La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El pergamino de Clío

Brujería en la antigua Roma

Brujería en la antigua Roma

Al contrario de lo que podríamos pensar, la brujería y la magia formaron parte de la tradición romana. Conjuros de amor, maldiciones y otras prácticas poco ortodoxas fueron comunes en la época. Ejemplo de ello son las numerosas de tablillas de defixión (maldición) que se han encontrado en las que los antiguos romanos utilizaban la magia y la brujería para conseguir sus propósitos más oscuros. ¿Por qué oscuros? Recordamos que en Roma existía una magia oficial, la ofrecida por los sacerdotes del Estado, los cuales mediaban con lo sobrenatural mediante ofrendas o adivinación. Estas prácticas eran legales pero los ciudadanos romanos que accedían a ellas solían rogar por cosas sencillas como la fertilidad o la abundancia. Mientras, la magia no oficial solía ser utilizada con otros fines y, por ello, estaba prohibida cuando sus usos se destinaban a dañar o atar la voluntad de otras personas. De este afán por la magia surgieron los amuletos que se encargaban de ahuyentar el mal y proteger contra conjuros malévolos.

Además, la magia no oficial contaba con otro tipo de ritos y deidades, prohibidas por la ley romana. Por lo general eran las sagae o las striges (hechiceras) las que preparaban las pociones. Estas hechiceras fueron mujeres marginadas por una sociedad que las ignoraba en público mientras las contrataba en privado. Eran a menudo mujeres extranjeras, normalmente egipcias o griegas. Los romanos más importantes temían a estas mujeres ya que creían que sus enemigos usarían sus poderes en su contra. Sila y Julio César formularon leyes para acabar con las sagae y otros tantos emperadores siguieron sus pasos.

Existían cuatro tipos de magia: la protectora, la agresiva y malevolente, la amorosa y la adivinatoria. Esta brujería clandestina contaba con tres tipos diferentes de conjuros. En primer lugar, encontramos las pociones. Estas recetas eran, cuanto poco, particulares y se destinaron tanto para conjuros de amor como para envenenar a un enemigo.

Por otra parte, encontramos las tablillas de defixión en las que se escribían conjuros y maldiciones. Sus soportes fueron diversos, se usó desde cera hasta plomo. En ellas se encontraban conjuros que se dividían en tres partes. Primero la invocación a las fuerzas sobrenaturales, seguido de la petición de un deseo y terminaba con las consecuencias que se darían si éste no se cumpliera. A continuación, vemos un ejemplo:

«Dioses infernales, si tenéis algún poder, os encomiendo y os entrego a Ticene, hija de Carisio, que todo lo que haga le salga mal. Dioses infernales, os encomiendo sus miembros, su color, su figura, sus cabellos, su sombra, su cerebro, su frente, sus cejas, su cara, su mentón, su nariz, su boca, sus labios [...]».

Para que cumplieran su propósito debían enterrarse en ciertos lugares con reconocida connotación mágica.

Por último, también encontramos los kolossoi. Unas estatuillas de forma humana que se fabricaban en metal, cera o barro. A modo de vudú, se perforaban con clavos o agujas para maldecir a alguien.

Compartir el artículo

stats