La Provincia - Diario de Las Palmas

Cuatro estaciones y algún fenómeno más en 62 días

Si algo ha quedado claro en Canarias este 2022 es que el clima se ha vuelto completamente loco. O, como mínimo, impredecible.

Las Islas registraron entre el 22 de julio y el 24 de septiembre incendios, un ciclón, olas de calor, nevadas, calimas, lluvias torrenciales y el desplome de las temperaturas en un claro ejemplo del desbarajuste climático.

Si algo ha quedado claro en Canarias este 2022 es que el clima se ha vuelto completamente loco. O, como mínimo, impredecible. Incluso podemos utilizar el término irreconocible para hablar de una sucesión de fenómenos atmosféricos que le están arrebatando poco a poco al Archipiélago canario la romántica etiqueta de primavera eterna para sustituirla por la de batiburrillo climatológico donde igual llueve de manera torrencial un mes de agosto, semanas después de padecer una fortísima ola de calor, como que un ciclón nos visite días más tarde.

Según un artículo publicado en la revista Investigaciones Geográficas y que ha sido elaborado por un grupo de investigación de la Cátedra de Reducción de Riesgos de Desastres y Ciudades Resilientes, de la Universidad de La Laguna (Tenerife), «los ciclones tropicales de la cuenca atlántica se están moviendo hacia el centro del océano», una circunstancia que, por ende, acerca estos fenómenos extremos al Archipiélago pese a que, históricamente, se trata de uno de los rincones del Atlántico Norte menos afectado por ese tipo de eventos.

El ciclón Hermine pulverizó en tres días de la última semana de septiembre varios récords de precipitaciones en Canarias. «Durante este episodio se han registrado cantidades cercanas a las que se suelen acumular en alguna de las Islas durante un año entero», asegura Mar Gómez, doctora en Ciencias Físicas.

La Palma y Gran Canaria, con unos registros, respectivamente, de 134 y 118 litros por metros cuadrado, cuando los picos habituales para todo el mes de septiembre han sido de 58 en tierras palmeras y 85 en territorio grancanario, son las dos islas donde llovió de manera más copiosa en esas fechas. Hermine, sin embargo, no ha sido la única señal en 2022 de la alteración del clima canario. Una granizada inesperada afectó hace solo unos días a las Islas a consecuencia de una DANA (Depresión Aislada de Niveles Altos), un dato que no sería reseñable si no hubiese granizado casi al nivel del mar en la localidad tinerfeña de Güïmar, algo poco común. 

En Lanzarote, por ejemplo, un mes de agosto sin casi viento y cielos despejados durante los 30 días parecía septiembre, el habitual  periodo en tierras conejeras con esas características. Y qué decir de la típica panza de burro que a partir de junio se instala sobre las capitales canarias: Mordor este año casi estuvo presente en los episodios de la teleserie El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder. 

«El trimestre de verano probablemente será más cálido de lo habitual», alertaba ya en junio el delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en la provincia de Las Palmas, David Suárez. «Los modelos de los últimos 30 años indican que la temporada estival será más cálida de lo normal», apostilló entonces.

Y sí: el Archipiélago canario empezó agosto con su tercera ola de calor, que provocó cuatro alertas por intenso bochorno, alto riesgo por incendios forestales y peligro para la salud. Las temperaturas comenzaron a anunciar su ascenso en el primer día del mes para alcanzar durante las jornadas siguientes máximas de 38 y 40º en las medianías de Gran Canaria, y de entre 32 y 34º en el resto.

Con la intensa canícula, el sol se ocultó por la acostumbrada calima alta del agosto canario, sobre todo en las islas capitalinas, mientras el viento que llegaba del norte, con intervalos fuertes en la vertiente sureste y noroeste, trajo rachas localmente recias que provocaron un inusual oleaje más propio del mes de septiembre, con las famosas mareas del Pino. 

El Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria por todas las causas (MoMo), gestionado por el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III, estimó que entre el 21 de junio hasta el 25 de agosto las islas registraron 620 muertes más de las previsibles y atribuyó 37 de esas defunciones a las altas temperaturas alcanzadas en las islas. Los posibles óbitos causados por el calor estival de 2022 casi cuadruplicaron la estimación del estío de 2021, cuando se cifró en 10 personas las que podrían haber muerto a consecuencia de las altas temperaturas registradas en las Islas.

Incendios de sexta generación

Los y las canarias han asumido durante los últimos años con gran preocupación el término incendios de sexta generación que emplean los especialistas para definir estos desastres naturales protagonizados por el fuego.

Un ejemplo es el incendio declarado el 21 de julio en Tenerife y que afectó a cinco municipios de la Isla -La Orotava, Los Realejos, San Juan de la Rambla, La Guancha e Icod de los Vinos- afectando una superficie total superior a  2.700 hectáreas. Su virulencia obligó a desalojar durante cinco días a casi 600 personas. La combinación de diversos factores caracterizan los denominados incendios de sexta generación. Son fuegos rápidos, agresivos, impulsivos, en los que las llamas pueden superar la velocidad de 4.000 hectáreas por hora, lo que supone entre seis y 12 veces la velocidad de un incendio al uso. 

