eran las únicas medicinas, y leí mucho sobre ello al escribir el libro sobre el veneno en la historia, que sí tiene relación con la Química inorgánica, pero me quedó más curiosidad por saber más sobre esas mujeres y el fenómeno de la persecución y ejecución de muchas personas acusadas de brujería. Del mismo modo que me pregunto cómo es la estructura que ha dado lugar a los catalizadores que ahora todos llevamos en los tubos de escape de los coches, quería entender qué pasó para que a comienzos de la Edad Moderna, cuando se supone que entramos en la era de la razón, tuviera lugar un proceso tan oscuro, quise cuantificar el fenómeno, ubicarlo en los lugares donde se produjo y, sobre todo, quería buscar la voz de esas mujeres. Desafortunadamente no tenemos apenas relatos que se pueda atribuir a ellas mismas, porque en su mayoría eran analfabetas, pero sí hay mucha documentación sobre otros aspectos del fenómeno.

Comenzó su investigación con los mismos estereotipos que tenemos el resto de la población sobre que esa caza fue obra de la Inquisición, pero descubrió que no era así y que en España no es donde hubo más víctimas, ¿qué otras ideas erróneas destierra con su obra?

Además de comprobar que la Inquisición no solo no estaba detrás de la mayoría de las ejecuciones, sino que tuvo poder para frenar esa caza en España, me pareció más sorprendente que académicamente haya llegado tan poco de esa realidad a la población en general. De ahí que pensara que fuera útil responder en este libro las mismas preguntas que yo me iba haciendo. Encontré un hecho que desconocía, que un 30% de las personas perseguidas y ejecutadas eran hombres que pretendían parar esa locura. Me topé con una misoginia horrorosa por parte de muchos padres de la Iglesia: entre el clero estaban las personas más formadas y brillantes y algunas de ella dedicaron parte de su trabajo y esfuerzo a denostar a las mujeres escribiendo tratados sobre demonología y otras obras, hasta el punto en que algunos fragmentos de esos textos hablan de que la mujer es la fuente de toda perdición o una hermosa podredumbre. Me sorprendió esa virulencia en una sociedad donde las mujeres tenían un papel irrelevante. Me esperaba encontrar a mujeres rebeldes y me topé con mujeres aplastadas, y hombres empeñados en machacarlas aún más. Otro descubrimiento para mí fue comprobar cómo la figura de Cristo, revolucionaria para la sociedad romana y judía de su época, y su mensaje de amor e igualdad de mujeres y hombres caló en su momento pero se fue olvidando poco a poco, en dos o tres siglos.

¿Se puede analizar el fenómeno desde una perspectiva de género?

Sí, porque la gran mayoría de las condenadas fueron mujeres. Al principio las acusadas respondían el prototipo de mujer mayor, pobre y sin un hombre al lado que le diera respetabilidad. Pero cuando la caza prosperaba y tomaba más brío, arrollaba también a mujeres de clases más altas. Los hombres que intentaban frenar esa cadena de acusaciones corrían riesgo y muchos lo pagaron con sus vidas.

¿Quiénes eran las condenadas y de qué las acusaban?

Eran mujeres que tenían la mala suerte de cruzarse en su camino con un acusador o perseguidor. Algunas eran parteras, otras practicaban la magia, pero eso no era el perfil general. Las mujeres que tenían más herramientas, conocimientos y resortes mentales se pusieron fuera del alcance de esa persecución. Las acusaban de delitos tan inverosímiles como causar granizadas o hacer que la cosecha se estropeara. En Zugarramundi fueron señaladas por una muchacha con mucha fantasía que decía haber sido miembro de la secta, que había volado en escoba y había participado en aquelarres. En Salem las primeras acusadas fueron una esclava antillana, una mendiga y una mujer que fumaba en público.

¿Hubo muchos casos en España durante esos tres siglos de la Edad Moderna que aborda?

Las persecuciones y ejecuciones en España se circunscriben a la zona circundante a los Pirineos y a Cataluña. El creer en las meigas o practicar rituales mágicos y ser acusada de crímenes de lesa majestad eran cosas diferentes. La cifra de ejecuciones en España es anecdótica —25 o 30, exceptuando las 400 de Cataluña— comparada con Alemania, en que se ve multiplicada por una tasa de mil.

¿Esa persecución forma parte del pasado o continúa en la actualidad?

Esa es otra de las sorpresas. En el año 2020 se instituyó el 10 de agosto como día mundial contra la caza de brujas. Esa mentalidad que se instituyó en la Edad Media continúa viva en países de Centroamérica, Asia y en el cinturón más terrible: el África subsahariana. En la actualidad hay decenas de miles de ejecuciones, solo en Tanzania se ejecutaron en la segunda mitad del siglo XX más personas que en Europa a lo largo de tres siglos. La dificultad es saber cómo luchar contra algo que está tan arraigado en muchas sociedades; no se puede imponer desde fuera.

¿Como científica ha indagado sobre las causas de esa estigmatización de las mujeres?

Sí. Buscaba una clave, una llave que me respondiera a esa pregunta, pero me encontré con que son muchos los factores que influyen: la misoginia que viene de la sociedad judía y romana, cultivada y acrecentada durante la Edad Media, el surgimiento de la reforma protestante como movimiento para volver a los orígenes y el enfrentamiento entre iglesias que generó una especie de competencia para ver quién era más cruel en la caza de brujas, y, en general, cualquier otro factor que tuviera impacto sobre la sociedad —ya fuera climático, económico o bélico— de manera que en épocas convulsas la mujer era el chivo expiatorio al que acusar de todos los males de la sociedad.

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