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El fascismo eterno

Es un movimiento nuevo sólo en el nombre, se disfraza de mil formas y colores, adoptando otras denominaciones según las circunstancias [] «Siempre que oigo la palabra cultura, echo mano a la pistola», aseguran que decía Goebbels

El fascismo eterno

Traer a la memoria acontecimientos importantes ocurridos en el pasado suele ser un buen ejercicio de salubridad pública. Los buenos y los malos. Aquellos para promover su emulación. Estos últimos para crear una conciencia vigilante que dificulte su repetición. La conocida sentencia de Jorge Santayana, por muy tópica que nos parezca, no deja de expresar esa urgente necesidad y en la puerta de entrada del bloque 4 del campo de exterminio de Auschwitz está grabada para aviso de navegantes: «Quienes olvidan su pasado están condenados a repetirlo».

El calendario nos recuerda que en este octubre se cumplen cien años de un muy importante suceso de nuestra historia próxima, la marcha sobre Roma de los «camisas negras» y el ascenso al poder del Partido Nacional Fascista que Mussolini había fundado tres años antes. Otra colaboración en estas páginas da cumplida cuenta de este hecho histórico analizando su origen y desarrollo con todo lujo de detalles. A ella me remito en estos aspectos .

Esta formación política y el régimen que inaugura muy pronto pasan de ser un suceso histórico constatable a convertirse en una categoría política que entraña una determinada concepción del poder político y un ejercicio de ese poder absolutamente incompatibles con los estándares ético-políticos de las sociedades civilizadas democráticas. Y, como tal categoría, fascismo es un término general que engloba a todos aquellos regímenes que comparten esa idea del poder, aunque tengan orígenes y desarrollos distintos (nazismo, franquismo, salazarismo…). Pese a que en sus orígenes el fascismo se definió como anticomunista, siguiendo la perspectiva aquí trazada, merecerían el calificativo de prácticas fascistas las empleadas por Stalin en su momento y, por supuesto las que ahora mismo utiliza Putin para mantenerse en el poder. Y a nada que repasemos la historia advertiremos la enorme frecuencia con que se han usado estas prácticas perversas en el gobierno de los pueblos. Hemos de aceptar, por tanto, que el fascismo es un movimiento nuevo sólo en el nombre y que se disfraza de mil formas y colores y que adopta los nombres según las circunstancias.

Fue el gran Umberto Eco quien, para referirse al modo de gobierno del que venimos hablando, acuñó la expresión «fascismo eterno» (U fascismo) en una famosa conferencia en la Universidad de Columbia con motivo de la celebración del cincuentenario de la derrota del fascismo en Europa. Reconoce la complejidad que supone abordar la esencia del fascismo por la confusa aplicación que se ha hecho del término y porque «detrás de un régimen y su ideología hay una manera de pensar y sentir, una serie de hábitos culturales, una nebulosa de instintos oscuros y pulsiones insondables». Sin embargo, Umberto Eco descubre una serie de síntomas que delatarían la presencia de la huella fascista en una formación política. Siguiendo su discurso, los comento muy brevemente.

Culto a la tradición

Los movimientos fascistas se remiten únicamente a los relatos fundamentales de los pueblos y sólo consideran a aquellos pensadores que transmiten ese saber originario.

Rechazo a lo moderno

Ligado a lo anterior, las luces de la Razón son para ellos el principio de la depravación moderna. Es el irracionalismo.

El culto a la acción por la acción

La acción siempre, sin el paso previo de la reflexión. La funesta manía de pensar. «Siempre que oigo la palabra cultura, echo mano a la pistola», aseguran que decía Goebels.

Eliminación del derecho a la disidencia

En la sociedad científica el contraste de pareceres favorece la crítica y es una fuente de progreso para el conocimiento. Para el fascismo, sin embargo, la disidencia es una traición

Miedo a la diferencia

El fascismo no tolera a los diferentes, a los que considera intrusos. Ahí radica el origen del racismo

La frustración como origen

Los fascismos históricos encierran en sí una frustración social, económica o de cualquier otro tipo, y, en ocasiones, un sentimiento de humillación

La obsesión por la conspiración

Los problemas suelen venir de conspiraciones ajenas al movimiento fascista. Recuérdese el contubernio judeomasónico. Esto conduce inevitablemente a la xenofobia

El principio de guerra permanente

No al pacifismo. «No es la lucha por la vida, sino la vida para la lucha». Siempre hay enemigos a los que enfrentarse.

Elitismo

Desprecio de los débiles. El pueblo solo tiene la misión de seguir los dictados del líder. Culto a la personalidad.

El heroísmo y el culto a la muerte

En el universo fascista los ciudadanos tienen como tarea fundamental ser héroes, a imitación de los héroes de su mitología particular. Este culto al heroísmo está asociado al de la muerte, que no es acabamiento sino culminación de la vida heroica.

Machismo

Transposición de la voluntad de poder a la virilidad.

Populismo cualitativo

El fascismo eterno no reconoce a los individuos derecho alguno. Sólo el pueblo es el depositario de todos los derechos y es concebido como una entidad monolítica que expresa «la razón común» sin contar para nada con los individuos. En definitiva, una ficción teatral, según Umberto Eco.

No son todos los síntomas que el filósofo y escritor Umberto Eco descubre en la práctica fascista, pero suficientes para tomar conciencia de cuáles son los gobiernos que adoptan esa deriva, a tenor de sus decisiones, y actuar en consecuencia. Información no nos falta, voluntad para corregir esa deriva, si es el caso, tampoco debería faltarnos.

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