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Itsaso Arana & María R. Soto Protagonistas de ‘Las de la última fila’

Las de la última fila

Daniel Sánchez Arévalo quería sumergirse en un universo femenino y de ahí surgió una serie que narra el viaje de unas amigas en el que se conocerán un poco más. Se estrena el próximo viernes en Netflix

En la imagen, Mariona Terés, María Rodríguez Soto, Mónica Miranda, Itsaso Arana y Godeliv van den Brandt.(L) | JULIO VERGNER/NETFLIX

Dan vida a las dos amigas más tradicionales de las cinco. Porque tienen familia e hijos dentro de una familia convencional (otra de ellas, Alma, busca un bebé, pero su pareja es una mujer) y son las menos dadas a las locuras. Al menos hasta que emprenden el viaje anual de amigas, que en esta ocasión será muy diferente porque una de las cinco tiene cáncer. Sara es Itsaso Arana (Reyes de la noche, La virgen de agosto) y Carol, María Rodríguez Soto (Los Herederos de la tierra). Ambas han utilizado métodos diferentes para construir sus personajes (buscando en su interior, una; alejándolo de ella, la otra), pero han logrado darles mucha verdad. Una verdad que esta serie dramática y a la vez gamberra exige.

Impacta, y emociona profundamente, la imagen inicial de las cinco amigas rapándose el pelo. ¿Fue duro hacerlo?

María Rodríguez Soto (M. R. S): De inicio fue duro. Para mí fue más pensarlo que luego hacerlo. La idea de raparme delante de las cámaras sin saber cómo voy a quedar... Pero cuando lo hice lo acabé disfrutando.

Itsaso Arana (I. A.): Sí. En parte es liberador, te expone mucho. Yo me sentía otra. Me pareció supertransformador. El personaje que haces en el mundo cambia, porque o es supermoda o está estigmatizado o ideologizado. El rapado es una declaración de intenciones. Y es curioso que te toque hacerlo para tu trabajo.

También les habrá ayudado mucho a componer el personaje.

M. R. S.: Sí, es como impulso.

I. A.: Y es como que ya no hay vuelta atrás. ¡No nos iban a echar tras la rapada! Es como el chapuzón: ahora voy para adelante y de aquí no me saca nada.

M. R. S.: Además, nos une más, porque éramos como el club de las rapadas.

I. A.: Un canteo total.

Sus personajes son las más tradicionales: tienen marido e hijos. ¿Qué les gusta y no de ellas?

M. R. S.: A mí de Carol me encanta las contradicciones que tiene, porque eso la hace muy rica y la puedes explorar muchísimo. También está inmersa en un sitio muy feo y este viaje la transforma y acaba acordándose de quién era ella. Yo me he sentido muy afortunada de poder contar esto. Es superamplio y te puedes agarrar a muchas cosas. Y puede tocar muchas teclas. Para mí eso ha sido muy bonito. Y lo que no me gusta de ella es que es bastante influenciable. Quizá se deja llevar demasiado por las parejas románticas, más que por ella misma o sus amigas. Eso es lo que no me gusta de ella. Y creo que tiene que aprender.

I. A. : A mí Sara me cae superbién. Le tengo mucha ternura. Es superempática, supercompasiva y cuidadora. Luego me gustó lo que dices tú, María, que puedes tocar varios palos. Porque de primeras lleva la parte más romántica o dramática de la serie. Pero, finalmente, hay una parte mucho más divertida, que en la serie pudimos explorar. Porque tiene un arco muy potente: tiene una parte más romántica, que me encanta, y otra más gamberra, y es como una niña, saltándose los límites, pero no sabe cómo. Lo que no me gusta es que es un poco rígida, la pobre, y que le tiene un poco de miedo a vivir.

Son personajes muy reales. Me imagino que ustedes echaron mano de emociones y recuerdos.