Las nubes creadas por estos siniestros, asimismo, pueden llegar a generar segundos focos. Además, juegan a favor de ese tipo de desastres el abandono del medio rural, las insuficientes campañas destinadas a limpiar los montes y, entre otras, la expansión de los núcleos urbanos, un crecimiento cuya principal consecuencia se traduce en que el número de viviendas afectadas por las llamas sea mucho mayor. 

A ese listado de factores se suma en el caso de Canarias la complicada orografía de las Islas, sembradas de barrancos a los cuales es muy difícil acceder tanto por tierra como por aire, una circunstancia esta última esgrimida constantemente por los profesionales contraincendios para argumentar que contar en el Archipiélago con una base fija de hidroaviones no es la solución. 

Carrusel climático  

El disparatado clima que este 2022 ha caracterizado la agenda meteorológica de Canarias tiene también en los desfaces de las temperaturas otro claro ejemplo de cómo está cambiando el tiempo en el Archipiélago.

Importantes nevadas han caracterizado siempre los meses de enero a marzo en todas las Islas, siendo este año la primera reseñable la sufrida en la isla de La Palma el 26 de enero, registro al que sucedieron en el mes de marzo las ocasionadas por la borrasca Celia, que tiñó de un manto blanco las cumbres de Tenerife, Gran Canaria y, de nuevo, La Palma.

Otra novedad que dichos fenómenos han aportado al actual escenario climático lo encontramos en que las nevadas afectan cada vez con mayor frecuencia a cotas más bajas de las habituales en el Archipiélago.

La imagen que ocupa la portada de este monográfico Dominical donde se repasan las noticias más destacadas del año y que muestra una finca de papas en San Mateo (Gran Canaria) en la cual conviven las plantas con la nieve ilustra no sólo la alteración del clima en nuestra región sino que sirve, además, para alertar sobre las consecuencias que este cambio en el clima puede generar en el sector agrícola, explotaciones que tanto se pueden ver castigadas por las nevadas como por dramáticos periodos de sequía, un problema que la isla de Tenerife pudo esquivar este verano gracias al agua depurada.

Si a todo esto se le añade que, por ejemplo, en el mes de octubre las islas de Lanzarote y Fuerteventura estaban cubiertas por un inusual manto verde, o que en el mes de diciembre las temperaturas han sido más propias de verano que del periodo invernal deben ser señales suficientes para tomarse en serio este nuevo panorama.

Desaparición de playas 

Playas tan emblemáticas del Archipiélago como la de Las Teresitas, en Tenerife, Las Canteras, en Gran Canaria o la Caleta de Famara, de Lanzarote, pueden llegar a desaparecer debido al efecto del cambio climático. 

La subida del nivel del mar y la erosión en la costa ponen en peligro un total de 147 playas turísticas de Canarias, que en 2050 habrán perdido buena parte de su superficie y dejar de ser tal y como las conocemos en la actualidad, si no se toman medidas para evitarlo. 

Junto a ellas, muchos otros núcleos del litoral de las Islas están también en riesgo por las consecuencias del calentamiento global, que no solo tendrá repercusión por la pérdida de estos espacios, sino también acarreará importantes costes económicos. Esas son las principales conclusiones del proyecto PIMA (Plan de Impulso al Medio Ambiente) Adapta Costas Canarias, un documento elaborado por la Consejería de Transición Ecológica, Lucha contra el Cambio Climático y Planificación Territorial del Gobierno regional, que da a conocer los riesgos a los que se enfrentan los entornos costeros del Archipiélago. XX. 

El estudio valora diferentes escenarios que pueden llegar a producirse en 2050 y 2100 como consecuencia de la inacción climática. 

En el peor de los casos, dentro de solo 28 años Canarias habrá perdido un 10,6% de la superficie total de sus playas más turísticas. 

Según las conclusiones del Plan de Impulso al Medio Ambiente, en ese momento habrán desaparecido casi por completo la playa del Cortijo del Peñon, en Fuerteventura; la de Alcalá, ubicada en el municipio tinerfeño de Guía de Isora, o la de El Pozo, en la isla de La Palma. 

La inestabilidad climática ha marcado este año la actualidad informativa del Archipiélago canario: la romántica etiqueta de primavera eterna lleva camino de ser sustituida por la de batiburrillo climatológico, un cóctel de consecuencias nefastas para el conjunto de las Islas Canarias.

El disparatado clima que este 2022 ha caracterizado la agenda meteorológica de Canarias tiene también en los desfaces de las temperaturas otro claro ejemplo de cómo está cambiando el tiempo en el Archipiélago.



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