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crónica negra de la famosa casa

La cara atroz del conejito de playboy

Exnovias del jefe de la mitificada madriguera, Hugh Hefner, exconejitas, ‘playmates’ y antiguos empleados denuncian las esquinas oscuras de la mansión en la docuserie de diez episodios ‘Secretos de Playboy’

Hugh Hefner y Crystal Harris. REUTERS

Hugh Hefner fundó Playboy en 1953, con solo 27 años y una aparente misión en mente: demoler los valores más puritanos de la época y vender las bondades de la liberación sexual. A principios de los años 60, su revista ya era un fenómeno, no solo por sus desnudos femeninos, sino también, en serio, por sus artículos. (Se recomienda a los lectores de inglés buscar la antología de 2006 The new bedside playboy, con relatos de J.G. Ballard, Joyce Carol Oates o Michael Chabon, y una entrevista de 25 páginas a Saul Bellow). Aunque el fundador se vendía como aliado en las causas de los derechos civiles (James Baldwin fue firma habitual de la revista y Malcolm X fue objeto de una famosa entrevista en 1975) o de la liberación de la mujer, las dudas en torno a su figura y su imperio se dejaron escuchar con fuerza ya desde los 70, cuando Hefner libró una batalla cultural con el feminismo.

Truculento patio de recreo

Fallecido en 2017 a los 91 años, Hefner no llegó a enfrentarse al ajuste de cuentas del #MeToo, pero los afectados y, sobre todo, afectadas por sus prácticas quieren contar su historia, esté o no él presente para escucharla. En la docuserie Secretos de Playboy (diez episodios que emite el canal Crimen + Investigación), exnovias, playmates o antiguos empleados hacen graves acusaciones contra una organización que tuvo la mitificada mansión Playboy como principal (y truculento) patio de recreo.

Esta no es la primera crónica negra sobre las esquinas ocultas de dicha mansión. Antes estuvieron libros como Playground: A childhood lost inside the Playboy mansion (2009) y Down the rabbit hole: Curious adventures and cautionary tales of a former Playboy bunny (2015), cuyas autoras, Jennifer Saginor y Holly Madison, protagonizan el primer y segundo episodios de la serie, respectivamente. Hija del médico personal de Hefner, Saginor pasó mucho tiempo de niña y adolescente en la mansión. Las playmates (sobre todo, la asesinada en 1980, Dorothy Stratten) eran sus babysitters. Pero lo que un día le pareció un «reino mágico» se empezó a volver más incómodo cuando, siendo una quinceañera, se enamoró de una novia de Hefner, con la que acabó teniendo un romance. Según explica en la serie, a los 17 fue invitada por el anfitrión a tener un trío con él y esa novia compartida, quien anuló la posibilidad al huir llorando.

Por su parte, Madison fue una de las estrellas del reality The girls next door, en el que ser una de las novias de Hefner se presentaba como la mejor opción en la vida. Como ya explicó en su libro de 2015, ahora ve aquel entorno como «una secta». En la serie asegura que tenían toque de queda a las nueve de la noche; no se les animaba en exceso a traer amistades, más bien al contrario, y apenas podían pasar tiempo fuera de la casa a menos que hubiera una festividad familiar. El incentivo principal no era el sexo («mecánico»), sino, apunta Madison, una paga semanal de mil dólares.

Los peligros de ser conejita

En 1960 abría en Chicago el primer Playboy Club, una extensión física y tangible del espíritu de soltería eterna y lujosa de la revista. Los miembros y sus invitados eran atendidos por las conejitas Playboy, algunas de ellas modelos vistas en la propia publicación. Podían mirarlas, pero no tocarlas. Algo que solo cambiaba, según explica la serie, si eras del grupo de miembros VIP, esencialmente altos ejecutivos de la organización y celebrities. El testimonio más compungido de los primeros episodios de Secretos de Playboy llega a cargo de P.J. Masten, Coneja Madre entre 1975 y 1982. «Hay muchos daños colaterales dentro de la organización Playboy; y la mayoría de estos daños son hacia las mujeres», afirma.

Uno de los casos más controvertidos, recordado por la antigua conejita Suzanne Charneski, está relacionado con el Great Gorge Playboy Club de Vernon (Nueva Jersey), donde trabajaban varias conejitas que fueron llevadas a una casa en el condado de Sussex para ser «drogadas», «violadas» y «grabadas en vídeo». A aquellas víctimas no se les procuró ninguna ayuda, según cuenta Masten, sino que «fueron despedidas; les dijeron que salieran de la propiedad y nunca volvieran allí».

«Hasta un perro se enganchó a la cocaína»

En apariencia desatada tras años de silencio, Masten asegura también que Don Cornelius (creador y presentador del histórico programa de televisión Soul train) se llevó a dos conejitas (hermanas) a una supuesta fiesta en su casa, donde Joe Piastro, jefe de seguridad de Playboy, las encontró tres días después «ensangrentadas, golpeadas y drogadas», en palabras de Masten.

En los 70, la agencia antidrogas estadounidense abrió una investigación contra Hefner por el uso de estupefacientes en la mansión. Él negó tomarlas o que permitiera hacerlo, pero según su expareja Sondra Theodore «había drogas por todas partes» y hasta un perro «se enganchó a la cocaína». El asunto se aborda en la serie, sobre todo, a través de la investigación que llevaron a cabo la DEA y el FBI sobre Bobbie Arnstein, exmano derecha de Hefner que se acabó suicidando tras ser declarada culpable de conspiración para distribuir cocaína.

En respuesta a las alegaciones de la serie, la marca Playboy ha querido distanciarse de la dinastía Hefner. En una carta abierta publicada en Medium, explicabann: «Confiamos y validamos a las mujeres y sus relatos, y apoyamos a las personas que han dado el paso adelante para compartir sus experiencias». En Estados Unidos, la marca está lavando su imagen a través de iniciativas ligadas a la fluidez de género o su fichaje de la rapera Cardi B como directora creativa de Centerfold, su respuesta a OnlyFans.

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