M. R. S.: Para crear mi personaje yo me suelo alejar mucho de mí misma porque no me sirve desde mis recuerdos y de mis emociones. Prefiero crear a partir del pentagrama del guion y desde la escucha de mis compañeras. Y del movimiento que me pide la cámara. Creo que me hace aportar más al personaje que yo misma, porque me voy a un sitio que no me gusta. A mí me pasa eso.

I. A.: Yo en cambio sí que siento que el personaje estaba muy cerca y he puesto muchas experiencias personales ahí, que no lo hace ni mejor ni peor. Pero luego sí que es verdad que el guion marcaba tanto el tono, había tanto texto, era tan coral, que no es que tú no puedas hacer un personaje que yo decido cómo se hacen las cosas. Todo te transforma: la forma de rodar. A mí sí me funciona. La forma de rodar y, sobre todo lo más importante, más allá de dónde saco yo mi material emocional es estar superviva, estar viva y en el presente con mis compañeras.

¿Y han sacado cosas de sus amigas en la vida real?

(Al unísono): Sí.

I. A.: Yo sí que he pensado en amigas mías o en gente de mi vida. Porque, aparte, el asunto del cáncer te hace conectar con muchas memorias que tenemos todas de gente cercana. Sabemos que es una historia que cualquiera que vea eso y haya tenido a alguien cerca, a cualquier mujer, y hombre por supuesto, pero en este caso, siendo una historia tan femenina, te evoca y te lleva a tener esos recuerdos. Dani está jugando con esa emocionalidad que es tan compresible y universal, con lo que creo que todas teníamos a gente en mente. Porque quieres homenajear y dignificar eso.

Tras grabar esta serie, ¿entre ustedes también se ha forjado una amistad?

M. R. S.: Sí, y coincidimos tres de nosotras en Zahara de los Atunes, donde rodamos. Fue increíble. Tenía cinco días libres, no tenía nada que hacer y me dije: «Me voy allá y me reencuentro con ese caminito que va de Barbate a Zahara, que me hacía feliz solo de verlo. Como nos hicimos amigas de una chica que se llama Carmen, que tiene un bar allí, que fue precisamente la sede del rodaje, le dije: «Me voy para allí». Mariona (Terés) y Godeliv (van den Brandt) ya habían ido antes a un concierto en San Fernando y coincidimos allí las tres. Fue superbonito. Para mí fue como cerrar una etapa.

El viaje después del viaje.

(Ambas): Cierto.

Está muy bien que no se desvele cuál de las cinco amigas tiene cáncer, porque ellas habían pactado no hablar de ello, y que se juegue con el espectador hasta el final.

M. R. S.: Es muy interesante. También para las actrices. Porque el hecho de que no supiéramos ninguna de nosotras cuál era la enferma...

¿Cómo? ¿No lo sabían?

Solo lo supimos justo la semana que tocaba grabarlo. Al principio era raro, pero luego piensas que está bien. Porque, si no, habríamos sido condescendientes o habríamos tratado diferente al personaje enfermo. Es una apuesta más de la serie.

Uno piensa que una serie tan intimista y femenina la tiene que haber creado y dirigido una mujer. Y no. Ha sido el director Daniel Sánchez Arévalo, más acostumbrado a tratar universos masculinos. ¿Ha sido igualmente fácil?

M. R. S.: Tiene mucha sensibilidad y es muy consciente de que es un hombre, con lo que te da mucha libertad. Te dice: «Tú coge esto y lo que creas que no está bien o que no va con tu personaje ni con la feminidad, lo vamos a cambiar y no pasa absolutamente nada». Además, se rodeó de muchas mujeres, no solo las cinco protagonistas. Las jefas de departamento eran casi todas mujeres.

Y su novia parece ser que también le echó algún cable.

M. R. S.: Sí. Pero Daniel es superfemenino. Siempre iba a favor. Y le encanta estar ahí observando.

I. A.: Le encanta observar. Pero sí que es cierto que deja un espacio en blanco para que tú puedas crear.

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